Citius, Altius, Fortius

La idea del francés Pierre de Coubertin -el Olimpismo- fue tomada de un compatriota suyo, el Prior dominico que enseñaba en el Colegio de Arcueil -Henry Martin Dideon- a quien pertenece la frase que encabeza este artículo y que se convirtió luego en el lema de los Juegos Olimpicos. Si bien es cierto que en la Antigua Grecia se realizaban las competencias deportivas llamadas Olimpiadas por el lugar donde se realizaban, fue en 1896 que los Juegos tomaron la forma con que hoy los conocemos. Es bueno recordar también un antecedente poco conocido, se trata del griego Evangelios Zappas quien luego de hacer un intento en Grecia para revivir los Juegos, y asumiendo la falta de apoyo, fue sin embargo un gran entusiasta del proyecto de Coubertin, y a su muerte, legó su fortuna para el renacer de los Juegos. Desde ese momento hasta nuestros días ha ido cambiando la lista de disciplinas deportivas en las que se compite, se han ido incorporando pero lo que ha permanecido intocado, lo que sigue inspirando la realización de los Juegos es el espíritu olímpico, la apuesta a hacer las cosas mejor, a llegar más rápido, más alto, a ser más fuerte.

Como toda empresa humana los Juegos no han escapado a los signos de los tiempos. En 1936 Hitler no le quiso reconocer su victoria a Jesse Owen, un atleta negro, porque interpretaba que los Juegos eran una oportunidad para mostrar la superioridad de la raza aria! Así como durante los años que duraron las dos Guerras Mundiales, los Juegos fueron suspendidos ya que el espíritu olímpico no tenía cabida en aquel momento histórico. También fueron signos de los tiempos el asalto terrorista a atletas israelíes en la Olimpiada de Munich en 1972 y los ataques terroristas ocurridos en Atlanta durante los Juegos de 1996. Es que las Olimpiadas son un hecho histórico de gran exposición mediática, las imágenes que estos días recorren el mundo y tienen a gran parte de la humanidad pendiente de las hazañas de los distintos deportistas, inspiran a la mayoría de la gente a sentir admiración por los logros, a disfrutar de la superación de récords que parecían insuperables, pero también quienes viven pensando en hacer daño y que éste tenga difusión, ven en los Juegos una oportunidad para sembrar el miedo.

Por esta virtud comunicacional de excepción es que las competencias deben servirnos a todos para mirarnos en ese espejo olímpico, teniendo presente la frase de Coubertin que expresa que lo importante no es ganar sino competir. Aunque quizás podríamos parafrasear la idea diciendo que además es bueno ganar!

El tan manido espíritu olímpico incluye el "fair play" como forma de conducirse no solo en el deporte sino en la vida cotidiana, supone que para competir no hay diferencias de raza ni de creencias ni de clase; solamente se requiere disciplina en el trabajo, rectitud de proceder, saber aceptar los fracasos y recibir las derrotas como nos lo dijera Kipling en su memorable poema. Como país pequeño, con un número de atletas reducido pero con un espíritu acorde al episodio es que en estos días queremos que el espíritu olímpico perfume nuestros días. Y no dejemos que desde ningún ámbito de la vida nacional se nos quiera inculcar otra cosa, que aquí hoy como ayer solo se destacan los talentos y las virtudes.

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