La merecida posteridad de Michel Chasles (1793 - 1880) admite dos versiones singularmente diferentes. La primera fue glosada por el secretario perpetuo de la Academia de Ciencias en su elogio fúnebre: "Francia pierde una de sus glorias, los miembros de la Academia de Ciencias un amigo sobresaliente, dedicado a todos y a cada uno, un modelo de hombre de ciencia". No faltaba a la verdad; Chasles dejó su huella en el universo matemático con un teorema que lleva su nombre y la llamada "relación de Chasles". Entre otras, publicó una "Reseña histórica sobre el origen y el desarrollo de los métodos en geometría" convertida en obra de referencia. Desde 1846 tuvo su propia cátedra en la Sorbona, en 1851 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias y tres años más tarde de la Royal Society de Londres. En 1865 recibió la medalla Copley, la más prestigiosa de las recompensas de la Royal Society.
La segunda versión ha sido recogida por numerosos cronistas, Alphonse Daudet le tomó como modelo para El inmortal (1888), una de sus mejores novelas y Marc Bloch, en su "Apologie pour l`histoire", lo usa como ejemplo de los males de la mitomanía en esta ciencia.
Michel Chasles era un solterón, carecía de otras actividades sociales que no fueran la enseñanza, la academia y la participación en alguna asociación caritativa. En cambio tenía una afición compulsiva a coleccionar documentos y manuscritos antiguos, a la que destinaba buena parte de sus ingresos. Debiéramos suponer que para ello aplicaba sus probados criterios de científico: espíritu lúcido, agudo sentido crítico y aguda perspicacia.
Un día, probablemente de 1861, en la Biblioteca Imperial, el matemático trabó conversación con un vecino de mesa. Inmediatamente descubrieron dos cosas en común: ambos eran nacidos en el departamento de Eure-et-Loir y compartían la pasión por los manuscritos. Chasles se acercaba a los 70 años y Vrain Lucas tenía 43, aunque -pequeño, miope y jorobado- aparentaba más. Su existencia estaba lejos de ser feliz, salvo por una habilidad que había desarrollado prodigiosamente, a pesar de una educación formal fue casi nula.
Luego de trabajar en una escribanía de su ciudad natal se instaló en París y consiguió empleo en Lecourtois-Tellier, un estudio especializado en genealogías. En realidad su mayor actividad era la fragua de documentos destinados a otorgar un pasado ilustre a cuanto nuevo rico estuviera dispuesto a pagarlo. Al principio, Vrain Lucas debía pasar largas horas en las bibliotecas buscando información y robando las páginas en blanco de libros antiguos para obtener el papel necesario para crear los documentos. Poco a poco fue adquiriendo una notable capacidad para redactar él mismo las falsificaciones. Por ese entonces conoció a Michel Chasles.
El matemático le confesó su pasión; Vrain Lucas le confió que sabía de un noble venido a menos que, para sobrevivir, vendía pieza a pieza una colección fabulosa. Obviamente por razones de decoro no podía dar su nombre, pero se ofreció de intermediario para comprar una carta de Molière. Chasles pagó 500 francos, una suma bastante razonable, teniendo en cuenta el valor del documento. Fue la primera de las 27.320 cartas y documentos de 660 personajes ilustres, que Chasles compraría, por "intermedio" de Lucas. No solo las había de personajes franceses o de épocas accesibles, también de Platón a Sócrates, de Julio César a Cleopatra, de Lázaro a San Pedro.
Que todas estuvieran redactadas en un francés relativamente antiguo era una observación que podía ser salvada: seguramente se trataba de documentos copiados del original en antiguos monasterios. Otro elemento común refería a sus contenidos. Así, por ejemplo Cleopatra le escribe a Julio César: "Nuestro hijo Cesarión anda bien. Espero que pronto esté en condiciones de soportar el viaje de aquí a Marsella, donde quiero que sea instruido por el buen aire que allí se respira y por las cosas finas que allí se enseñan". En el mismo tenor Platón convence a Eutimenes y Alejandro recomienda a Aristóteles conocer la Galia. No en vano la palabra chovinismo es una invención francesa. La colección de Chasles se hizo célebre, más aun cuando se conocieron los documentos que probaban que el inglés Isaac Newton había plagiado la ley de la gravedad al francés Blas Pascal. El 15 de junio de 1869 Michel Chasles leía ante los miembros del Instituto matemático dos cartas de Pascal donde se demostraba que había descubierto la ley de la gravedad antes que Newton.
Fue entonces cuando Chasles tuvo que medirse con sus pares en su propio terreno. Los ingleses se indignaron, muchos franceses, incluidos la propia Academia saltaron de gozo. El debate se hizo intenso, pero a cada objeción, el gran matemático respondía solemnemente con un nuevo documento, provisto en el momento adecuado, por Vrain Lucas.
Cuando la farsa había llegado demasiado lejos, sus propios colegas advirtieron a Chasles, pero éste se negó a dudar de su proveedor.
Por fin lo que perdió al falsario no fue el análisis de los documentos, sino el temor del comprador de ser traicionado vendiendo las invalorables piezas a otro comprador. Cuando Chasles hizo vigilar a Vrain Lucas, se descubrió la oficina donde falsificaba los documentos y en febrero de 1870 fue condenado a dos años de prisión. Cuando salió cometió algunas estafas que le llevaron nuevamente a la cárcel hasta que volvió a su pueblo y terminó sus días en 1882, dedicado a la venta de libros antiguos.
Paradojalmente la colección de manuscritos de Chasles, incluso los falsificados, fueron legados a la Academia que los recibió complacida.
Marc Bloch responde la pregunta fundamental. ¿Có-mo es posible que un hombre cuya inteligencia y discernimiento eran innegables no fue capaz de ver lo inverosímil de todos aquellos documentos? ¿Cómo tantos le creyeron a lo largo de más de cuatro años?: "Todos los impostores, indudablemente, no desplegaron tanta fecundidad como Vrain Lucas; ni todos los engañados el candor de su lamentable víctima; pero que el insulto a la verdad sea un engranaje de la Historia, que toda mentira implica casi necesariamente la colaboración de muchos otros dispuestos a prestarle apoyo está harto demostrado. La experiencia de la vida lo enseña y la de la Historia lo confirma".
Chasles era un solterón con una afición compulsiva a coleccionar documentos antiguos, algo que sería su perdición.