En estos meses en los unos se van acomodando en los lugares gobernantes y los otros van definiendo sus lugares opositores, conviene repasar principios básicos de la política en democracia.
Arranquemos por algo evidente: lo natural de una sociedad es el disenso y las posiciones divergentes. Los partidos expresan grandes síntesis en temas centrales. Aglutinan así posiciones más o menos similares y dejan de lado otras consideradas como realmente diferentes. Esto quiere decir que hay un momento en el que, por muy amplio que se quiera ser para tratar de captar distintas sensibilidades que sumen votos al partido, hay que marcar límites infranqueables. Somos esto y no aquello; apoyamos esto y no eso otro.
Luego, es claro que hay que sumar matices dentro de un partido, porque tal organización no es un club de amigos ni un grupo de presión, sino que busca alcanzar el poder para ejercer el gobierno (en solitario o en alianza con otros partidos). Pero esos matices, que procuran con inteligencia ensanchar apoyos, de ninguna manera pueden desdibujar lineamientos partidarios esenciales. Por ejemplo: los blancos, laicos, no hacen de la adhesión de sus dirigentes a tal o cual iglesia una cuestión de principios, por lo que no daña al partido que haya allí discrepancias sobre temas religiosos. Empero, al mismo tiempo, para los blancos el respeto de los resultados electorales y la división de poderes es sagrado, por lo que es una cuestión de principios no apoyar dictaduras.
¿Dónde poner los límites y sobre qué temas definidos como sustanciales hoy? Aquí aparece otro criterio básico: en política se elige el adversario y no se eligen los aliados. Podrán no gustar las posiciones de tal o cual potencial aliado. Pero, al final, un partido no puede elegir cuál es su oponente y al mismo tiempo desdeñar apoyos de posibles aliados contra ese oponente, porque si así actuara posibilitaría que uno y otros terminen siendo sus adversarios.
¿Y cómo se organiza hoy nuestro espacio político? No hay más verdad que la realidad: sin duda, para el Frente Amplio (FA) el contendiente son los partidos tradicionales, y para ellos es el FA. Es entre estos dos bloques que se concentran las mayores diferencias filosóficas y políticas. Trazada así la línea de diferenciación mayor, deben organizarse luego las alianzas para vencer al rival. Esto implica encontrar un modus vivendi para potenciar el triunfo de los partidos aliados, en el entendido, además, de que ni blancos ni colorados suman en solitario las mayorías para poder gobernar.
Un partido se constituye para ganar elecciones; define lineamientos propios y posiciones opuestas; elige rival y no aliados; y busca grandes acuerdo con esos partidos aliados para alcanzar las mayorías que le permitan llevar adelante sus políticas en el poder. Estos principios básicos, que se aplican en toda democracia y que cualquier dirigente con dos dedos de frente conoce, debieran poder guiar a los partidos tradicionales y a sus aliados de manera de ser vistos como una alternativa coaligada y real que compita con el FA en el poder.
¿Por qué será tan difícil avanzar con madurez e inteligencia en este sentido? Un líder salvador no gana solo. Ganan los partidos cuyos buenos líderes entienden y asumen estas básicas de la política.