Avance ambiental

Resulta tentador creer que el mundo está al borde del colapso ambiental. Constantemente nos inundan predicciones nefastas sobre una catástrofe climática y advertencias sobre la destrucción inminente del planeta. Pero esto es engañoso. En lugar de caer en una espiral de pánico, deberíamos tomarnos un momento para apreciar los notables avances que hemos logrado en la mejora del medio ambiente y reconocer que un factor clave es la prosperidad.

El mes de abril marcó el 55 aniversario del Día de la Tierra. En 1970, cuando se celebró por primera vez, el mundo afrontaba algunos desafíos sombríos. Los ríos se incendiaban y las ciudades estaban asfixiadas por el smog. La contaminación del aire y del agua era desenfrenada, sobre todo en el Occidente industrializado. Hoy en día, la contaminación atmosférica ha disminuido drásticamente en los países ricos. En las últimas tres décadas, el riesgo de muerte por contaminación atmosférica ha disminuido espectacularmente en más de un 70%, mientras que las vías fluviales se han vuelto más limpias y las naciones se han reforestado.

Sin embargo, en los países más pobres, el panorama es más complicado. Esto se debe a que, a medida que las naciones salen de la pobreza, la industrialización aumenta al principio la contaminación, antes de que las naciones se vuelvan lo suficientemente ricas como para combatirla. Pero incluso en el mundo en desarrollo se están haciendo progresos. Veamos el caso de China, antes famosa por su grave contaminación, pero que ahora está limpiando activamente su aire y su agua. Para los siete mil millones de personas que no viven en el mundo rico, la contaminación del aire exterior empeoró entre 1990 y 2015. Pero como las emisiones de azufre han alcanzado su punto máximo y han empezado a disminuir, las muertes por contaminación atmosférica en los países pobres se han reducido.

Sin embargo, un dato espectacular del Día de la Tierra que casi nadie celebra es que la contaminación del aire en el mundo menos rico se ha reducido en más de la mitad desde 1990. Esto significa que cada año se salvan más de 4 millones de vidas.

¿Cómo se ha conseguido este progreso? A través de la prosperidad, lo que significa que menos personas pobres dependen del estiércol y el cartón para cocinar y calentarse; en su lugar, utilizan fuentes de energía mucho más limpias.

De hecho, en muchos sentidos el mayor contaminante es la pobreza. Cuando la gente lucha por sobrevivir, las preocupaciones medioambientales pasan a un segundo plano. Pero a medida que los países se hacen más ricos, pueden invertir en tecnologías más limpias, regular las industrias y centrarse en mejorar la salud pública. La prosperidad no se limita a mejorar el nivel de vida y la nutrición y a hacer a la gente más resistente a los retos medioambientales, sino que también hace que las sociedades mejoren activamente su medio ambiente.

Existe una clara conexión entre los ingresos de una nación y su rendimiento medioambiental. Cuanto más rico es un país, mejor gestiona su medio ambiente, como demuestra el Índice de Rendimiento Medioambiental de la Universidad de Yale.

Por desgracia, el movimiento del Día de la Tierra y el ecologista en general, suelen ignorar las soluciones prácticas y prefieren el sensacionalismo. Muchas de las predicciones medioambientales que acapararon la atención en los años setenta resultaron alarmistas y erróneas. Se nos dijo que nos quedaríamos sin la mayoría de los recursos, que la superpoblación provocaría una catástrofe mundial y que en 1985 tendríamos que usar máscaras de gas en el exterior. Ninguna de estas predicciones se materializó, pero alimentaron una cultura del miedo y una mala asignación de los recursos.

Hoy vemos cómo se repite este patrón, sobre todo en lo que se refiere al cambio climático. Sí, el cambio climático es un desafío real, pero debemos mantenerlo en perspectiva. No es la amenaza existencial que algunos nos quieren hacer creer. De hecho, en el último siglo las muertes por desastres relacionados con el clima, han disminuido en un 98%. Esto no se debe a que el ambiente haya permanecido estático, sino a que la adaptación humanas nos ha hecho más resilientes.

La realidad es que no estamos al borde del abismo. En lugar de asustarnos con una retórica sensacionalista para gastar billones de dólares en políticas climáticas deficientes, deberíamos centrarnos en soluciones prácticas e inteligentes que puedan marcar una diferencia real. En el caso del cambio climático, esto significa invertir en innovación en energía verde. Cuando se trata de uno de los mayores retos medioambientales del mundo, deberíamos acabar con la contaminación del aire interior y salvar 3 millones de vidas cada año, sobre todo gracias a la prosperidad.

Entonces, en 2025 no debemos alarmarnos, sino celebrar los inmensos avances medioambientales que hemos alcanzado y aquellos que lograremos mientras continúe la prosperidad.

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