¿Argentina K?

Las elecciones parlamentarias en la Provincia de Buenos Aires, Argentina, dictaron una contundente victoria electoral favorable al Gobernador provincial de extracción kirchnerista, Axel Kicillof y una concomitante derrota de la propuesta del gobierno nacional que preside Javier Milei. ¿Será premonitoria de la elección de octubre?

Una actitud americanista dentro del Partido Nacional nos hizo creer en 1991 que el Tratado del Mercosur, que instalaba una circulación libre de mercaderías y personas en la región, en acuerdo con Paraguay, Argentina y Brasil, nos permitiría superar nuestra carencia más grave: la ausencia de mercado interno. Una demanda mayor de bienes y servicios, significaba más inversión, empleo y crecimiento de la economía. Y, parecía posible. El proyecto funcionó al comienzo. Cuando todos los países tenían paridades monetarias estables. En Argentina y Brasil un peso y un real eran equivalentes a un dólar respectivamente. Duró poco. Repentinamente ambos países devaluaron la moneda propia en un 100% y más. El sueño integracionista -que hizo potencia a Estados Unidos- quedó sepultado sin retorno.

La experiencia kirchnerista posterior con corrupción rampante -exhibida al mundo ante cámaras de televisión- hundió al país vecino (el Brasil de Lula no le fue en zaga). Una derivación económica fue la pulverización del poder adquisitivo del peso argentino. La “Argentina barata” conoció la visita continua de cientos de miles de uruguayos yendo de compras y diversión allí, con daños estrepitosos para la actividad económica nacional. Que incluyó a la crisis de nuestra industria turística. Así fue hasta que llegó a la Presidencia Milei (la pobreza argentina estaba entonces próxima al 50%).

La bancarrota kirchnerista había destruido al principal aparato productivo (petróleo, gas natural, agropecuaria, etc.), y el endeudamiento internacional llevaba a Argentina al tope del podio mundial. Las impostergables y eficientes políticas adoptadas por Milei tuvieron rápidamente resultados. Lo más espectacular fue el equilibrio fiscal, la no emisión de moneda, la contención del valor del dólar y la rebaja de la inflación. Fue un principio de alivio para la gente de a pie.

Navegar en una economía huracanada necesita de alianzas políticas. De respaldo popular. Perón -que de eso sabía- lo decía fácil: “En el ejército gobernar es mandar, en el gobierno civil mandar es persuadir”. Pelearse con adversarios y amigos, lanzar denuestos al barrer, y creer que sin un hálito de cariño la simpatía popular en medio de planes de ajuste, nace por generación espontánea ha sido equivocado. Además, si a recientes denuncias de corrupción en el entorno presidencial no se las corta de cuajo, dañan al capital primero de un gobierno cuya fuerza principal es la intocabilidad moral.

El kirchnerismo para el pueblo uruguayo por lo dicho y otras cosas más fue nefasto. La orientación de recuperación argentina impulsada por Milei nos ha sido provechosa y la recaída potencial del país vecino al abismo nos plantea una nefasta posibilidad. En la noche del domingo la fantasmal danza a contraluz de Cristina Kirchner en el balcón de la casa-prisión donde con tobillera electrónica cumple condena, ante cámaras de TV, merced a una sentencia dictada por tribunales independientes es una sombra ominosa que se bambolea sobre el Plata.

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