Ante el clásico

RIcardo Reilly Salaverri

Es muy difícil sustraerse a los acontecimientos dramáticos, que llenan los comentarios policiales de los medios de comunicación, que suceden en lo cotidiano y en particular a los que vienen rodeando al aliento y las conductas de algunos aficionados, que encuentran en los espectáculos y la competencia deportiva, un campo propicio para prácticas denigrantes y brutales. Ajenas a cualquier demostración de simpatía espontánea y natural.

El tema no es de hoy. Quien suscribe, hincha del Club Nacional de Football de todas las horas y socio vitalicio, supo dejar en el cemento extendidas horas de vida.

Sin embargo, prácticamente hace años que ha abandonado la participación personal en eventos de esta naturaleza, después de presenciar hechos de violencia incomprensibles y de tener que abandonar unos años atrás un clásico, porque con motivo de desmanes contra la policía en la Tribuna Amsterdam del Estadio Centenario, hubieron gases lacrimógenos que provocaron un estado de pánico generalizado y una desordenada y abigarrada salida por las escaleras del mencionado espacio.

Cuando el espectáculo que es una diversión, adquiere potencialidades imprevisibles para la integridad de las personas, el asunto pasa necesariamente a ser otra cosa, con otras implicancias.

De todas formas la situación ha venido empeorando con el tiempo y no es un secreto para nadie que en los comentarios de la rueda familiar o del trabajo o de amigos, reiteradamente se escucha que la gente tiene miedo de andar por la calle.

Particularmente de noche y más aún en los barrios en los que hay menos seguridad privada, en los cuales -incluso- dejar la casa sola supone arriesgarse a que sus ocupantes al retornar adviertan que les han robado todas sus pertenencias.

En el último clásico -Nacional vs. Peñarol- se ha comentado que resultó exitoso el procedimiento policial y - con los resultados a la vista- hay que concluir que ello fue así, saludando especialmente a las autoridades que dirigieron el operativo policial y especialmente a los esforzados policías, quienes asumiendo sus deberes no tuvieron por cierto a cargo tarea grata, ni fácil.

De todas formas decenas de detenidos preventivamente, implacables controles personales a los asistentes, revisaciones, retiro de objetos "peligrosos", vallados y lentas y largas colas a causa de las precauciones adoptadas, dejan para la nostalgia los tiempos en que entrar y salir de un estadio, ver un encuentro de fútbol, comer un chorizo al pan y tomar una cerveza, eran cosa simple y sin complicaciones.

Estos hechos, más allá del éxito de las medidas policiales adoptadas, igualmente nos dicen, en este caso con la evidencia del volumen de la operación preventiva, que esa sociedad nuestra violenta y peligrosa, expresa una enfermedad social. Que trasciende a un gobernante, a un partido político y que encuentra su período de incubación y desarrollo en la crisis de la familia, en la droga, en la pobreza de la educación y en una falta por el respeto de los demás, empezando por su integridad y hasta su vida, que requiere de un monumental y mancomunado esfuerzo nacional para comenzar a tener principio de cura.

En ese sentido se precisa diálogo nacional, para recomponer el orden público, ejercicio de la autoridad, y medidas preventivas y represivas que tocan a todos los uruguayos, en lo que probablemente cabe concluir que el gobierno nacional actual ha carecido del mejor criterio.

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