Angélique y Jean Nicolas Billaud-Varenne

Luciano Álvarez

Esta historia comienza en París pocos años antes de la Revolución Francesa.

Jean Nicolas Billaud-Varenne es un abogado de provincia, de 29 años con poco trabajo. En sus ratos libres, que son muchos, escribe algunas obras de teatro; todas son un fracaso.

Un día, Jean Nicolas se cruza en las escaleras de su edificio con una mujer hermosa y la portera le concede la información necesaria: su vecina se llama Angélique Doye, es alemana y vive con su madre, de una pequeña renta.

Ignoramos cuántos cruces en las escaleras, cuántos saludos, se necesitaron para que el abogado, enamorado, tomara valor para pedir la mano de Angélique.

Aquel flaco pálido, de pelo negro y nariz aguileña, estaba lejos de ser un buen partido, pero la madre debió aceptar que Angélique había sido conquistada por la insistencia Jean Nicolas. Se casaron en septiembre de 1786 y el nuevo matrimonio sumó sus pobrezas durante un tiempo relativamente breve; sólo hasta que Billaud-Varenne logró un empleo de secretario de un abogado. También se encontró con su destino.

Como él, su nuevo jefe había comenzado modestamente. Pero la dote de un matrimonio afortunado, con la hija del dueño de un café, le permitió comprar un cargo de abogado en el Consejo del Rey en 1787. Georges Jacques Danton se aseguraba, así, prestigio profesional y un buen pasar.

En 1789 Danton -así lo conocería la Historia- se involucró con entusiasmo en el proceso revolucionario; fue uno de los fundadores y presidente del club de los Cordeliers (abril de 1790), vanguardia del radicalismo parisino.

A la sombra de Danton, Jean Nicolas Billaud-Varenne subiría rápidamente todos los escalones del nuevo orden revolucionario: diputado en la Convención, presidente del club de los Jacobinos y miembro del terrible Comité de Salvación Pública.

Sus ideas son tan radicales como fulgurantes y sus propuestas nunca pasan desapercibidas. Según Danton, "tiene un puñal en la lengua". Hoy lo definiríamos como un personaje mediático.

Billaud-Varenne está entre los primeros en exponer ideas republicanas; fue suya la idea de sustituir el calendario gregoriano y fechar los acontecimientos y actos públicos a partir del primer año de la República francesa (22 de septiembre de 1792).

Pero, el joven abogado es bastante más que un individuo con sentido de la oportunidad para rentabilizar los gestos propagandísticos. Es un fanático a quien sus amigos llaman el "Rectilíneo".

Su firma encabeza todos los decretos de muerte; siempre lo hace antes que sus colegas. No tiene piedad, carece de emociones, tampoco muestra entusiasmo. Cuando los otros dudan, él se mantiene tranquilamente. "Las revoluciones languidecen cuando se toman medidas a medias", afirma.

Ahora usa una peluca rubia extravagante capaz de provocar la risa sobre cualquier otra cabeza que no fuera la siniestra de Billaud-Varenne, odiado y temido, que en este caso es lo mismo. El temor es un poncho que sabe ocultar la desnudez del odio.

Todo ha cambiado en la vida de aquel humilde abogado de provincia; todo salvo su felicidad conyugal. Angélique lo adora y lo recibe amorosamente cuando regresa del sangriento Comité con la calmada conciencia del funcionario que estima haber cumplido correctamente su deber.

Un deber que incluye llevar a la guillotina a los girondinos, a la reina María Antonieta, a su antiguo mentor, Danton, y por fin a Robespierre, su aliado, hasta que cambió oportunamente de bando y fue un conspirador activo de la llamada reacción Termidoriana.

Cambio oportuno, pero tardío. El 2 de marzo de 1795 la Convención, empujada por la opinión pública, lo arresta y lo condena a la deportación a la Guayana Francesa.

De camino al puerto, Billaud- Varenne es insultado de pueblo en pueblo. Junto a él va Angélique, decidida a compartir la suerte de "aquel que ha hecho mi felicidad durante diez años." Para ella Jean Nicolas sigue siendo "el alma bella, pura e inocente que la civilización indigna ha expulsado hacia lugares salvajes."

Sin embargo Angélique no podrá acompañarlo. Sola en París, perseguida por el odio de sus vecinos, debe mudarse de barrio y adoptar un nombre falso. Es entonces cuando aparece el siguiente personaje de esta historia: Harry Johnson, un rico americano, un republicano exaltado que rendía un verdadero culto a Billaud-Varenne.

Primero propone armar un barco para rescatar al proscrito. Pero el "Rectilíneo" se niega secundar el plan diciendo que sólo la Convención Nacional "que me ha condenado injustamente tiene el derecho de proclamar mi libertad."

Al menos financiará el viaje de Angélique para reunirla con su marido. "El viaje es penoso y el terrible clima de los trópicos sería peligroso para tu salud," le responde Jean Nicolas, impidiéndoselo.

No sabemos si tales decisiones eran fruto de la abnegación y el amor hacia su esposa o de la posición que había logrado obtener el astuto abogado en la Guayana, incluida nueva compañía femenina.

Harry Johnson propone una tercera y extravagante idea: que la bella Angélique se divorcie y se case con él. Le confiesa que está enfermo y seguramente vivirá poco tiempo. Llegado el momento, Angélique y Jean Nicolas podrán reunirse nuevamente y disfrutarán la herencia dejada por el americano.

Así, en enero 1797 Angélique, por amor a Jean Nicolas y sin consultarle, pide el divorcio -por motivo de ausencia- y se casa con Johnson. Inmediatamente, Billaud-Varenne comienza a recibir importantes giros, sin tener idea del extraño arreglo hecho por su mujer.

Tal como lo había prometido, Harry Johnson se muere pronto dejando una fortuna que Angélique se dispone disfrutar con el amor de su vida. Pero cuando éste se entera del sucesivo divorcio, casamiento y viudez, no quiere saber más de ella. "Hay faltas que son imperdonables", le escribe.

En 1799, Napoleón indulta a Billaud-Varenne a pesar de considerarlo como "un hombre más horrible y más ansioso de sangre que Robespierre, y el más execrable de los que han figurado en la Revolución".

Una vez más, Billaud-Varenne decide quedarse en la Guayana. En su desprecio por el nuevo orden no quiere oír "la voz de quienes me acusan por haber hecho correr sangre de los tiranos de Europa".

Al final, Angélique olvidó a Billaud-Varenne, o al menos trazó los gestos que así debieran leerse. En 1808 se casó con un tal Cousin du Parc, mucho más joven que ella, quien heredará la fortuna recibida de Harry Johnson. Angélique murió en 1815.

Jean Nicolas pasó sus últimos años como propietario de una pequeña plantación. El revolucionario radical que, en el Comité de Salvación Pública, había decretado solemnemente la abolición de la esclavitud, ahora tenía esclavos, entre ellos una pequeña y hermosa negra de 16 años a quien legará todos sus bienes. Con ella dejará la Guayana, a la caída de Napoleón, para instalarse definitivamente en Haití en 1816. Jean Nicolas Billaud-Varenne murió en junio de 1819.

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