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Aporofilia

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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A raíz del criminal atentado reciente contra un hombre que vivía en situación de calle, quien fuera literalmente prendido fuego, leí algunas declaraciones que denunciaban el avance en nuestra sociedad de un fenómeno de aporofobia.

El término fue acuñado por Adela Cortina, filósofa española que comparaba la buena acogida que tienen en Europa los turistas extranjeros, con el contradictorio odio que provocan los inmigrantes, a quienes no se los condena por ser tales, sino por su condición de pobres. "Rechazo al pobre" sería el significado de este neologismo, y los latinoamericanos que hemos sido catalogados de "sudacas" en la Madre Patria sabemos bien de qué se trata. Una discriminación lamentablemente parecida a la que algunos compatriotas ejercen hoy contra cubanos, dominicanos y venezolanos.

Es cierto que en el hediondo hervidero de las redes se pueden leer mensajes de odio contra los "pichis", pero también he leído a algún dirigente de la oposición tratando de colgar esa etiqueta de la aporofobia al gobierno, con ese siempre renovado e inútil esfuerzo por mostrarlo insensible a los problemas sociales. Hemos caído tan bajo en el debate de ideas, que algunos tratan de utilizar un delito tan lamentable como el que comentamos, para llevar agua a un molino partidario: los mismos que hasta hace poco reivindicaban la opción de pernoctar a la intemperie como un derecho, ahora tildan de aporófobos a quienes se comprometen de verdad en proteger a esos conciudadanos de su terrible desvalimiento.

Hace unos días, un diputado frenteamplista declaró que la iniciativa del Ministerio del Interior de sacar a los indigentes de la situación de calle de manera preceptiva, le "aterraba", le hacía recordar a la dictadura. Ahora que la inseguridad de vivir en la calle cobra una nueva víctima, tratan de transmitir la idea de que esto ha sido motivado por una supuesta aporofobia gobernante. Parece que no viene al caso recordar la veintena de indigentes que dormían en la vereda de la sede 19 de Junio del BROU, en plena avenida principal de la capital, ante la total indiferencia de las autoridades de entonces. Tampoco la pérdida de más de 50.000 puestos de trabajo, mientras se malgastaban fortunas en faraónicos proyectos inacabados. Ahora promueven la idea de que las mayorías que en octubre y noviembre votamos por el cambio, estábamos inspiradas en ese rechazo visceral a los pobres, éramos todos malas personas individualistas que carecíamos de conciencia social. Y se ve que tanta maldad sigue creciendo, si se tiene en cuenta que el nivel de apoyo al gobierno está alcanzando un récord histórico.

La verdad es que la retórica maniquea de algunos dirigentes opositores hace agua cada vez más rápido, porque cualquiera se da cuenta de que los graves problemas sociales que enfrenta el país desde antes de la pandemia, tienen su origen en una administración anterior que fue más bien aporófila: amaban tanto a los pobres que hacían lo que fuera con tal de mantenerlos lo más posible en esa condición. Y es que la pobreza en una sociedad no debe ser objeto ni de filias ni de fobias de su gobierno: debe trabajarse sin descanso para que la víctima abandone esa vulnerabilidad, asegurándole una educación pública de calidad y capacitándola para obtener un trabajo digno. Sin limosnas clientelares ni paternalismos hipócritas.

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