Redacción El País
Cuando se trata de nuestras finanzas, muchas veces caemos en la trampa de que estamos gastando de más. Pero ese no es el problema, sino que la realidad es que gastamos en cosas innecesarias, que no nos definen y terminan por generarnos sentimientos de culpa y ansiedad. Si no nos detenemos a identificar y controlar nuestros impulsos, podemos caer en adoptar un estilo de vida que ni siquiera es nuestro y perjudican nuestras finanzas.
Para evitar esto, repasaremos algunas claves que te ayudarán a controlar posibles impulsos para que tus compras no resulten en un dolor de cabeza. Uno de los primeros pasos para reconocer tu comportamiento es cuestionarte si esa eventual compra es realmente necesaria o si solo te estas dejando llevar por el deseo o una creencia impuesta por otros.
Antes de hacer una compra que implique más del 5% de tus ingresos mensuales, es importante plantearte una serie de preguntas, no para frenarte, sino para evaluar si realmente tendrá sentido en tu estilo de vida.
El concepto de gasto inteligente es fundamental al momento de realizar compras significativas, esto significa que no responde a mandatos sociales ni a deseos ajenos y no te arrastra a gastos futuros sin necesidad.
Deseo propio o ajeno
Una de las primeras preguntas que debes hacerte para no caer en compras innecesarias es definir si ese deseo de querer comprar algo es genuino o si es parte de una serie de condicionantes impuestas por la sociedad. Este ejercicio puede parecer mínimo pero es necesario marcar un límite entre lo que querés y lo que te inculca la sociedad.
Es necesario evitar los pensamientos o frases como “debería comprar esto” o “todos tienen aquello” ya que te pueden llevar a la frustración o un sentimiento de vacío cuando no tenés lo que “todo el mundo tiene”. Sin embargo, cuando el deseo de comprar algo es de uno mismo, puede generar una sensación de entusiasmo o satisfacción.

El mandato social está más expuesto y se puede notar de manera más fácil en aquellas compras simbólicas: una casa, un auto, un casamiento grande o el último modelo de celular. También existen compras en las que el mandato de tenerlo es inculcado desde la infancia o viene disfrazado de bienestar aunque en realidad responde a un deseo externo.
Ponerle nombre a la emoción que predomina a la hora de comprar es clave: si sentís entusiasmo, alegría o curiosidad, probablemente sea un deseo tuyo. En cambio, si lo que aparece es presión, ansiedad o “miedo a quedar afuera”, quizás ese deseo no sea genuino.
Otro ejercicio para no caer en los mandatos sociales es imaginarte sin eso que querés comprar porque puede que no sea esencial. De hecho, se estima que sólo el 45% de nuestros gastos son destinados a compras reales y el resto suelen ser gastos hormiga: aquellos que parecen insignificantes pero que suman una importante cantidad de dinero a fin de mes.
Identificar de dónde viene ese deseo es otro ejercicio útil. Preguntarte quién te metió esa idea en la cabeza o a quién querés impresionar es parte de marcar una diferencia entre tu propio deseo y el que te impusieron. La diferencia no está en lo que se compra, sino en la conciencia con la que se elige.
Gastos ocultos
La filosofía de “pagarlo en cómodas cuotas” a veces termina siendo la puerta de entrada a una cadena de costos que no tenías previstos. Muchas veces una compra tiene gastos paralelos como pueden ser mantenimiento, accesorios, seguros, servicios, upgrades o espacio para guardarlo en el caso de un auto, por ejemplo.
Los llamados “gastos ocultos” son aquellas compras paralelas que a simple vista no se observan a la hora de comprar pero terminan llevándose una parte importante de tu presupuesto y en esa gran sumatoria se perciben más fácilmente. La diferencia está en mirar más allá del gasto inicial disfrazado de gasto total.

Algunas preguntas que podés hacerte para establecer una diferencia son si requiere energía, espacio, mantenimiento u otros recursos, o si va a demandarte tiempo o plata de forma constante. Si la respuesta fue sí a varias de esas preguntas, probablemente estés ante una compra que demandará la responsabilidad de sostenerla en el tiempo. En cambio, si esa compra no exige nada más de lo que ya tenés —ni plata, tiempo u otros recursos— seguramente se trate de un gasto aislado.
Otro ejercicio positivo es plantear la ecuación al revés: ¿Esta compra puede ayudarme a reducir otros gastos? Si la respuesta es clara y concreta, esa compra no es un gasto sino una inversión.
Gastos Hormiga
Uno de los errores más comunes de la vida cotidiana es la realización de “pequeños gastos” como puede ser café en la mañana de camino al trabajo o almorzar afuera. Al principio, estas compras pueden parecer insignificantes en el momento de realizarlas, pero son las responsables de sumar importantes cantidades de dinero al mes si estas conductas se repiten.
Habitualmente tendemos a cubrir los gastos más grandes como luz, agua y alquiler y terminamos descuidando compras que a largo plazo generan un desequilibrio en nuestro presupuesto.
Una forma de reconocerlas es observar todos los gastos a fin de mes, que podés establecer guardando los recibos de las compras o armando una lista detallada de esos gastos que parecieron insignificantes. Al final del mes y realizando una sumatoria, podés observar que ese dinero podría haber sido destinado a otra cosa o incluso a ahorrar.
Para evitarlos, además de llevar un conteo de esas compras, también puede ser útil preguntarte si realmente necesitás de esa compra o si incluso existe la posibilidad de que te genere otros gastos innecesarios a futuro.
Esos gastos paralelos implican otro presupuesto que muchas veces no estaba estimado en nuestros cálculos y para algunas compras es necesario sostener. La madurez financiera no se trata de gastar menos o ganar más dinero, sino de administrarlo de una manera más consciente y saludable.
En base a La Nación/GDA
Gestionar mejor el dinero
Muchas veces, en especial cuando cobramos nuestro ingreso mensual, nos dejamos llevar por algunos deseos que no logramos identificar de forma correcta. Para evitar estos comportamientos es necesario realizar un plan de acción que comience por establecer la relación entre los ingresos y los gastos.
Una buena forma de comenzar es por los gastos fijos mensuales y luego detallar a dónde se destinará el porcentaje restante. Para ello también es importante realizarnos una serie de preguntas y pautas.
De esta forma podrás evaluar si realmente algunas compras son necesarias o te pueden generar estrés, ansiedad o culpa a futuro.
Puede resultar complejo al principio pero es necesario armar un presupuesto de manera detallada, que combinado con compras inteligentes pueden ayudar a que tu capacidad de ahorro aumente.
Por otra parte, esto implica un mayor orden a la hora de comprar y tomar decisiones de manera consciente.