No hay plata. La frase utilizada por el presidente Javier Milei el día de su asunción para graficar el estado en que recibía la economía argentina parece hoy más literal que nunca. La razón es que, junto al drástico ajuste para alcanzar superávit fiscal ya desde el primer mes de la gestión, la otra pata de la estrategia del gobierno para desacelerar la inflación pasa por la eliminación de la gran cantidad de pesos argentinos excedentes que tenía la economía a fines del año pasado.
Cerrada la canilla de la emisión de moneda para financiar el déficit del Tesoro, la base monetaria -el dinero circulante más depósitos en pesos en cuenta corriente en el Banco Central- se contrajo casi 40% en términos reales desde el cambio de gobierno. A eso se sumó la baja de la tasa de interés a niveles negativos frente a la inflación, lo que permitió licuar parte de los pasivos remunerados del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y reducir la emisión de pesos necesaria para afrontar esa deuda.
“El plan pasa por licuar la base monetaria con inflación y tasas de interés negativa, mantener el cepo cambiario y postergar el pago de las importaciones. Es una estrategia que por ahora le está saliendo bien al gobierno, pero depende mucho de la continuidad del cepo. En algún momento deberán ir saliendo de las restricciones y habrá que ver cómo lo hacen. Si se llegara a levantar de golpe el cepo, por ejemplo todos los depósitos en pesos, que están siendo licuados por la inflación pero que hoy no pueden migrar, irían automáticamente a alimentar la demanda de dólares”, dijo a El País el economista Jorge Colina, titular del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), en Buenos Aires.
Al menos en el corto plazo, la estrategia de secar la calle de pesos argentinos en medio de una dura recesión está dejando menos combustible disponible para convalidar nuevas alzas de precios. Tras los altísimos índices de diciembre (25,5%) y enero (20,6%), la inflación comenzó una más pronunciada desaceleración en febrero (13,2%), tendencia que continuó con el 11% registrado en marzo.
De acuerdo al más reciente Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) -un promedio de las estimaciones de las consultoras recopiladas por el BCRA-, la inflación seguiría desacelerándose al 10,8% en abril, al 9% en mayo y al 8% en junio.
“La idea de que no habrá más pesos argentinos hacia adelante para el financiamiento del fisco, sumado a la recesión, ayuda a bajar las expectativas inflacionarias. A comienzos del año, la expectativa de inflación para 2024 era superior al 200% y hoy esperamos que sea de 165%”, dijo a El País el economista Sebastián Menescaldi, director asociado de la consultora EcoGo, en Buenos Aires.
La escasez de dinero también está contribuyendo a mantener la tregua cambiaria. Los dólares paralelos, que cotizaban en torno a los 1.300 pesos argentinos a fines de enero, cerraron el viernes pasado en torno a los 1.000 pesos argentinos. Si bien buena parte de ese descenso se explica porque las empresas están obligadas a liquidar el 20% de sus exportaciones a través del dólar Contado con Liquidación, lo que amplía la oferta en ese mercado paralelo al oficial, la escasez de divisas y la recesión también están contribuyendo a incrementar la oferta de dólares. En los últimos meses se evidencia una necesidad creciente de empresas e individuos de sacrificar ahorros para poder costear gastos que ya no pueden cubrir con sus ingresos.
Lejos de ser percibidas como una señal negativa, el gobierno considera a esas ventas forzadas como parte de su estrategia. De hecho, el propio Milei suele señalar que con el freno total a la emisión de pesos argentinos, el proceso de “remonetización” de la economía tendrá lugar con los dólares que un sector de la población mantiene en el colchón. En esa línea, descartada al menos en el corto plazo la promesa electoral de la dolarización, la intención del gobierno ahora pasa por avanzar hacia un proceso de “dolarización endógena” –así lo definió Milei-, que se daría por un incremento en la cantidad de divisas que empezarán a circular en la economía desplazando al peso argentino.
Efectos colaterales
Si bien la escasez de pesos argentinos es uno de los factores que ayudan a alcanzar el doble objetivo de moderar el alza de la inflación y mantener bajo rienda corta a la cotización de los dólares paralelos, el apretón monetario, sumado al ajuste fiscal, está provocando también un durísimo impacto sobre los niveles de actividad económica y consumo.
El derrumbe alcanza a casi todos los rubros. En marzo, el Índice Construya (IC), que mide los volúmenes vendidos al sector privado de los productos para la construcción, se mantuvo 40% por debajo del nivel registrado hace un año. En tanto, el mes pasado la producción de vehículos cayó 29,4% interanual y las ventas a concesionarias descendieron 20,8%, según la Asociación de Fábricas de Automotores (Adefa). El consumo minorista tampoco escapa al desplome. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) reveló que en marzo las ventas minoristas de los comercios pymes registraron una caída interanual del 12,6%, con retracciones que, por ejemplo, llegan al 15,5% en el rubro Alimentos y Bebidas.
Además de la profundización de la recesión, un sector de economistas advierte sobre otros riesgos que podrían surgir a mediano plazo. Una herramienta clave de la estrategia dirigida a absorber pesos argentinos excedentes es el Bono para la Reconstrucción de una Argentina Libre (Bopreal), un título emitido por el Banco Central que solo pueden suscribir los importadores que tenían deuda comercial acumulada antes del 13 de diciembre. Con ese bono, el gobierno no solo logró posponer el pago a importadores de la deuda heredada de la gestión anterior, sino que provocó un desarme de posiciones en pesos argentinos de quienes lo suscriben. El atractivo del Bopreal es que es ofrecido a la cotización del tipo de cambio oficial mayorista y se pagará en dólares en plazos que llegan hasta 2027. Para algunos economistas como el exministro de Economía Martín Guzmán, esas condiciones implican una transferencia del riesgo cambiario desde las empresas importadoras que pueden suscribir el bono hacia el resto de la sociedad.
Con un ajuste fiscal inédito y el cierre del grifo de la emisión monetaria al menos para financiar al Tesoro, el gobierno de Milei ha logrado alejar el fantasma de una espiralización de la inflación en Argentina. Sin embargo, esa estrategia también viene empujando a la economía a una híper recesión que continúa profundizando el dramático cuadro social dejado por el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
“Hay cierto mérito en el gobierno de Milei en ir contrayendo la emisión monetaria excedente que le dejó el kirchnerismo sin ir a ningún tipo de confiscación bancaria ni nada parecido”, dijo Colinia.