Hay momentos en los que dos fuerzas de cambio se encuentran, no por azar, sino por una necesidad concreta. Eso está ocurriendo en el presente con la inteligencia artificial y las criptomonedas. No nacieron juntas, pero hoy se están conectando en el núcleo mismo de una transformación profunda. La IA está cambiando cómo pensamos y decidimos. Las criptomonedas, por su parte, están reconfigurando cómo intercambiamos valor y cómo se construye la confianza. Ambas están desafiando estructuras que, hasta hace poco, parecían inamovibles.
Hasta ahora, las inteligencias artificiales aprendían a partir de lo que les dábamos. Eso ya cambió. Estamos empezando a delegarles tareas complejas: desde decisiones económicas hasta procesos logísticos. Y eso plantea una pregunta importante, no técnica, sino más profunda: ¿con qué tipo de dinero operarán las máquinas?
En este Finanzas de Bolsillo exploraremos cómo la inteligencia artificial y las criptomonedas están empezando a colaborar, no desde la teoría, sino desde proyectos concretos que ya están funcionando. Veremos por qué su encuentro podría reescribir las reglas de la economía, y qué papel podrán jugar las DAOs (Organizaciones Automátas Descentralizadas) en este nuevo escenario.
Dos revoluciones
La inteligencia artificial y los criptoactivos no solo están transformando industrias, están cambiando las bases mismas de lo que entendemos por decisión y por valor. La IA ya no se limita a ejecutar tareas mecánicas: está empezando a asumir funciones que, hasta hace poco, eran exclusivamente humanas, como interpretar, ordenar prioridades, o directamente tomar decisiones.
Por otro lado, los criptoactivos no son solo versiones digitales del dinero, sino más bien formas nuevas de establecer confianza. Una confianza que no depende de personas, sino de código. Que no cambia. Que no tiene fronteras. El dinero tradicional (el fiduciario) fue pensado para humanos. Tiene reglas, ritmos, autoridades y también tiene límites: necesita permisos, intermediarios, horarios. Las criptomonedas funcionan distinto, al estar diseñadas para un entorno sin fricciones, sin permisos y en tiempo real. Es un tipo de dinero que una IA puede utilizar tan fácilmente como accede a una base de datos o lanza una instrucción.
En el fondo, ambas tecnologías apuntan a lo mismo: eliminar intermediarios. La inteligencia artificial lo hace en el mundo del conocimiento y los procesos. Las cripto, en el del dinero y la validación. Una descentraliza la inteligencia. La otra, la confianza. Y cuando estas dos dinámicas coinciden, surge algo distinto. Aparece un entorno donde la economía puede funcionar sin bancos… y sin cerebros humanos.
No se trata de una coincidencia técnica. Es algo estructural. La IA necesita datos confiables, redes seguras, normas claras y capacidad de acción sin fricciones. La blockchain le ofrece exactamente eso: un sistema donde cada acción se puede verificar, cada acuerdo se puede ejecutar, y cada participante —humano o no— puede operar sin pedir permiso.
En un mundo donde los algoritmos ya comienzan a tomar decisiones económicas de forma autónoma, el dinero tradicional no alcanza. No fue creado para ellos. Las criptomonedas sí. Por eso, cuando la inteligencia deje de ser solo humana, la economía también dejará de serlo.
Casos reales
El tema que abordamos hoy en este Finanzas de Bolsillo no es una predicción lejana ni una idea de laboratorio. Así como en el 2013 se habló de la existencia del Bitcoin mucho antes de que se vuelva conocido, hoy hablaremos de tres proyectos en marcha donde la inteligencia artificial y las criptomonedas no solo se encuentran, sino que se potencian mutuamente.
Render Network (RNDR): Imaginá que tenés una computadora con mucha potencia, pero que no usás todo el tiempo. Render te permite alquilar esa capacidad a personas o empresas que necesitan entrenar modelos de inteligencia artificial. En lugar de depender de servidores gigantes como los de Amazon o Google, se construye una red global con miles de computadoras distribuidas. ¿El pago? En criptomonedas. Directo, sin intermediarios bancarios. Funciona.
Fetch.ai: Esta red opera con lo que llaman “agentes autónomos”. No son usuarios ni empresas, sino programas que pueden actuar por cuenta propia. Un ejemplo concreto: un auto eléctrico puede usar Fetch.ai para buscar la estación de carga más cercana, negociar el precio y reservar el turno. Todo eso lo hace solo, sin que nadie intervenga. Las operaciones se pagan y coordinan en cripto. Sin apps centrales, sin comisiones de terceros. Solo software cumpliendo su función.
Ocean Protocol: Los modelos de inteligencia artificial necesitan grandes volúmenes de datos para aprender. Pero la mayoría están en manos de corporaciones. Ocean propone otro modelo: un mercado abierto de datos. Personas, empresas u organizaciones pueden subir información, decidir a quién se la venden y hacerlo usando criptomonedas. En lugar de un sistema cerrado, aparece otro donde cualquiera puede ofrecer sus datos de manera segura, trazable y sin perder el control.
Estos proyectos no están en fase de prueba. Están activos. Generan tráfico, movimiento de tokens, decisiones automatizadas y creación de valor. No hay que imaginar lo que podría pasar: Ya está pasando. A medida que el dinero se vuelve más programable y las decisiones económicas las empiezan a tomar agentes no humanos, las criptomonedas no solo ganan relevancia, sino que se vuelven inevitables.
Conclusión
Si la inteligencia artificial puede aprender, decidir y actuar, y si las criptomonedas pueden transferir valor sin intermediarios, entonces estamos frente a una combinación que no solo cambia el qué, sino el cómo y el quién. El resultado es una tecnología más eficiente, una economía con nuevas reglas, en donde las operaciones no requieren autorizaciones, las decisiones no requieren personas, y el valor circula sin fricción. [La Nación/GDA]
La popularidad de las memecoins
Aunque inicialmente fueron concebidos como una broma o chiste viral, hoy son una realidad que no se puede ignorar en el universo de los criptoactivos. Estas criptomonedas han ganado una popularidad masiva y una capitalización de mercado que desafía las expectativas de muchos. Dogecoin es el ejemplo más famoso, pero el fenómeno se ha extendido a muchas otras monedas como Shiba Inu y PEPE, entre otras. Los memecoins nacen y crecen en comunidades en línea, impulsados por la viralidad de los memes que los inspiran y las campañas en redes sociales.
Estos tokens no suelen tener una utilidad clara en términos tecnológicos, como podría ser el caso de Bitcoin o Ethereum, pero su atractivo radica en la cultura de Internet y en la especulación. Las historias de ganancias rápidas y los respaldos de figuras públicas como Elon Musk han alimentado aún más el frenesí en torno a estos activos.
La capitalización total del mercado de los memecoins supera los US$ 30.000 millones, y aunque este valor es impresionante, su rentabilidad suele depender de ciclos especulativos extremadamente volátiles. Si bien algunos inversores han logrado obtener ganancias significativas, los riesgos son extremadamente altos. La falta de un caso de uso sólido, la posibilidad de manipulación en los mercados no regulados y la volatilidad extrema hacen de los memecoins una opción altamente especulativa. A pesar de estos riesgos, hay que reconocer que los memecoins representan una especie de “lotería” en el mundo cripto, donde muchos entran con la esperanza de un golpe de suerte más que con un análisis técnico o fundamental detrás.