Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay
Es palpable como la industria de la construcción, privada, y sustancialmente vivienda, se viene desarrollando a un muy buen ritmo.
Desde siempre, las ciudades las han construido, previa inversión, los promotores privados, debidamente asesorados por profesionales en el diseño del proyecto, obviamente, más otros tantos que han tenido que ver
con la realización de lo que se pretendió ejecutar.
Sin duda, existen y existieron visionarios, que imaginaron zonas donde ir a construir, que desarrollaron modelos de infraestructura pertinentes, que arbolaron zonas, que inventaron parques, hasta fomentaron la instalación de alguna escuela cerca de algún complejo edilicio.
Todo sale de la imaginación, seguramente de algún arquitecto, que primero soñó alguna vivienda ante un determinado baldío y luego, cristalizó ese sueño en una decorosa realidad. Claro, el promotor hubo de arriesgarse e invertir y muchas veces tambiénconstruir.
Por qué intitulamos la nota de esa manera? Porque se constata a través de estas tres décadas y media, desde la fundación de APPCU (pero desde mucho antes, obviamente), que el promotor arriesga su capital, su tiempo,
su salud y la salud de los obreros, en pos de cristalizar precisamente un sueño: el ver materializado un edificio, pongamos como ejemplo, un bien social que albergará gente del espectro social que sea, tanto en carácter de propietario o arrendatario.
Porque también es notorio, que el promotor privado podría ralentizar su proceso de inversión e incluso diversificarlo, donde seguramente en este segundo aspecto, ya no dependería de él, el destino de dicha inversión.
Y esto es al margen de que, si hay algo seguro donde invertir hoy en plaza, es precisamente en ladrillos, dadas las malas experiencias que vivimos en inversión en otro tipo de fondos y la volatilidad de los ejemplos bursátiles.
El ladrillo se va acumulando, uno tras otro, hasta definir un edificio o una casa, que está allí, tangible y que no dependerá de eventos extraordinarios o de actitudes desprolijas. Harina de otro costal, serán los vaivenes que sufre la moneda en que se comercializa, pero lo cierto que eso no es óbice para que siempre se cumpla con el objetivo planteado.
Sin pestañear podemos decir desde la gremial, que el promotor tiene una enorme responsabilidad cuando se vincula a un emprendimiento inmobiliario. Empezando por el más importante y no me estoy refiriendo a una posible utilidad económico-financiera. Me refiero a la seguridad de la gente que trabaja en una obra. Se vela por ella, hay prevencionistas que recorren las obras, la seguridad es hoy un aspecto determinante, en una
obra el promotor hace caudal de dicha trascendencia.
Eso es también al margen de la responsabilidad social empresarial, que se
constituyó en ley, donde el promotor deberá proporcionar al obrero todas
las herramientas para que pueda trabajar con orden, disciplina y en un
entorno confiable. No se requería dicha ley, para que ya se trabajara así,
por lo menos en lo que refiere a los asociados de APPCU, pero
agregaríamos a las gremiales del sector.
Después lo recurrentemente expuesto: lo que dura un proyecto inmobiliario. Desde que se le pone pensamiento a una idea, se compra un terreno, se arma o no necesariamente, un grupo inversor, se contrata personal, empresa constructora, profesionales, etc…, hasta que efectivamente comienza el proyecto y hasta su final, sin perjuicio de la comercialización de las unidades, se suceden 3, 4 y hasta 5 años, depende del porte de la obra, entre otras consideraciones.
Y allí la vida económica fluctúa, los gobiernos pueden cambiar, el dólar se dispara, el dólar se contrae, hay disponibilidad de obreros, no la hay, se importan materiales o se compran nacionales, lo cierto es que se suceden una serie de factores que no se agotan en un instante o en una serie de pequeños instantes. Otra gran responsabilidad del promotor, que no tiene prurito en lidiar con esas circunstancias y se lanza a la inversión de una nueva idea.
Entonces, vaya que la zona de confort, esa que pueda traer aparejado una inversión de otro tipo como se mencionó, no está inserta en la cabeza del promotor inmobiliario, que, por encima de una eventual recompensa económica, está en sus entrañas construir y lograr un producto arquitectónico que mantenga las ciudades estéticamente acordes a una urbanidad digna.
Vaya que la vivienda promovida puede dar cuenta de ello.
Cómo nos dijera una ex intendenta de Montevideo, al término de su mandato: “han revolucionado la ciudad”, referido a la capital. No hay razones para que ese trillo cambie; lo tienen incorporado y las generaciones futuras, lo aprehenden y no lo sueltan…