Los 140 años del Círculo Católico, las claves y la historia de una institución que mantiene su esencia y que mira al futuro

En una noche de gala en el Auditorio Nacional del Sodre, el Círculo Católico de Obreros del Uruguay conmemoró sus 140 años de evolución junto a la sociedad uruguaya. La celebración, que tuvo como eje la reafirmación de su espíritu fundacional, la adaptación a los complejos desafíos del presente y una clara visión de futuro, se vio engalanada con la presentación de un libro de lujo, un volumen testimonial que documenta su legado y los modos en que sus distintas etapas impactaron en el país.

Estefania Leal/Archivo El Pais

Una misión vigente

La velada artística contó con la actuación de Francis Andreu, quien ofreció un emotivo repertorio en homenaje a Jaime Roos, y del popular Agustín Casanova. En su discurso central, el presidente de la institución, Daniel López Villalba, enmarcó el sentido del festejo: “Celebrar 140 años no es solo mirar hacia atrás con orgullo, sino también reconocer la vigencia de una misión que sigue más viva que nunca: promover la dignidad humana y el bien común”. Subrayó que el Círculo ha sido siempre “una institución de puertas abiertas comprometida con la salud, la formación, la fe y el servicio”, y que la celebración es “un homenaje a todos quienes con entrega y visión han hecho posible este legado”.

Estefania Leal/Archivo El Pais

Solidaridad y ayuda mutua: el espíritu intacto

La esencia de la institución, que hoy brinda cobertura a 125.000 socios, permanece firmemente anclada en sus principios originales. Cecilia López, coordinadora general del Círculo Católico, explica que este espíritu es la base sobre la que se construye el presente.

“Los círculos tienen como esencia ser instituciones mutuales, basadas en el principio de la solidaridad, de la equidad, de la ayuda mutua”, afirma. Este concepto, heredado de sus orígenes europeos y cimentado en la doctrina social de la Iglesia, se traduce hoy en un modelo de atención que busca la cercanía y la empatía. “Somos una familia que cuida familias”, resume López, destacando una visión que trasciende lo meramente asistencial para entender al socio en su integralidad: su entorno, sus emociones y su bienestar general.

Responder al presente: el desafío de la cercanía

Atender las necesidades del presente es, quizás, el mayor desafío en un contexto de altas expectativas por parte de los usuarios. “Es probablemente el mayor desafío que tiene el sistema: lograr con los recursos que tiene poder mejorar la accesibilidad de la atención”, reconoce López. La respuesta del Círculo es una gestión proactiva y profundamente humana. “Buscamos cuidar el contacto personal. Para nosotros, cada socio es una persona”, asegura. Esta filosofía se materializa en acciones concretas, como la revisión diaria de la demanda insatisfecha para ajustar la oferta de turnos y un seguimiento cercano cuando surgen imprevistos. Este enfoque genera un diferencial palpable y construye una relación de confianza y lealtad en un sistema cada vez más competitivo.

Una mirada hacia el futuro: innovación y crecimiento

Mirando hacia adelante, la institución apuesta decididamente por la innovación y la expansión de su modelo de atención. El próximo gran paso es la inminente inauguración de un moderno centro en Montevideo. “En breve estaremos inaugurando un nuevo policlínico denominado ‘policlínico 360 Juan Pablo Segundo’”, anuncia López.

Este proyecto materializa la visión de futuro, ofreciendo en un mismo lugar múltiples especialidades, una gran farmacia, imagenología, laboratorios, un estacionamiento para 90 vehículos y hasta espacios de cowork. La inversión en infraestructura y tecnología busca solucionar las necesidades del primer nivel de atención de forma integral y cómoda. “Es un nuevo concepto que buscamos luego poder replicarlo en otras ciudades”, agrega, señalando una estrategia de renovación y crecimiento continuo.

Más que salud: una historia que impactó en la sociedad

La historia del Círculo Católico de Obreros se remonta a 1885, cuando laicos católicos, inspirados en movimientos similares de Francia y España, decidieron fundar una organización para la protección de la clase trabajadora. Tomaron los estatutos europeos y los adaptaron a la realidad uruguaya, logrando la autorización oficial de la asociación civil en 1891. La institución creció a través de la fundación de círculos locales en distintos barrios y ciudades, que finalmente se unificaron en el "Círculo Católico de Obreros del Uruguay", consolidando un movimiento de alcance nacional fundamentado en la solidaridad y la fe cristiana.

En sus inicios, su campo de acción era mucho más amplio y abarcaba la protección social de forma integral. “Originalmente no era solo salud, eran muchas otras prestaciones que hacían a atender las necesidades del obrero de cada tiempo”, detalla López.

El Círculo fue pionero en áreas hoy cubiertas por el Estado, de ahí su impacto en la sociedad uruguaya. Allí se crearon las primeras escuelas nocturnas para la formación en oficios; funcionó la primera oficina de trabajo del país, un espacio de mediación entre obreros y patrones; y nació la "caja obrera", un innovador sistema para proteger el ahorro de los trabajadores en una época sin redes de seguridad social formales. Con el paso del tiempo, la institución centralizó su labor en la salud, sin abandonar jamás la filosofía de cuidado y protección social que le dio vida hace 140 años.