Por el doctor Fernando Belhot (*)
El IVA personalizado está hoy en debate y a estudio de las nuevas autoridades. Se trata una herramienta fiscal que intenta ajustar el impuesto al valor agregado (IVA) en función de las características del consumidor, como pueden ser sus ingresos o sus hábitos de compra.
Esta herramienta, se afirma, podría formar parte de una reforma fiscal en la que estaría trabajando el nuevo gobierno.
Los defensores del IVA personalizado afirman que este instrumento traería aparejada una mayor equidad fiscal, porque permitiría que las personas de más bajos ingresos paguen menos impuesto sobre los bienes de la canasta básica.
En lo personal no comparto esta posición, porque en la actualidad la mayoría de dichos bienes ya están exonerados de IVA o tributan a la tasa mínima.
En consecuencia, no alcanzo a ver los beneficios que proclaman quienes impulsan este instrumento. Por el contrario, entiendo que la herramienta que se propone aumentaría los perjuicios. Por lo pronto, habría que gravar con IVA aquellos bienes que hoy se encuentran exentos, y generalizar con un IVA básico al resto de los bienes, aunque fuera a una tasa menor.
Quienes impulsan el IVA personalizado sugieren también que la implementación del mismo podría representar un desincentivo para el consumo de bienes “nocivos”. Sin embargo, en lo personal no creo que esa deba ser la función de un tributo que es de carácter neutro. Además, ya existen otros tributos que cumplen esa función, como los que gravan los cigarrillos, las bebidas alcohólicas, etc.
Como contrapartida, entiendo que hay un aspecto que no se ha contemplado como debería y es que las dificultades administrativas que generaría la implementación de un IVA personalizado aumentaría los costos de gestión. Quizá hasta podría ser mayor el costo que el beneficio.
Además, este tributo personalizado, al ser de difícil estructuración, puede aumentar los riesgos de evasión y manipulación para la obtención de tasas más bajas. Es decir que, al generalizar el mismo, podrían aumentar los incentivos para la informalidad.
Pero a mi juicio el problema más grande que generaría la implementación de un IVA personalizado es el de la intromisión en la privacidad de la vida de los ciudadanos. Se le debería dar a la Autoridad Fiscal la posibilidad de entrometerse en la vida privada de las personas, al punto de llegar a saber qué consumen o de conocer los datos financieros de cada ciudadano. Con ello, en mi opinión, se estaría generando un problema ético de dimensiones inconmensurables.
En aras de un supuesto beneficio, que francamente no compensaría el daño que podría ocasionar al bien superior que es la privacidad de la vida de las personas, se estaría violando un Derecho Humano fundamental que está consagrado por la Constitución de la República.
Por último, no tengo conocimiento que ningún país haya implementado un sistema de IVA integralmente personalizado, sino que existen diferentes sistemas de diferenciación de tasas, en virtud de bienes o servicios y no se adaptan a nivel individual.
En consecuencia de todo lo dicho, entiendo que el IVA personalizado es un tributo negativo desde el punto de vista técnico, administrativo y ético.
(*) Es doctor en Derecho y Ciencias Sociales, especializado en Fiscalidad Internacional.