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Trece vidas en laberinto infernal

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Ben Reymenants, buzo experto en operaciones en cuevas, relató que “la corriente de agua y barro que encontré allí me empujó porque tiene la fuerza de un río. Foto: AFP

El apoyo de todo el mundo

Rescate de los chicos y su entrenador en una cueva plantea peligro y enormes obstáculos.

El operativo para rescatar a los doce chicos de entre 11 y 16 años que se encuentran atrapados junto con su entrenador de fútbol en la cueva de Tham Luang, en Tailandia, desde hace dos semanas, deberá esperar tres o cuatro días más, anunció Narongsak Osottanakorn, el comandante del salvamento.

Al mantenerse condiciones del tiempo bastante buenas —ayer hubo lloviznas— los equipos de expertos en rescates se enfocarán en mantener el suministro de oxígeno en la cueva y en realizar perforaciones con la esperanza de poder acceder por esa vía al lugar donde se encuentra el grupo, indicó Narongsak. Si bien tres de los atrapados fueron descriptos como debilitándose, Narongsak manifestó que en términos generales los chicos y su entrenador se encuentran en condiciones buenas, teniendo en consideración las circunstancias."Todos los chicos están saludables, contentos y seguros", sostuvo.

Los equipos de rescate hicieron más de cien perforaciones en la montaña —una de ellas de más de 400 metros de profundidad— pero ninguna ha permitido conectar con la caverna donde está atrapado el grupo. "No sabemos dónde perforar con exactitud para poder sacarlos de allí", reconoció Narongsak.

Niños en la cueva, madre mostrando foto de su niño
Foto: EFE

El nivel de oxígeno en la cueva, que ha sido medido en un nivel bajo del 15%, se mantiene como la mayor preocupación, señaló. Los equipos de rescatistas intentan introducir una manguera desde la entrada a la cueva con la finalidad de bombear aire.

El temor de que se terminara el oxígeno indujo a los expertos a considerar un rescate submarino inmediato, pero esa eventualidad planteó problemas prácticos significativos. Guiar a doce niños y un adulto con seguridad a través de un laberinto de casi cinco kilómetros poblado de peligro, es un plan intimidante, admitieron. La situación se hace más difícil porque ninguno de los niños sabe nadar y mucho menos usar equipo de buceo. Un buzo experimentado necesita once horas para realizar un trayecto de ida y vuelta hasta los niños, seis de ida y cinco de vuelta.

"Como ustedes comprenden, las autoridades tienen una carga tan pesada como una montaña sobre sus hombros", dijo Narongsak.

Algunos jerarcas tailandeses propusieron dejar a los niños y su entrenador en la cueva durante cuatro meses hasta que el agua descienda para que puedan salir caminando. Sin embargo, Narongsak estimó que ese proceso llevaría más tiempo —hasta diciembre o enero— para que el nivel del agua resulte suficientemente bajo. "Seguimos en una guerra contra el agua y el tiempo", afirmó.

Rescatistas en la cueva
Foto: AFP

Riesgos.

Esta es la temporada de los monzones —viento periódico que sopla en determinados mares— y cuando retornen las lluvias intensas, pueden enviar una masa de agua hacia el complejo de cuevas, poniendo en peligro al grupo. Narongsak dijo que si eso ocurriera, las autoridades deberían realizar un rescate submarino.

"Cuando no tengamos opción, tendremos que tomar una decisión", enfatizó. "No queremos cometer un error".

Narongsak ofreció sus condolencias a la familia de Saman Gunan, el ex buzo de la Armada de Tailandia que murió el viernes después de colocar tanques de oxígeno adicionales en uno de los pasajes inundados del complejo de cuevas. Asimismo, agradeció a los rescatistas extranjeros que llegaron a Tailandia para colaborar con el operativo. "No conocen al pueblo tailandés. Están aquí arriesgando sus vidas por personas que no conocen".

La euforia inicial en Tailandia y alrededor del mundo cuando las trece personas fueron encontradas con vida, ha dado paso a una sensación de angustia, como consecuencia de los enormes desafíos y el peligro implícitos en un operativo de rescate que debe realizarse en condiciones adversas.

"Cuando los encontramos, pensamos que los chicos podrian sobrevivir mucho tiempo", indicó el comandante de los buzos de la Armada tailandesa, vicealmirante Arpakorn Yookongkaew. "Sin embargo, ahora, la situación ha cambiado. Tenemos un tiempo limitado. Debemos trabajar con intensidad".

Niños en la cueva
Foto: AFP

Desafío.

El complejo de cuevas, del que solo existen mapas parciales, tiene diferentes obstáculos. "Todo es agua y oscuridad", dijo Arpakorn. "Hay muchos pasajes, hacia arriba y hacia abajo. Podemos decir que esta es una misión brutal".

Bajo el agua, todo resulta diez veces más difícil que en la superficie, coinciden en evaluar los expertos en rescates submarinos. Comunicarse, resolver problemas técnicos complejos, proveer asistencia de emergencia o simplemente moverse, se hace muy difícil. El terreno varía de una zona a otra, pasando de fondos de arena, a barro y rocas del tamaño de una casa. En un lugar, las aguas convergen y crean fuentes termales intermitantes.

Ben Reymenants, un buzo de Bélgica, describió que las corrientes fluyen con rapidez, sobre todo cuando llueve y el nivel de las aguas crece en el interior del complejo de cuevas. Hay tramos muy estrechos, pero las circunstancias lo llevaron a explorar el lugar. "Habitualmente, me daría vuelta y desistiría", comentó Reymenants. "Pero, habitualmente no me encuentro ante una situación en la que hay doce chicos atrapados. Salvar sus vidas es el gran objetivo".

Visibilidad cero

Ben Reymenants, de 45 años, oriundo de Bélgica y buzo experto en operaciones en cuevas, relató que "la corriente de agua y barro que encontré allí me empujó porque tiene la fuerza de un río. Es un operativo muy difícil porque hay visibilidad cero. No podía ver el medidor de profundidad ni el reloj. No tenía ningún punto de referencia". Reymennants acompaña en la tarea de intentar un rescate a los 110 buzos de la Armada de Tailandia, así como a colegas de Estados Unidos y del Reino Unido que llegaron con la finalidad de salvar las trece vidas.

Desde la cueva

"Preparen la fiesta y mi comida preferida"

Los 12 adolescentes atrapados en una cueva de Tailandia enviaron ayer sábado, a través de los buzos, cartas a sus familiares. El entrenador de fútbol de los menores también hizo llegar una carta a los padres, pidiéndoles disculpas: "Gracias por todo el apoyo moral, pido perdón a todos los padres", dijo Ekkapol Chantawong, de 25 años, en la misiva publicada por los socorristas.

El sentimiento de culpabilidad del joven entrenador está en el centro de los debates del país, blanco de críticas por haber llevado a los niños a una cueva que se podía inundar durante las lluvias del monzón.

"No se preocupen, papá y mamá. Hace dos semanas que me fui pero volveré para ayudarlos en la tienda", escribió Bew.

"Estoy bien, pero hace un poco de frío aquí. No se preocupen por mí. No olviden de prepararme una fiesta de cumpleaños", dice otro niño, Duangphet, firmando con su apodo, Dom.

"Si salgo, por favor, llévenme a comer moo krata", un plato tailandés preparado sobre la base de cerdo y verduras, pide otro, Piphat, conocido como Nick.

A su vez, Ekkarat Wongsookchan, de 13 años, pidió a sus padres que "no se preocupen por mí. En poco tiempo estaré de vuelta".

"¡Estoy feliz por ver su letra en esta carta!"

"Los quiero, papá, mamá y mi hermana. No hace falta que se preocupen tanto por mí", escribe Pheeraphat, que firma con su apodo, "Night".

"Papá y mamá te esperan para celebrar tu cumpleaños. Recupérate pronto. Sé que tú puedes hacerlo", le habían escrito sus padres. Su hijo, golero del equipo Jabalíes Salvajes, cumplió 16 años de edad atrapado en la gruta, el 23 de junio.

"Estoy tan feliz de haber visto su carta, su letra", reaccionó Supaluk Sompiengjai, madre de Pheeraphat, en declaraciones a la AFP.

La marina tailandesa publicó las cartas de los menores después de varios días sin difundir un video de los niños. Era la nueva prueba de vida que los padres esperaban ansiosos. "¡Qué más da cuánto tiempo hay que esperar, mientras esté bien!", añade la madre de Pheeraphat, que vive en una pequeña aldea de la provincia de Mae Sai, en el norte de Tailandia, en la frontera con Birmania. En el freezer guarda la torta de cumpleaños que preparó con cariño para su hijo. FUENTE: AFP

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