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¿Masacre importada?

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Diez personas, entre ellas cinco adolescentes, murieron en el tiroteo. Foto: Reuters

OPINIÓN

Es necesario encarar la hipótesis de que, al importar el discurso político sobre armas de Estados Unidos, hayamos importado también las masacres aleatorias en lugares públicos. Fueron dos seguidas. Uno en la Catedral de Campinas, en diciembre, y ahora éste, en Suzano.

Brasil es violento. Siempre lo fue. Pero reconocemos nuestra violencia. Los policías militarizados, muchas veces negros, que suben al morro y matan a traficantes, casi siempre negros, no son muy distintos de los capitanes, también en general negros, que subían a los quilombos para matar a esclavos que escapaban. La elite brasileña siempre ha tercerizado la práctica de la violencia para combatir la violencia que viene de los negros pobres.

Son patrones documentados desde la Colonia: linchamientos. Grupos de exterminio por oficiales de la ley. Tortura de gente pobre. Y, por supuesto, la furia rencorosa del hombre pobre que, en un país desigual, mata con odio al que asalta. El crimen con igual odio del hombre en relación a la mujer que descubre no controlar.

No va aquí ninguna defensa de cualquier violencia. Todas deben enfrentarse a la Justicia. Pero nosotros reconocemos la cara de nuestra violencia. Ella nos pertenece y es secular. Así como reconocemos crímenes que no son nuestros.

Hay masacres aleatorias puntuales. En 1999, un chico mató a tres en un cine, en San Pablo. En 2011, un exalumno mató a 12 en una escuela carioca. Sólo que ahora tenemos dos seguidos. Y es justamente cuando el presidente de la República hace, de las armas, su principal símbolo político.

Las masacres contra víctimas aleatorias, en Estados Unidos, están documentadas desde el siglo XIX. Es su cultura. Sólo no eran frecuentes.

La NRA, Asociación Nacional de Rifles de los Estados Unidos, fue por más de un siglo un pacífico club de cazadores. En 1977, un grupo de militantes políticos profesionales hizo una maniobra para asumir el mando de la entidad y la transformó, a partir de los años Reagan, en un poderoso lobby pro Partido Republicano y pro armamento. Repentinamente, el derecho de tenencia de armas, que no movilizaba a nadie al debate, se convirtió en uno de los principales temas de la política. No hay político que no tenga posición sobre el asunto. A todo político se le pide su posición al respecto.

En los años de Clinton, cuando se radicalizó el debate entre republicanos y demócratas y la cuestión de las armas se impuso de nuevo en la agenda política, también las masacres en escuelas comenzaron a ser comunes.

No es posible afirmar que Campinas y Suzano sean consecuencia de un presidente cuya principal marca sea el armamentismo. Pero la hipótesis grita.

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