Los musulmanes ya regresaron a este ancestral bastión de los moros, el último punto de resistencia del islamismo en España antes de que el emir Boabdil del siglo 15, besara la mano del Rey Fernando y renunciara a la ciudad con un legendario suspiro.
Sin embargo, la fila de hombres que rezan, arrodillados en el interior de la nueva mezquita de la ciudad, no está compuesta de moros de tiempos modernos; son conversos europeos bien educados.
Si bien la inmigración está difundiendo el Islam de manera gradual a lo largo de Europa, un movimiento surgido desde el interior le está dando mayor impulso en España, donde una generación de intelectuales posteriores a Franco están reevaluando el pasado moro del país y rescatando la identidad española para incluir influencias islámicas que, hace varios siglos, eran rechazadas por ser vistas como una herejía.
El movimiento no tiene sus raíces en el fundamentalismo islámico de austeridad, que prevalece últimamente en la imaginación de Occidente, sino en la generación de los beatniks y los hippies que emprendieron búsquedas espirituales a Marruecos cuando era una Meca de la contracultura donde abundaba el sol, la arena y hachís barato.
La conversión religiosa tiene una larga tradición en España, tierra tan cercana al norte musulmán de Africa como al resto de la Europa cristiana a través de los Pirineos. Durante los 800 años de dominio islámico, muchos cristianos se convirtieron al Islam. Tras la reconquista cristiana, los musulmanes fueron obligados a convertirse al cristianismo.
Todo lo anterior vuelve a los españoles más proclives a aceptar el islamismo. Los nuevos musulmanes atrajeron a intelectuales de la izquierda política que iban en busca de una alternativa espiritual al estricto catolicismo que prevalecía en la vida bajo Franco. Los conversos españoles al islamismo actualmente se cuentan por decenas de miles.
Granada tiene aproximadamente 15.000 musulmanes hoy día, en su mayoría marroquíes e inmigrantes sirios, así como estudiantes del norte de Africa que oran en tres salas de rezos ubicadas en diferentes partes de la ciudad.
Sin embargo, los cerca de 1.000 conversos de la ciudad son muy significativos, ya que le dan al islamismo una voz que no puede ser ignorada.
Un pequeño grupo de ellos se establecieron en la vieja sección de los moros. Encontraron un sitio para construir una mezquita y, en 1981 los abanderados de la idea se embarcaron en un viaje al Golfo Pérsico, con la esperanza de reunir los 10.000 dólares que necesitaban para comprar la tierra.
Aceptaron contribuciones de Libia, Marruecos, e incluso Malasia, aunque buena parte del financiamiento provino del Emir de Sharjah, uno de los gobernantes de los Emiratos Arabes Unidos.
Por toda Europa, los planes para construir mezquitas se han multiplicado, pero se han topado con la resistencia de las comunidades de cristianos tradicionales, donde la gente teme que el crecimiento del Islam esté cambiando el carácter de sus poblados.
Aunque, quizás, en ninguna otra parte ha suscitado tantas emociones una mezquita como en Granada, donde la ubicación, al otro lado de una cañada desde donde se ven las fortificaciones rojo cobrizas del último asidero del islamismo, lleva consigo un simbolismo inequívoco. Por más que digan que solo "hemos creado una nueva comunidad de este sitio y esta época".
© "The New York Times"