NUEVA YORK. Los neoyorquinos que salieron ayer de copas tuvieron su última oportunidad de acompañar la velada con un cigarrillo, ya que a medianoche entró en vigor una ley que prohíbe fumar en casi todos los lugares públicos. La prohibición de fumar en bares, restaurantes y otros lugares públicos con empleados, ha suscitado ríos de tinta a favor y en contra.
Una encuesta de la Universidad Quinnipiac reveló en noviembre que un 54% de los neoyorquinos respaldaba la iniciativa, mientras que un 41% se oponía a ella, aunque una gran mayoría reconocía que inhalar el humo de cigarrillos de forma pasiva era bastante o muy dañino. Las autoridades sanitarias han insistido en que proteger la salud de empleados y clientes en más de 25.000 establecimientos públicos es precisamente el objetivo central de la ley y que puede salvar la vida de alrededor de un millar de fumadores pasivos que se calcula mueren cada año a causa del tabaco. Los socios de clubes privados sin trabajadores asalariados, los clientes de bares dedicados al consumo de cigarros puros o quienes acudan a un bar atendido exclusivamente por su propietario, serán los únicos que no tendrán que salir a la calle con la copa en la mano si quieren encender uno.
El ayuntamiento contempló también como excepción el que algunos locales dispusieran de habitáculos cerrados para fumadores, con estrictas medidas de ventilación y en los que no se permitiría consumir bebidas ni comida, ni la entrada de los camareros. La prohibición de fumar incluye además a más de una decena de prisiones que dependen del ayuntamiento, que albergan a unos 14.000 internos y en las que trabajan alrededor de 10.000 funcionarios, así como a los visitantes.
EFE