Europa y el gas ruso

Gasoducto. Foto: AFP.

ANÁLISIS

Bajar la demanda de gas y acelerar la energía verde ayudará a Europa a reducir sus emisiones, un imperativo cada vez más urgente ya que el mundo sigue calentándose.

Europa se ha beneficiado de un suministro de gas natural relativamente barato proveniente de Rusiadesde hace décadas. A pesar de todo lo que se habla en la actualidad sobre diversificar este suministro, la realidad es que no será sencillo encontrar alternativas. Será una misión de varios años.

El continente importa alrededor del 40% de su gas natural de Rusia. Esa es una cantidad enorme. El gas natural licuado del mercado global sería el sustituto principal, pero la competencia será intensa y es probable que los precios se eleven y se mantengan altos. Los consumidores tendrán que soportar la carga. Sin embargo, incluso si se debe pagar una cantidad adicional para tener seguridad energética, uno de los beneficios añadidos podría ser una transición acelerada hacia combustibles más limpios.

La posición dominante que tiene Gazprom, el gigante energético ruso, como el principal proveedor de gas de la región causaba problemas incluso antes de la invasión a Ucrania. Ahora, la exigencia de Rusia de que los clientes paguen su gas en rublos podría implicar que los cortes de gas comiencen desde mayo, ya que algunos países europeos rechazan este cambio unilateral de los términos del contrato.

La Comisión Europea quiere reducir dos tercios de sus importaciones rusas en 2022 mediante suministros alternativos y una reducción general de la demanda de gas. Sin embargo, incluso un análisis superficial de esta decisión revela que el impacto a corto plazo será fuerte.

Algunos políticos europeos argumentan que este es el precio que se debe pagar por mantener los valores europeos ante la hostilidad rusa. Sin embargo, la conclusión es que un embargo total al gas ruso este año derivaría en dificultades económicas graves para muchos países del continente. Sencillamente, no hay suficiente gas alternativo disponible.

Aun así, el plan de la UE es ambicioso; este año, busca reducir más de 100.000 millones de los 155.000 millones de metros cúbicos de gas natural que Europa importó de Rusia el año pasado. De todos modos, los países de la UE todavía tendrían que tragarse su orgullo y comprarle a Rusia alrededor de un tercio de lo que compran ahora para que operen las industrias y mantener las luces encendidas.

En cuanto al suministro, el objetivo principal es obtener 50.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas natural licuado. Eso será algo difícil de lograr. Con nuevos proyectos y un regreso al mercado de suministros que sufrió interrupciones por problemas técnicos y de producción en 2021, alrededor de 40.000 millones de metros cúbicos adicionales deben estar disponibles en el mercado global, pero Europa no será el único comprador potencial. La creciente demanda en Asia continuará canalizando el gas natural licuado hacia el este, lo que significa que tal vez solo 30.000 millones de metros cúbicos estarán disponibles para Europa. Para conseguir otros 20.000 millones, Europa tendrá que competir por ellos y eso significa dos cosas: habrá precios más altos y otros países acabarán con menos, por lo que tendrán que recurrir a combustibles menos limpios como el carbón.

Los años 2023 y 2024 podrían ser igual de desafiantes, si no es que todavía más que 2022, para los suministros de gas. Europa solo conseguirá alrededor de la mitad de la reducción de las importaciones rusas a través de proveedores de gas no rusos, así que el consumo también debe ser recortado.

La estrategia de la UE es reducir 38.000 millones de metros cúbicos de consumo, lo que representa el 9%, en el transcurso de este año. La estrategia que la UE use para lograr esto podría tener implicaciones importantes a largo plazo.

Un mayor uso del carbón también podría ser una necesidad a corto plazo y ya está ocurriendo en algunos países, pero el enfoque en las energías renovables podría acelerar un cambio hacia un mayor uso de energía libre de carbono en toda la región para 2030.

Algunos países también están reconsiderando su aversión a la energía nuclear, que fue repudiada por muchas naciones europeas tras el desastre de Fukushima en Japón en 2011. Esto no solo avanzaría los esfuerzos europeos hacia la independencia energética, sino que también reduciría las emisiones en concordancia con las metas de Europa para alcanzar la neutralidad de carbono para 2050.

También se está alentando a los consumidores a usar la energía de manera más eficiente.

Aunque es probable que los precios a corto plazo sean un golpe al bolsillo mientras Europa se dispone a divorciarse de su dependencia del gas natural ruso, la estrategia de la UE puede llevar a bolsillos más llenos a largo plazo.

En cuanto a la moral, Europa defenderá sus valores y demostrará su fortaleza ante la agresión rusa. Además, el énfasis en reducir la demanda de gas natural y acelerar el desarrollo de energía verde ayudará a Europa a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero, un imperativo cada vez más urgente ya que el mundo sigue calentándose.

*Presidente del programa de gas natural y director de la iniciativa de investigación de transición energética en el Instituto Oxford para Estudios Energéticos. También es profesor visitante de la Universidad Masaryk en la República Checa y en el College of Europe en Varsovia.

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