MARK STEVENSON
AP Una de las armas más notorias de la historia, el pico para hielo utilizado para matar al líder revolucionario ruso León Trotsky, ha aparecido después de permanecer oculto durante décadas y pocas semanas antes de que se conmemore el 65º aniversario del asesinato.
Pero los exámenes que podrían demostrar la autenticidad de la herramienta devenida arma han sido demorados por una disputa entre su propietaria y los descendientes de Trotsky, que quieren que lo done a un museo revolucionario.
El punzón para picar hielo está ahora en manos de Ana Alicia Salas, cuyo padre aparentemente lo sacó de un cuarto de evidencias mientras se desempeñaba como comandante de la policía secreta, en los años 40.
La mujer desea venderlo, aunque dice que aún no ha decidido por cuánto dinero.
Trotsky murió el 20 de agosto de 1940 en México. Había sido una figura clave en el liderazgo de la revolución rusa de 1917, pero se distanció del dictador Josef Stalin y huyó a México en 1937, acusando a Stalin de haber traicionado la revolución.
Se cree que Stalin, empeñado en terminar con las líneas disidentes del comunismo soviético, organizó el asesinato de Trotsky, en el que un joven —el catalán Ramón Mercader— que se hizo pasar como simpatizante se paró detrás de él y le clavó el arma en el cráneo.
El arma que posee Salas aún tiene manchas de color marrón claro en su superficie. Pero sólo hay una manera de probar si esas marcas son de la sangre de Trotsky, y Esteban Volkov, el nieto del líder revolucionario, tiene la clave: su ADN.
Y el nieto de Trotsky, que mantiene viva la llama revolucionaria y administra la casa de su abuelo, convertida en un museo, sostiene que quiere el punzón para mostrarlo allí.
"Mirándolo objetivamente, esto es una parte de la historia", declaró Volkov en una entrevista en su casa del distrito Coyoacan de México, donde fue asesinado Trotsky.
A pocas cuadras de allí, Salas, la dueña del punzón, dijo a este cronista: "No debería estar en el museo".
Volkov, de 79 años, ha ofrecido una muestra de su ADN para que se hagan los exámenes, pero sólo con la condición de que Salas done la pieza al museo de Trotsky.
Salas, de 50 años, se niega a considerar esa donación, al considerar que la gente "sólo valora los objetos que paga".