CLAUDIO FANTINI
El cementerio de las ideologías dogmáticas. Eso es este último siglo. Lo confirma ver a la administración Bush encaminada tras los pasos de Gordon Brown. Porque es el gobierno británico el que lidera la búsqueda de una salida al desquicio causado por la desregulación absoluta de los mercados financieros.
El dogma colectivista empezó a derrumbarse con el Muro de Berlín. Glasnost y perestroika fueron intentos desesperados de flexibilizar lo inflexible. La planificación centralizada no era multifacética y colapsó. También colapsó en China, donde las reformas dejaron el Estado en manos de un Partido Comunista alejado de las ecuaciones ideológicas de Mao Tse-tung y Chou En-lai.
El fin del colectivismo potenció el resurgir del dogma libremercadista, que instauró la desregulación absoluta de los mercados. Y la crisis global señala el final de la única ideología dogmática que había sobrevivido.
Son hijas del iluminismo, aquel movimiento imprescindible que reivindicó "la razón" contra las justificaciones teológicas del despotismo. El contrapeso de su esencia fue el nacimiento de las ideologías que, pretendiendo desplazar la religión, replicaron el dogma religioso. Desde la fe, la historia es el castigo al hombre por el pecado original que le valió la expulsión del paraíso. Rousseau hace la mimesis del dogma ideológico con el religioso. El pensador ginebrino habla de un origen de libertad, que deviene en tragedia a partir del acontecimiento que irrumpe expulsando al hombre a la desventura histórica. Esa irrupción equivalente al pecado original es la propiedad privada y su consecuencia inmediata: el Estado. Marx completó esta réplica secular del dogma religioso añadiéndole la redención, que es la desaparición de la propiedad privada y del Estado, con lo cual finaliza la historia. Esa redención se da con el socialismo, durante el cual se concreta la abolición de la propiedad privada, ergo desaparece el Estado y se vuelve al "comunismo primitivo". Las demás ideologías también lo hacen desaparecer. Los anarquistas proponen abolirlo sin pasar por la dictadura del proletariado y Trotsky reemplazarlo por "la revolución permanente".
En el pensamiento liberal fundado por John Locke, la ideología dogmática se desarrolla a partir de Adam Smith, el filósofo escocés que afirmó que el mercado reemplazará al Estado y no harán falta controles porque esa "mano invisible" lo irá corrigiendo todo. Esa teoría fue matizada por el capitalismo keynesiano. El Estado reimpulsando la economía desde la obra pública y protegiendo a la sociedad con redes asistenciales, fue el pragmatismo al que recurrió la economía para salvarse de la Gran Depresión.
Aquel capitalismo pragmático blindó la sociedad con el bienestar que conjuró al comunismo, y mantuvo su vitalidad y creatividad productiva. Pero al quedar sin rival, el capitalismo empezó a renegar del pragmatismo. Igual que las religiones, las ideologías dogmáticas tienen sus ortodoxos, y éstos impusieron su dogma. Con el naufragio de la desregulación absoluta la historia, que ya había enseñado que sin mercado la economía no avanza, demuestra ahora que, sin control alguno, los mercados generan ficciones especulativas inexorablemente destinadas a estallar.