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El escándalo más difícil de derrumbar

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Corrupción en Argentina: Las Coimas K

De los innumerables escándalos de corrupción de los últimos años, el que estalló ayer (por el miércoles) es el de mayor impacto institucional y político.

Los bolsos que el noctámbulo José López revoleó tras el muro de un convento; las bóvedas de Lázaro Báez; el éxito de Cristóbal López en el negocio de la evasión fiscal, o, vista a la distancia, la miserable valija de Guido Antonini Wilson causaron grandes cimbronazos. Pero tenían dos peculiaridades por las que, mediante una manipulación eficaz, sus efectos podrían moderarse. Los involucrados eran pocos y estaban engranados en el aparato de poder a través del cual se corrompían.

La bomba que hicieron explotar los obsesivos cuadernos del chofer Oscar Centeno es muchísimo más agresiva. En la redada, que, a raíz de una investigación de La Nación, dispusieron el juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli, cayeron numerosos empresarios que, a pesar de ser contratistas consuetudinarios del Estado, no están integrados a una urdimbre de lealtades políticas. Imposible controlarlos. Imposible coordinarlos.

Ya en el origen de esta saga hay un anticipo de que su dinámica puede ser inmanejable. Un ignoto chofer estatal, acaso presionado por las exigencias de una esposa despechada, que redacta en un inesperado diario íntimo, con solemnidad y rigor, las manualidades del delito.

En los próximos días pueden aparecer más imponderables. Muchos de los constructores acusados compartieron uniones transitorias con colegas que también pueden estar complicados en las maniobras. Además, el dinero ilegal solía recaudarse entre los subcontratistas de las obras, dispuestos a pagar coimas con tal de que les pagaran los trabajos.

Las ramificaciones pueden ser aún más enojosas. Entre los detenidos está el logorreico Gerardo Ferreyra, zar de la obra pública kirchnerista a través de Electroingeniería. Antiguo compañero de militancia de Carlos Zannini, Ferreyra fue una pieza central en el sistema comandado por Julio De Vido. Su conducta, bien examinada, podría generar alguna tensión internacional. Con un procedimiento escandaloso, ganó la licitación de las faraónicas represas Kirchner y Cepernic, de Santa Cruz , asociado a la china Gezhouba, un gigante de la infraestructura. ¿Habrá una revisión de ese negocio?

El festival de coimas que investigaron Diego Cabot y Candela Ini presenta otros dos rasgos que lo vuelven explosivo. Uno es la persuasiva verosimilitud de los manuscritos de Centeno. Narran desde los "depósitos" en el departamento de los Kirchner hasta el stock mensual de postres que demandaba el diabético De Vido en su heladera. Como los monacales bolsos de López, los cuadernos tienen, por su materialidad, una contundencia superior a cualquier transferencia multimillonaria a una cuenta suiza.

La otra característica de esta megacausa es que estará disponible la figura del arrepentido, legislada en noviembre de 2016. Este instituto fue crucial para la investigación del Lava Jato. Los magistrados brasileños explican que el principal incentivo del que confiesa no es abreviar su estadía tras las rejas, sino conservar una porción mayor del patrimonio: "Saben que, en adelante, les costará conseguir negocios y eso les hace pensar en la situación material de la familia", comentan esos jueces y fiscales.

Bonadio y Stornelli están ante el caso más relevante de sus carreras. No solo por su trascendencia política e institucional. También porque esta investigación sobre corrupción, la más impactante de la historia nacional, desafía a una Justicia Federal bajo sospecha. A ellos se les ofrece la posibilidad de redimir a esa usina de impunidad en que se ha convertido desde hace décadas Comodoro Py.

Bonadio llamó a declarar para el próximo 13 a un largo listado de exfuncionarios, encabezado por Cristina Kirch-ner. La nómina es también un reflector sobre los propios tribunales. No solo porque figura Norberto Oyarbide. También está José María Olasagasti, secretario privado de De Vido y álter ego de Alfredo Lijo, gestor judicial de, entre otros, el exministro de Planificación, y hermano del juez Ariel Lijo. Este magistrado figura como uno de los habitués de la joyería Simonetta Orsini, de quien fue socia hasta 2016 Miryam Cohen, la esposa de Ferreyra, el titular de Electroingeniería que terminó preso. Círculos mágicos.

Olasagasti fue también el segundo de la AFI durante la gestión de Oscar Parrilli, quien también sería convocado por el juez. La pesquisa de Bonadio y Stornelli alcanzaría también a Javier Fernández, actual auditor de la Nación por iniciativa del bloque de senadores que conduce Miguel Pichetto. Fernández se hizo célebre por su influencia sobre muchos magistrados, ejercida a las órdenes del tenebroso Antonio Stiuso. Cabe la posibilidad, remotísima, de que la peripecia que se inició se proyecte sobre el propio terreno judicial.

Las esquirlas llegan al presente. Uno de los detenidos es Javier Sánchez Caballero, que fue gerente general de Iecsa, la empresa que Franco Macri puso en manos de su sobrino Ángelo Calcaterra, primo hermano del Presidente. Iecsa fue comprada por el solícito Marcelo Mindlin, quien de inmediato exoneró a Sánchez Caballero. Macri padre y Calcaterra formaban parte del sistema de De Vido y tenían un vínculo simbiótico con Lázaro Báez. Calcaterra entró en zona de riesgo con las investigaciones por los sobornos de Odebrecht, de la que fue socio en el soterramiento del Sarmiento. La causa está bajo el discreto monitoreo de Gustavo Arribas, el jefe de la AFI. ¿Sánchez Caballero, un próspero desarrollador de la zona norte, era autónomo de su jefe Calcaterra? También cayó Juan Goycochea, de Isolux. Fue quien vendió un parque eólico a la familia Macri para que lo traspasara, con una ganancia de 15 millones de dólares, a Genneia, de Darío Lizzano, y a los chinos.

Todavía es muy temprano para calibrar las consecuencias de este gigantesco escándalo sobre la lucha del poder. Con independencia de la suerte de su primo, Macri se puede sentir beneficiado. El consenso de que le costará mucho cumplir con sus promesas económicas exige sostener el compromiso de una regeneración moral. El Gobierno tiene poquísimo que ver con las revelaciones de estas horas. Pero puede atribuirse el clima en que ellas se producen.

La orgía de sobornos tiene efectos electorales todavía misteriosos. ¿Cuánto afectará a Cristina Kirchner? ¿O la expresidenta ya es, para su feligresía, incombustible? Aun así, puede enredar la estrategia kirchnerista para tejer alianzas.

Una lectura superficial apostaría a que, al dañar a la expresidenta, estas novedades fortalecen a sus rivales peronistas. A Sergio Massa, a Juan Urtubey o a Miguel Pichetto. Es una suposición apresurada.

Macri tal vez lamente un debilitamiento de la señora de Kirchner. Pero la impresión de que toda la dirigencia está contaminada por una ola de indecencia fortalece su principal línea de acción: presentarse como una ruptura frente a ese orden decadente. Marcos Peña tiene derecho a sentirse corroborado. Y, todavía más, Elisa Carrió. Aunque la convalidación de Carrió es siempre un arma de doble filo. En enero pasado declaró: "Calcaterra tiene que estar preso".

Hace 14 años, cuando no soñaba con ser el juez del Lava Jato, Sergio Moro analizó el terremoto Mani Pulite. Atribuyó su éxito al cumplimiento de tres reglas. Primero, avanzar sobre los empresarios antes que sobre los políticos, debido a que tienen menos recursos para condicionar a la Justicia. Segundo, explotar las delaciones, para que otros comiencen a quebrarse. Tercero, filtrar novedades a la prensa para que el interés por el caso no decaiga. Estas tres condiciones estarían presentes en la secuencia que se inició ayer (por el miércoles). Aun así, falta algo esencial para que se convierta en un verdadero Lava Jato. Se necesitaría una Justicia inquebrantable en todos los niveles. Eso, en la Argentina, todavía está por verse. (Versión resumida de la columna publicada en La Nación).

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