El País en Argentina
Buenos Aires empieza a despedir al papa Francisco. En altares improvisados en el barrio de Flores, en la sede de San Lorenzo, en las villas que recorría, en parroquias barriales, en la soberbia Catedral Metropolitana de Buenos Aires, en las librerías que exhiben su biografía en las vidrieras, en los puestos tradicionales del microcentro que ahora, además de souvenirs y pesos argentinos, venden estampitas y hasta almanaques de otros años con su imagen: la imagen de Jorge Bergoglio, el primer papa argentino, latinoamericano y jesuita.
El ritmo habitual de la ciudad no cesaba ayer jueves, a dos días del funeral en Roma. Pero la mayoría de quienes pasaban frente a la catedral porteña se detenían en la escalinata, algunos a observar las ofrendas que ofrecían los fieles y custodiaban dos guardias de la Ciudad en ese altar improvisado. En las puertas de la catedral, un afiche invitaba al homenaje: “Llenemos de flores la escalinata por amor al papa. Hasta el día de su sepultura”.
Allí, en la cartelera del templo, el cronograma del Jubileo 2025 convive con fotografías de Francisco. Dos televisores muestran una y otra vez imágenes del papa en Argentina y en Roma. Uno de los guardias de la Ciudad dice lo esperable: ahora entran más turistas de lo habitual, pero también ve más argentinos, “curiosos que por ahí antes pasaban pero nunca habían entrado”.

Ya entrada la noche, las ofrendas se levantan y se llevan al museo del papa, ubicado en la catedral misma. En los escalones de mármol, cada noche desde el lunes, quedan velas consumidas sobre las que hoy se volverán a encender otras. Y a última hora queda también el último puesto improvisado de ventas de estampitas, remeras, banderas e imanes.
“Escuché hoy que el sábado esperan a un millón de personas acá”, dice Carolina, una de las vendedoras. “¿Tanto? Nos vamos a hacer ricas”, replica la otra, Vanesa. Están de 9:00 a 21:00 y dicen que han vendido “bien”, y que cada día ven más turistas.
A pocos metros, un hombre en situación de calle, recostado contra una columna del templo, sostiene un cartel: “Me ayudas para comer o una moneda gracias”. Él no vino con la muerte del papa; está desde antes. Pero ahora lo acompaña un retrato de Francisco.
Mientras tanto, dentro de la iglesia, se imparte la última misa del día.

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