Francisco Jueguen y Rafael Mathus Ruiz - La Nación (GDA)
El Gobierno y el Fondo Monetario Internacional (FMI) alcanzaron un nuevo acuerdo técnico para reflotar el programa firmado durante la administración de Alberto Fernández, despejar el camino para liberar un nuevo giro por US$4700 millones para la Argentina y apuntalar el plan del Presidente Javier Milei para comenzar a estabilizar la economía.
El acuerdo, el primero que cierra el gobierno de Milei con el Fondo y que aún debe ser aprobado por el board, llega luego de varias semanas de negociaciones y una misión técnica de funcionarios del staff del organismo a Buenos Aires para terminar las discusiones con el equipo que dirige el ministro de Economía, Luis Caputo. Al anunciar el nuevo pacto, el Fondo combinó advertencias por la crisis, elogios al nuevo plan de ajuste y duras críticas al incumplimiento de metas y la herencia que dejaron Alberto Fernández y Sergio Massa, pese a que el Fondo aprobó todas las revisiones del programa durante el gobierno anterior.
Tras el anuncio del organismo, Caputo brindó una conferencia de prensa en el Ministerio de Economía en la que urgió al Congreso a que apruebe la ley ómnibus enviada por la Casa Rosada al parlamento, que incluye varias reformas económicas claves, o, de lo contrario, el Gobierno deberá tomar medidas “más duras”, advirtió.
“En la medida en que la ley no pase las medidas van a ser más duras. Y los argentinos van a sufrirlas más. Es extremadamente importante que esta ley pase para hacer esto de la manera más armoniosa posible”, dijo Caputo.
El nuevo entendimiento llega tras los fracasos de los programas de Mauricio Macri y Alberto Fernández y se construyó a partir de las primeras medidas tomadas por el gobierno de Milei para estabilizar la economía, recomponer las reservas del Banco Central y alcanzar el déficit cero. El núcleo del plan es el fuerte ajuste –superior al que contemplaba el acuerdo original– diseñado a partir de un menú de amplios recortes de gastos, incluida el congelamiento de la obra pública, y aumentos de impuestos, una estrategia fiscal ortodoxa que calza a la perfección con las recetas del Fondo.
Las nuevas metas plasmadas en el acuerdo con un superávit fiscal primario del 2% para este año –que llevaría al equilibrio fiscal, o déficit fiscal cero, una vez computados los gastos de la deuda– junto con una acumulación de reservas netas de 10.000 millones de dólares.
“La nueva administración ya está implementando un ambicioso plan de estabilización, basado en una gran consolidación fiscal inicial, junto con acciones para reconstruir las reservas, corregir desajustes de precios relativos, fortalecer el balance del Banco Central y crear un sistema más simple, basado en reglas y el mercado. También prevé la ampliación de la asistencia social para proteger a los más vulnerables”, elogió el Fondo en su comunicado.
Más allá de ese respaldo, el Fondo abrió el paraguas al advertir que la economía empeorará antes de mejorar, aunque se preocupó por remarcar que las primeras medidas del Gobierno permitieron evitar una crisis mayor.
“Aunque el camino hacia la estabilidad será desafiante y las condiciones empeorarán antes de mejorar, las acciones iniciales lograron evitar una intensificación de la crisis”, indicó el comunicado.
La devaluación y la corrección de precios relativos, advirtió el organismo, aumentará la inflación. La apuesta, plasmada en el comunicado, es que la implementación del plan y la reconstrucción de la confianza gatillen un proceso de desinflación, con una recuperación del crecimiento y los salarios reales, un escenario que jamas se logró durante el gobierno de Macri o el de Fernández.
El Fondo dijo que se alcanzaron entendimientos “sobre un conjunto reforzado de políticas para restaurar la estabilidad macroeconómica y volver a encarrilar el programa actual”. Y dejó entrever el fuerte malestar con el cierre de la gestión de Massa y Alberto Fernández al indicar que los objetivos clave del programa no se alcanzaron “por amplios márgenes debido a los severos reveses en las políticas del gobierno anterior”.
“La nueva administración heredó una situación económica y social excepcionalmente desafiante, con desequilibrios macroeconómicos crecientes que reflejan principalmente políticas inconsistentes y expansivas, especialmente durante los últimos trimestres del año pasado”, fustigó el comunicado del organismo.
Con el programa “severamente descarrilado”, el Fondo dijo que Milei y Caputo “actuaron con rapidez y decisión para desarrollar y comenzar a implementar un sólido paquete de políticas para restaurar la estabilidad macroeconómica y están totalmente decididos a volver a encarrilar el programa actual”.
Ante la fuerte incertidumbre en la que aparece envuelta la economía, el Fondo dejó la puerta abierta para más retoques del plan –ajustes– a futuro: “Dadas las grandes incertidumbres, las autoridades se han comprometido a recalibrar las políticas según sea necesario para cumplir los objetivos del programa”.
Un poco de historia reciente
A fines de agosto pasado, el FMI había aprobado las quinta y sexta revisión del programa con la Argentina en medio de tironeos con Massa en medio de la campaña presidencial, y luego de un fuerte retraso por las negociaciones. Luego de las primarias de agosto, y tras una corrección del tipo de cambio oficial, el Fondo giró US$7500 millones de dólares. En el informe del staff, el Fondo habló de “una economía cada vez más frágil” y pidió un fuerte ajuste.
Por caso, reclamó un fuerte recorte de los salarios y nuevos aumentos de tarifas para reducir el fuerte peso de los subsidios económicos en el resultado fiscal. Además, se volvieron a reacomodar las metas –una práctica habitual durante la gestión anterior–, aunque se mantuvo el objetivo de déficit fiscal en el 1,9% del PBI para el año anterior. Las metas de reservas netas pasaron de US$10.277 millones a US$3577 millones, y la emisión de pesos del Central se elevó a $1,29 billones. Al final, ninguna de las tres metas se cumplió y el gobierno de Milei aseveró durante los últimos días, a través de sus voceros, que el acuerdo con el organismo estaba “caído”.
“Desde la finalización del cuarto examen, la situación económica de la Argentina se ha vuelto cada vez más frágil, con episodios de mayor volatilidad del mercado, y más recientemente, con incertidumbres políticas”, comenzó el análisis de agosto. “Si bien la sequía histórica resultó en pérdidas mayores a las esperadas en la producción agrícola, las exportaciones y los ingresos fiscales, la actividad no agrícola ha mostrado resiliencia, lo que refleja una demanda interna sólida, en parte gracias al resultado de desvíos en las políticas. La inflación y las presiones externas se han intensificado, con reservas cayendo a niveles peligrosamente bajos debido a la sequía y a una política de ajuste insuficiente. Los desvíos de políticas se reflejan en parte en limitaciones políticas y electorales”, agregaron y citaron los resultados de las PASO del 13 de agosto.
“El programa se ha descarrilado, reflejando la sequía histórica junto con desvíos y retrasos en las políticas. Los criterios de desempeño de fines de junio para la acumulación neta de reservas internacionales, el equilibrio fiscal primario y la financiación del déficit fiscal se incumplieron por amplios márgenes”, cuestionaron.
El plan “platita” de Massa terminó por hundir el programa y deshilachó la relación con el staff del FMI, que quedó virtualmente congelada durante el resto de la campaña presidencial. En septiembre, el Fondo dijo que las medidas tomadas por Massa en la recta final a las elecciones empeoraban la crisis al “sumar a los desafíos” que enfrentaba la Argentina.
El cambio de gobierno
Con la victoria de Milei, que propuso de entrada un plan de ajuste mucho más duro, llegaron las felicitaciones de la jefa del FMI, Kristalina Georgieva, y del staff del Fondo por las primeras medidas tomadas por Caputo. El 12 de diciembre, el FMI declaró sobre el paquete inicial: “Constituye una buena base para proseguir las discusiones encaminadas a reconducir el actual programa respaldado por el Fondo”.
El lunes, la misión del staff del FMI en el país cerró su trabajo con un encuentro que incluyó a Caputo y al jefe de Gabinete, Nicolás Posse, por el lado argentino, y el subdirector del Departamento del Hemisferio Occidental; Luis Cubeddu; el jefe de la misión, Ashvin Ahuja y Ben Kelmanson, representante del FMI en Argentina por parte del organismo.
“La reunión fue positiva”, fue la única descripción que surgió del Palacio de Hacienda.
El objetivo del Gobierno era conseguir los waivers por las metas que no se cumplieron de la séptima revision del acuerdo –que le correspondía a la gestión de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Massa– y así destrabar el fondeo que le tocaría a la Argentina para evitar un drenaje mayor de reservas ante los próximos vencimientos de la deuda.
En ese frágil contexto, el Gobierno pagó el lunes intereses de bonos globales y Bonares por US$1500 millones y a fin de mes debe abonar US$1920 millones de dos vencimientos que tenía con el FMI en enero. Apenas arranque febrero, debe hacer frente a un pago de intereses al Fondo por US$800 millones.
La situación de las reservas es tan grave que la última cuota de vencimientos al Fondo se pagó con un crédito “puente” pedido a la CAF, luego de que el Gobierno quedara desautorizado a utilizar el swap con China.
No por nada, el viernes pasado el Tesoro debió emitir una letra intransferible a ser suscripta obligatoriamente por el BCRA para llevarse los dólares acumulados en las últimas semanas y pagar así estas deudas que apremiaban al Gobierno. Esta situación se da en un contexto en el que crece la brecha cambiaria y en momentos en que la soja cae a precios mínimos. A esto se suma, que el bono que el BCRA ideó para los importadores –que serviría además para aspirar pesos circulantes– no tuvo una buena recepción y que, en breve, la semana que viene, la entidad deberá comenzar a normalizar el flujo de las compras al exterior.
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