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Iemanjá: velas, barcos y deseos en la Playa Ramírez

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Ofrendas, canastas, barcaza y muchas velas. La playa Ramírez se vistió de blanco y celeste para la fiestas de la diosa del océano. Foto: Marcelo Bonjour
MARCELO BONJOUR

TRADICIÓN

Sonaban campanas, ardían las velas, se escuchaban tambores. La Playa Ramírez se tiñó de celeste y blanco con un solo objetivo: venerar a la diosa.

Sonaban campanas, ardían las velas, se escuchaban tambores. La Playa Ramírez se tiñó de celeste y blanco con un solo objetivo: venerar a la diosa Iemanjá como todos los 2 de febrero. La situación se repitió en las playas del Buceo, Cerro y otros departamentos del país donde hay costa, porque, aunque se trate de la diosa del océano, todos sus fieles quieren adorarla.

La tradición viene de África y se arraigó gracias a los miles de esclavos que lucharon para que prevaleciera. Como sus amos no aceptaban sus cultos, se escondían atrás de santos católicos, en este caso la virgen Stella Maris, que es la diosa de los navegantes y que tiene su día el 2 de febrero. Sin embargo, no es el único día que se celebra, pero sí el más extendido.

Un grupo de cinco mujeres descansaba ayer en la arena esperando que fuera de noche, para soltar al mar una barcaza cargada de agradecimientos y pedidos. Cerca de ellas un grupo umbandista bailaba al compás de las palmas mientras una familia tiraba rosas al Río de la Plata. u201cSon formas diferentes de hacer lo mismo, agradecer, pedir, recordaru201d, contó a El País una mujer vestida de blanco de pies a cabeza.

Hace 12 años que ella y sus amigas se reúnen en el mismo lugar, se sientan a mirar el atardecer y esperan a que llegue la noche para poder soltar su barco de espuma plast. Ella relató que todos los años pide lo mismo, pero que cada uno hace como quiere, puede cambiar o puede seguir anhelando el mismo deseo. El barco iluminado con pequeñas velas tenía detalles en azul brillante y en plateado. Las personas que pasaban lo miraban y le sacaban fotos, como a una obra de arte. Construirlo les tomó dos días, porque ya tienen práctica, pero antes tardaban más.

Las ofrendas también varían. Además de los tradicionales barcos se ven frutas que adornan la arena, especialmente sandías. También hay merengues, rosas y algunos regalos especiales que cada uno hace.

El objetivo principal de este año, sin embargo, fue evitar la contaminación de las playas con materiales plásticos de difícil degradación. Como siempre, fueron miles las personas que llegaron a la playa incluso antes de que se esconda el sol. La gente pasaba y se saludaba, se dedicaba una sonrisa cómplice, se acercaba a mirar.

Muchos van porque es el día en que celebran a su diosa, es su fiesta. Muchos otros llegan impulsados por la curiosidad de ver tradiciones diferentes a las suyas y se paran callados y respetuosos.

La historia cuenta que Iemanjá se quedó con las aguas oceánicas y dejó a Oxum, su hermana menor o hija, según como se cuente, las aguas dulces. Sin embargo, la diosa igual se acerca a través de los ríos para recibir y escuchar los ruegos de todos los fieles que todos los segundos días del segundo mes del año se acercan a celebrarla.

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