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Entrevista a Mateo Méndez: “El padre de la criatura (de la violencia) es el narcotráfico”

En diálogo con El País, el cura advirtió su preocupación de “que nos acostumbremos a los asentamientos como solución para los pobres”; y dijo que en Uruguay “la vida vale cada vez menos”.

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Padre Mateo
Padre Mateo Méndez en entrevista con El País
Foto: Estefanía Leal

En 1988 participó de la fundación del Movimiento Tacurú, en cuya casa vive en comunidad con otros cuatro salesianos. En 2009, tras renunciar al Instituto Técnico de Rehabilitación Juvenil (Interj, el actual Inisa), fue nombrado párroco de la parroquia de San Isidro, en Las Piedras, donde fundó Proyecto Minga. Además, dirige el área pastoral y espiritual de la Escuela de Oficios Don Bosco en Marconi.

-¿Cómo lo encuentra esta Semana Santa?

-Es una semana muy especial porque está inserta en la realidad de las personas, como en la época de Jesús. ¿Cómo nos encuentra? Redoblando el entusiasmo y la fuerza que nos ayuda a transformar a nosotros y a los otros con el testimonio de vida, porque a veces creemos que con mucha cosa que digamos, que está bien que lo digamos… pero el decir tiene que ir acompañado del testimonio, de la coherencia entre lo que digo y lo que hago.

-¿Cómo nace Proyecto Minga y en qué etapa de su desarrollo está?

-Llego a Las Piedras a fines de 2009 y mirando uno se encuentra con que la comunidad nuestra estaba rodeada por un montón de muchachada que mañana, tarde y noche estaba ahí haciendo nada o tomándose un vino, fumándose un porro, tocando el tambor; todo ese tipo de cosas propias de jóvenes que van como en la vida no encontrándole sentido a mucha cosa y por lo tanto se da eso de “que pase lo que pase, venga lo que venga, todo bien”. Dije: “acá está faltando algo”. ¿Nos toca o no nos toca? Nos reunimos para ver qué podemos hacer, largamos la invitación abierta y llegamos a darnos cuenta que sí nos tocaba. Porque siempre es: esto es del ministerio este, esto es del otro ministerio, de la intendencia, del alcalde. Dijimos que eso no es cristiano. Desentenderse para que otros los atiendan parece una especie de Pilato. Ahí dijimos: “Necesitamos casa, equipamiento, dinero, alimentos, posiblemente ropa, calzado, un lugar donde se puedan pegar un baño, donde puedan comer un plato de comida. Y somos nosotros lo que tendremos que ser los administradores y suministradores de las cosas”. La propuesta era para la noche, restarle tiempo a la noche; en la zona no había actividades nocturnas para estos gurises. “Es un lugar pensado para ustedes”. “¿Va a haber comida?” “Sí, va a haber comida”. “Entonces, vamos”. Así arrancamos, con nueve.

-¿Hoy son?

-150 o 200, y qué bueno que vengan, que jueguen, que hagan deporte, que ayuden en la cocina, que se sienten a mirar un programa de televisión, que hagan un curso de gastronomía o de electricidad. Está todo muy bien y nos sentimos bien sabiendo que siempre van a seguir apareciendo: tenemos chiquitos los días sábado, los medianos en la tarde y los más grandes en la noche. Siempre va a haber niños, adolescentes y jóvenes que están necesitando una puerta que se abra a situaciones como la del proyecto. En los primeros tiempos se venía para comer: uno, dos, tres, cuatro platos. Nosotros decimos: aquí hay hambre atrasada; una mala alimentación desde el vientre materno.

-¿Eso sigue pasando?

-Sigue pasando, quizá no tanto con la intensidad primera. En aquellos días no había mucha propuesta alimentaria, porque si querían engancharse tenían que estudiar o estar vinculados a alguna organización que los presentara. Ellos no estaban estudiando por lo tanto estaban excluidos del comedor estudiantil. Muchas veces los de adentro les traían a los de afuera algo.

-¿Ahora eso cambió?

-Cambió porque hoy durante cinco días a la semana tienen acá su merienda y su cena, y está el comedor estudiantil.

-¿Cuáles son las problemáticas más recurrentes que presentan quienes llegan a Minga?

-La desintegración familiar. También valoramos a aquellas madres y padres que han asumido el desafío de que lo que trajeron al mundo es responsabilidad de ellos, más allá de que tengan todos los beneficios sociales que puedan tener. Ellos saben que es tarea de ellos y que nosotros no somos ellos. No suplimos a la familia cuando la familia está. Sí la suplimos cuando no está.

-¿Espera que la población atendida en Minga siga creciendo?

-Esto es mucho más grande que nosotros. Las estrategias que tiene que haber para la población más vulnerable tienen que seguir creciendo y mejorando. Acá hay 100 o 200, pero ¿cuántos más hay por ahí? Se habla de que la población de los más pobres ha aumentado; quiere decir que hay alguna cuestión ahí que no está funcionando. Esto no es cobrarle nada a nadie, simplemente es mirar la realidad y decir que los gurises nuestros vienen complicados, cada vez más difíciles, más conflictuados, con mayores problemáticas, con problemáticas múltiples que se conjugan en un adolescente que a veces no sabe qué hacer con todo lo que le está pasando.

-¿Por qué vienen cada vez más complicados?

-Cuando no hay familia...

-¿El meollo del asunto es la desintegración familiar?

-Es la desintegración familiar y los pocos recursos para vivir dignamente. Si los asentamientos se han multiplicado desde siempre, hay algo que está interpelándonos. ¿Cuánto hacemos para que los asentamientos vayan desapareciendo? Son muchísimos los que hay en la vuelta. Me preocupa que nos acostumbremos a ver los asentamientos como una solución habitacional para los pobres. ¡No! Eso es una bofetada.

-¿Nos acostumbramos?

-Pasamos frente a un asentamiento y no nos dice nada. A lo más, decimos: “Vamos a cruzar para enfrente; mirá que vamos a pasar por acá y quién sabe lo que te hacen y lo que te pasa”. Y cruzás. No estamos buscando culpables, sino diciendo que en esto tenemos que remangarnos todos. “¿No hay recursos?”. Sí que los hay, lo que pasa que hay que invertirlos prolijamente.

-¿Qué apoyo estatal recibe Minga?

-A veces alguna cosita por simpatía con el proyecto.

-¿De parte de quién?

-De algún ministerio, de algún conocido que tiene incidencia en algún lugar, que puede mover algo, alguna donación. No tenemos, perdone la expresión, el taca-taca mensual.

-En sueldos y alimentación Minga invierte unos US$ 10.000 al mes que se consiguen a través de la Fundación Esperanza Joven. ¿Es así?

-Ese es el brazo recaudador: la que convenia, la que visita, la que saca la publicidad. Agrademos a quienes colaboran y estamos convencidos de que lo que estamos haciendo está bien hecho. A la vista está lo que hay; no solo paredes y campo, sino en la vida de los gurises. Y como tal si yo voy a conveniar con alguien, le voy a decir “este es el proyecto, quiero que apoyes este proyecto”. “Ah, no, porque esto tiene que tener A, B, C o D”.

-¿Cuáles son esos A, B, C y D?

-Nosotros no queremos perder independencia. El hecho de que tenga dinero no me da autoridad a mí para someterte a vos para que vengas a hacer lo que yo quiero que quieras hacer. Como que no estás valorando lo que estamos haciendo. “Sabés una cosa, notable tu proyecto, ¿cuánto precisan? Acá está. Punto”. Ese es el gesto que estamos esperando, no solamente ahora; desde que estamos acá.

-¿Ese es el gesto que no ha llegado de parte del Estado?

-Deben de ser como los Reyes Magos, que estamos esperando que vengan. Entendemos que capaz que el modo como trabajamos y decimos no entusiasma demasiado.

-¿Qué buscan imponerles?

-Yo tengo el modelo y te digo aquí está. Vos lo mirás: “¿Y esto, y esto y esto otro? Ah, no”. Nosotros no queremos perder la libertad de movimiento, a nosotros nadie nos tiene que dar permiso si vamos aquí o si vamos allá.

-Este mes fueron 70 adolescentes y jóvenes de Minga a la Laguna Negra y a conocer el mar.

-A Cabo Polonio y no tuvimos que pedirle permiso a nadie; a los padres nada más de los gurises.

-¿El Estado o los burócratas son demasiado cuadrados para entender este movimiento?

-Sí. Nacimos libres y queremos ser libres. No nos vamos a arrodillar delante de nadie, por más que tengan lo que tengan. Decía aquel famoso: “Prefiero comer duro de pie y no manjares de rodillas”. Por supuesto que necesitamos el apoyo, pero no nos pueden obligar a claudicar.

-¿Han trabajado con niños o adolescentes que han sido baleados?

-Sí. Perdimos dos: uno baleado y otro colgado en un refugio de la parada de ómnibus; lo colgaron, lo pusieron ahí con una cuerda en el pescuezo.

-¿Es una problemática nueva o que se está agudizando?

-A ojos vistas. Siempre es: “Lo que pasa que estos no quieren nada, lo que pasa que son de allá, los que son de acá…”. Por favor. Dejemos de echar la culpa a los otros y miremos si nosotros como sociedad, como país, como Estado estamos haciendo lo que tenemos que hacer por la gurisada.

-¿Lo vincula con el narcotráfico?

-Es el padre de la criatura. Ya la población sabe, y hay gente que la sufrió desde su propia casa, su propia familia; gente que no tenía nada que ver con nada y pierde su gente como gratuitamente. ¿Y? ¿Qué pasa? Ahí hay un tema difícil que involucra mucha cosa y mucha gente.

-El Papa habló esta semana sobre Argentina. Dijo: “Sin complicidades de un sector del poder político, policial, judicial, económico y financiero no sería posible llegar a la situación en la que se encuentra la ciudad de Rosario”.

-Dijo las verdades.

-¿Cree que en Uruguay pasa también?

-Estamos muy aparentemente tranquilos, pero hay una movida paralela o subterránea que está instaurando un modo de vivir que es lo que estamos experimentando ahora. Se habla del tema seguridad y todos hoy saldrán con la campaña electoral prometiendo seguridad. ¿Y eso qué quiere decir? ¿Que se va a terminar con qué? ¿Con el tráfico de drogas? No. Hay cosas que queramos o no van invadiendo el país.

-¿Cómo se frena eso?

-La desvalorización del ser humano, la pérdida de la familia, la no vivencia de valores fundamentales para la convivencia... La solidaridad, el respeto mutuo, una creencia religiosa en el pueblo, sea cual sea, porque es necesario que el pueblo tenga sus espacios, porque si no hay una religiosidad le metemos otra cosa, pero capaz que peor que la religiosidad en algunos casos. Entonces, o nos ponemos las pilas y decimos “señores, hay que arriar las velas y pongamos a pensar en serio, como país, no como partido”, o nos juntamos o nos desintegramos, o desaparecemos. La vida vale cada vez menos. Antes mataban a uno y había una manifestación en el barrio. Hoy matan a uno y nadie sale porque tienen miedo que les toque a ellos después. ¿Esto qué quiere decir? Que la gente va tomando consciencia de que hay cosas que no se pueden hacer porque corre riesgo la vida. ¿Quiénes son los que tienen ese arte de hacer que la gente tenga miedo de salir a la calle para manifestar en contra de la muerte de una madre de familia que no tiene nada que ver con nada y por una balacera aparece muerta? ¿Y? ¿Nadie dice nada? ¿Nadie levanta la voz? “No se puede, porque nos quedamos en el barrio”. Cualquier barrio. No nombro ninguno. Pero la gente se da cuenta dónde sí y dónde no.

-Ustedes sufrieron un atentado en diciembre. ¿Qué cree que pudo haber motivado ese ataque?

-Hay gente a la que no le interesa que esto funcione.

-¿Quiénes pueden ser?

-Nunca supimos quiénes eran. Hay mucha movida, como el agua que va subterránea, que se filtra, que se mete por todos lados. Estamos en una experiencia así. Cada tanto el agua salta por algún lado, tapamos ahí y creemos que solucionamos el problema, pero no te engañes; mirá que esto es subterráneo.

-¿Fue una molotov o dos?

-Una y otra pronta, que quedó al costado del tejido.

-Como una especie de señal.

-Como para decir “vamos a volver”.

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