Redacción El País
Un informe de Unicef referido a la violencia con la que conviven niños, niñas y adolescentes en Uruguay reveló que “muchos se encuentran expuestos cotidianamente” e, incluso, “se convierten en destinatarios directos de ella”, y que “en todos los casos sufren las consecuencias de esta situación”.
Según una evaluación hecha en base a los últimos estudios disponibles en Uruguay sobre violencia basada en género, “un 19,5% de las mujeres (una de cada cinco) declara haber sufrido violencia por parte de su pareja o expareja en los últimos 12 meses”, y de ese total, entre quienes viven con niños, “un 28,8% declara que esas agresiones sucedieron en presencia de estos”.
“Se estima que unos 228.000 niños, niñas y adolescentes viven en hogares donde existe violencia contra las mujeres en el marco de una relación de pareja o expareja”, dice el informe, que añade que “en total unos 386.000 niños, niñas y adolescentes viven en hogares donde en los últimos 12 meses han existido manifestaciones de violencia basada en género contra las mujeres” en general, ya no solo de pareja, y “por lo tanto, estuvieron expuestos a ella”.
El informe concluye que “aproximadamente un 20% de los niños, niñas y adolescentes en Uruguay vive en hogares donde se reporta violencia de pareja o expareja en los últimos 12 meses y la cifra aumenta a 33% si se considera, además, la violencia basada en género hacia las mujeres ejercida en el ámbito familiar por parte de otros familiares”.
Unicef destaca que “la magnitud de la violencia contra las mujeres” y “el gran número” de menores expuestos a ella “evidencian la necesidad de abordar integralmente el fenómeno”, ya que “no se pondrá fin a la violencia contra niños, niñas y adolescentes si no se pone fin a la violencia contra las mujeres y, a su vez, no se pondrá fin a la violencia contra las futuras mujeres si no reparamos la violencia hacia niños, niñas y adolescentes que se han socializado en un ámbito de relacionamiento violento que compromete su futuro y su presente”.
Los efectos en los menores de ser testigos de la violencia
El estudio de Unicef afirma que “vivenciar cómo alguien ejerce violencia hacia su principal cuidadora tiene el mismo impacto que si la violencia estuviera intencionalmente dirigida hacia ellos y ellas”.
Además tiene otro efecto porque “los estilos de comportamiento, la regulación emocional y la capacidad de resolución de conflictos personales se crean a través de las relaciones entre personas adultas y entre ellas y sus hijos e hijas”. En conclusión, dice el informe, “los niños y niñas que viven en hogares donde se ejerce violencia hacia las mujeres crecen entendiendo la violencia como una pauta normal de relación”.
En el texto se manifiesta que todas estas formas de violencia “impactan en el desarrollo” de los menores “a nivel tanto cognitivo como afectivo y emocional”, y las marcas se manifiestan de distintas maneras. Entre “los efectos más comunes” se destacan “las dificultades para conciliar el sueño, pesadillas o miedo a dormir solos, así como problemas en la alimentación, como falta de apetito o ansiedad con la comida”. También suelen experimentar “síntomas asociados a la ansiedad, la angustia y la depresión, como llanto, tristeza, baja autoestima, irritabilidad y dificultad para interactuar con otras personas”.
“En casos más extremos, pueden recurrir a la autolesión como una forma de calmar la ira, el enojo o el dolor causados por la violencia, incluso pueden presentar comportamientos agresivos hacia los demás”, indica el informe, que añade que también “es frecuente que presenten dificultades en el ámbito escolar, como problemas de atención y concentración, bajo rendimiento académico y dificultades en el relacionamiento con pares”.