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Armar y desarmar recuerdos y vivencias

La muestra artística va hasta el 4 de diciembre. Foto: Mathías Faccelo

Cajas como excusa

Claudia Anselmi dice que la Galería del Paseo ocupó un sitio muy importante para los artista de su generación porque "Silvia (Arrozés) apostaba a quienes trabajaban fuera de la óptica convencional".

Cuando recibió el llamado y escuchó la propuesta de la dueña de esta galería con gran trayectoria en Lima y Punta del Este procuró recordar cómo era la caja que había presentado hacía veinte años.

"Necesitaba volver al origen de la idea", dice. Aquella vez hizo dos cajitas de madera y le colocó material significativo: dos frasquitos de perfume llenos de viruta y "una lluvia de papeles del semanario Relaciones con recortes sobre artículos vinculados al arte".

La voz entusiasta con la que Arrozés le contó su idea facilitó su "sí" inmediato. Cortó y a la media hora le envío un whatsapp para decirle que tenía claro el concepto global.

Pasaron dos décadas y no tenía ganas de encajonarse. "Quiero ser transparente", pensó. Y así fue: creó una caja de acrílico que permite ver hacia adentro, y le grabó siluetas de árboles toscanos en metal.

Retazos.

A Rita Fischer le cuesta describir con exactitud cómo era la caja que ideó para la primera edición de 16 artistas desencajados. "Es raro, recuerdo las de los otros, pero no la propia", se ríe mientras se esfuerza por hurgar entre sus recuerdos.

Tiene lógica que la memoria la traicione porque la mayor parte de su obra son cajas. Le gusta trabajar sobre los límites, "aquello que es, y no es, un híbrido que resulta difícil saber dónde clasificarlo". Y encontró en la caja la estructura ideal para dicho abordaje.

Para esta exposición rescató una de las tantas cajas que formaron parte de la colección Ningún lugar expuesta en el Museo Nacional de Artes Visuales. La eligió por ser "especial, diferente a las demás y más pequeña (63X34 centímetros)".

"El último bastión de la identidad se aloja siempre en una caja", dice el texto curatorial de la muestra. Y Fischer hace gala de ello, ya que su obra a mitad de camino entre la pintura y el objeto tridimensional contiene varios objetos personales.

Entre la pintura, el collage y las telas transparentes habitan recortes de fotocopias y trozos de una serie llamada "Las nadadoras".

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