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Adopciones: los niños que quedan relegados y generan preocupación en el INAU

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Hombre y mujer con un bebé. Foto: Archivo El País.

“MIEDO POR SU HISTORIA”

El organismo planifica una campaña de sensibilización de adopciones de chicos mayores de cuatro años.

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"Los papás vienen con muchos miedos porque la adopción implica aceptar lo ajeno, aceptar una historia de vida y respetar el derecho a la identidad”, dice Valeria Caraballo, directora del Departamento de Adopciones del INAU. Muchas de las personas que deciden optar por la adopción -en varios casos por la imposibilidad de concebir biológicamente- buscan integrar a un niño o bebé como “propio”, lo que implica una necesidad de que esa relación sea lo más parecida a la maternidad y paternidad biológica. Es decir, que el niño crezca con la familia desde sus inicios. “Y ahí empieza el problema”, continúa la directora, porque la adopción de niños o adolescentes mayores de siete años se considera “muy difícil”. Incluso el problema comienza después de los cuatro años de edad.

Según registros del INAU hay 369 niños y adolescentes de siete años o más con condición de adoptabilidad que aún no fueron integrados a una familia. Desde 2018 a 2021 se adoptaron 36 niños y adolescentes de estas edades (muchos casos son por adopción de grupos de hermanos) de un total de 447 adopciones. Asimismo, hay 181 familias que integran el Registro Único de Aspirantes (RUA) hasta el momento, por lo que otro problema también reside en la escasez de familias con deseo de adoptar en comparación a los niños que están en condición de adoptabilidad. El 75% de las familias que se presentan para proyectos de adopción solo están dispuestos a adoptar niños entre 0 y 3 años.

Elena y Gonzalo (nombres ficticios) fueron de los pocos padres que, cuando los técnicos del INAU les preguntaron por sus preferencias (de edad, género o etnia), contestaron que no tenían ningún tipo de prioridad. “No nos fijamos en la edad, hay niños más grandes que también necesitan tener una familia”, sostiene la madre, aunque reconoce que sí tenía miedo y le surgían ciertos cuestionamientos, como “¿y si algún niño dice que no a los padres que lo quieren adoptar?”.

En 2020 el INAU les presentó las historias de tres chicos, pero luego de escuchar una de ellas, solamente a través de una mirada cómplice, la pareja decidió que ese iba a ser su hijo. “Supimos que era él por la historia de vida que tiene y todas las características de personalidad que se relataban”, cuenta Elena, y al día de hoy solo queda una última audiencia para celebrar la legitimación de la adopción de Mateo (nombre ficticio).

“Ma, me acuerdo de aquel día que nos juntamos, yo tenía tanto miedo de que no me quisieran”, le dijo el pequeño a su madre al conmemorar el año de su primer encuentro. Y la madre también les confesó esas incertidumbres agarrotadas que lleva consigo cuando atravesó las puertas del INAU, pero el hijo le contestó: “Yo los iba a querer siempre”.

El hecho de que el niño grande o adolescente recuerde su historia y tenga plena consciencia, es el núcleo duro de los miedos y prejuicios que experimentan algunos postulantes. El supervisor del área de adopciones, el psicólogo Danilo Infanzón, explica que algunos padres temen que esta historia desencadene problemas psicológicos en el chico y dificulte la convivencia dentro de la familia. “Sienten miedo de que este niño tenga una historia muy complicada que pueda pesar en su personalidad”, dice. Sobre todo les genera inquietud que el niño pueda tener un vínculo con su familia de origen.

El técnico asegura, en tanto, que no cualquier postulante está apto para adoptar a niños más grandes. “Un niño de siete, por ejemplo, presenta otros desafíos que un bebé o un niño de uno o dos años”, expresa, y enumera los aspectos que se deben “detectar” para que un postulante sea “idóneo” para incorporar a un chico más grande en su núcleo familiar: flexibilidad, buena capacidad de diálogo y aceptación del origen diferente.

Miedo

Un requisito indispensable para la adopción es que quienes deseen hacerlo entiendan y acepten el daño que ya sufrió el niño que está en condición de adoptabilidad. “Es necesario empatizar con esa vivencia más dolorosa”, dice el psicólogo. En definitiva, quienes adoptan están ahí para restaurar ese derecho del niño de vivir en familia.

“Nosotros siempre decimos que nos encontramos para siempre y estamos uniendo nuestras tres vidas”, dice Elena.

Hace poco tiempo, el INAU logró localizar a parte de la familia de Mateo y el matrimonio fomenta que el niño “pueda vincular su pasado con su presente y así pueda generar un futuro”. “Es más, quiere que cuando sea el juicio, su madre biológica esté presente para agradecerle la posibilidad que tuvo de vivir con nosotros gracias a que ella lo haya llevado a un hogar”. La madre enfatiza que esto es algo que un niño chico no puede procesar porque ni siquiera sabe quiénes fueron sus padres ni cómo llegó a un hogar. En cambio, Mateo tiene noción, se acuerda, y eso hace que su proceso sea más fácil.

Pero el miedo al abandono existe. Los niños con condición de adoptabilidad o con un vínculo familiar débil que crecen en un hogar del INAU pueden experimentar frustración, baja autoestima -se hacen preguntas como “¿por qué me pasa esto a mí?” o “¿qué tengo mal?”-, rechazo a sí mismos -“yo no valgo”-, lo cual se traduce en ira (externo) o depresión (interno), y también un aumento de su resignación y desilusión a medida que pasan los años, detalla Danilo Infanzón. “Nunca sería lo ideal vivir en un hogar del INAU de por vida”, sostiene, y explica que los chicos siempre necesitan figuras de referencia que los técnicos nunca llegan a suplir, lo que genera un vacío.

En medio de la conversación telefónica con Elena y Gonzalo se escucha que Mateo interrumpe a su madre y le pregunta: “¿Ma, puedo ir al baño?”. Los tres están en la sala y el baño está a unos pocos metros.

Desde el Departamento de Adopciones del INAU se está planificando una campaña de sensibilización sobre los niños en condición de adoptabilidad que no encuentran respuestas por su edad, la que comienza a los cuatro años y se acentúa a partir de los siete. La premisa, tal como lo expresa Valeria Caraballo, es que “adoptando a un niño grande también se pueden vivenciar todas las cosas que uno experimenta como mamá y como papá, se van a vivir un montón de cosas y un montón de historias”. La directora del área de adopciones se manifiesta preocupada por el hecho de que a un niño de cuatro años “se lo considere grande cuando en realidad es súper chiquito”. Y subraya: “Es importante entender que la adopción es en función del niño, no buscamos un niño para una familia, sino una familia para un niño”.

Construcción de la “autonomía progresiva”

Son 2.185 los adolescentes (mayores de 13 años) que están en régimen de tiempo completo en el INAU, es decir, bajo una situación de amparo. Este número integra tanto los que están en condición de adoptabilidad, como también los adolescentes “de contexto” dado que la Justicia dispuso que el INAU tiene la responsabilidad de hacerles el seguimiento, acompañarlos y apoyarlos porque que la familia tiene ciertas carencias o fragilidades. Estos chicos ingresan al centro de protección y viven en los hogares del INAU o con Familia Amiga u otras familias que integran el sistema de acogimiento familiar

“Hay que trabajar para que ese adolescente pueda construir su autonomía progresiva y eso implica necesariamente vincularlo con proyectos asociados al trabajo o al estudio”, dijo Pablo Abdala, presidente del INAU en conversación con El País. Por eso, al adolescente se lo ofrecen varias posibilidades: cursar el liceo o la UTU, tener una primera experiencia laboral, aprender un oficio o desarrollar un arte.

Entre los convenios para las pasantías laborales, que se rigen por la ley de empleo juvenil, existen acuerdos con diez intendencias, Antel, OSE y UTE, y con distintas empresas privadas como Tienda Inglesa o La Española. Próximamente también se firmará un convenio de primera experiencia laboral con Presidencia de la República que ya fue acordado.

A su vez, el INAU quiere presentar una modificación en la Rendición de Cuentas para el “apoyo al egreso”. Se pretende otorgar un subsidio de tres Bases de Prestaciones y Contribuciones (BPC), que sería un total de $ 15.492, a los adolescentes vinculados al INAU que cumplen su mayoría de edad y tengan un proyecto de estudio o trabajo. Abdala indicó que funcionaría como una “herramienta adicional”.

Otro de los aspectos en que se apoya a los adolescentes que egresan es con vivienda; actualmente hay 60 cupos. “Son soluciones de emergencia a término, con un plazo de un año, aunque se puede prorrogar si el adolescente no tiene a dónde ir”, expresó el presidente del INAU.

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