MSP EVALÚA MEDIDAS A FAVOR DE LA NATALIDAD
Los datos muestran que la natalidad siguió su tendencia a la baja. El año acabará con menos de 35.000 nacidos vivos o, lo que es lo mismo, menos de 1,4 hijos por mujer en edad de ser madre.
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Durante el primer semestre de este año, en Uruguay murió más gente de la que nació: 21.844 fallecidos contra 17.552 nacimientos. Eso ya había acontecido en algunos departamentos en años anteriores, pero es la primera vez desde que hay registros de que ocurre a escala país.
En medio de una emergencia sanitaria, el debate político se centró en el aumento de las muertes: ¿eran evitables? Pero la otra pata de esta díada, la baja de los nacimientos, ha quedado por fuera de los micrófonos y los flashes.
¿La pandemia cambió la tendencia de la mortalidad? Sí. ¿Y de la natalidad? Por ahora, no. Al menos eso indican los datos preliminares del Ministerio de Salud Pública (MSP) a los que accedió El País.
Durante este primer semestre se registraron 904 nacidos vivos menos que en el mismo período del año pasado, 1.750 menos que hace dos años, 2.761 menos que hace tres, 4.703 menos que hace cuatro...
Dicho así -en números absolutos y comparando solo semestres- pareciera que la aguja se mueve poco. Pero cuando se mira la película -no es necesario todo el largometraje, sino las escenas de las últimas dos décadas-, puede observarse cómo Uruguay pasó de estar por encima del nivel del reemplazo (2,1 hijos por mujer en edad de ser madre a comienzos del siglo XXI), a ser un país de “muy baja fecundidad”.
Si la cantidad de nacidos vivos sigue la tendencia observada en el primer semestre del año, este 2021 acabará con menos de 35.000 nacidos vivos o, lo que es lo mismo, menos de 1,4 hijos por cada mujer uruguaya en edad fértil.
El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, compareció ante el Parlamento el pasado 21 de julio. Ante la escucha de los diputados de la comisión de Presupuesto integrada con Hacienda dijo: “Ese tema lo trató (José) Mujica y fue muy claro al decir que Uruguay tenía un grave problema de natalidad, que es un problema que termina impactando en las pensiones, en la edad de retiro, en las jubilaciones y de diversas maneras”.
¿La caída de la natalidad es un problema? La reproducción es una de las funciones vitales que distingue a los seres vivos. Es tan básica que, como acontece con la muerte o la existencia de un dios, ocupa buena parte de los dilemas filosóficos. Para el ministro Salinas es un problema. Para la diputada frenteamplista Cristina Lustemberg, no. Y para Rodolfo Saldain, presidentes de la Comisión de Expertos en Seguridad Social, “no es un problema a resolver, sino que es un hecho que se debe a determinadas circunstancias y que provoca determinados efectos”.
Más allá de las creencias, el rótulo de “problema” varía cuando se analiza qué motivó (y motiva) la baja de los nacimientos. En el mundo, dicen los demógrafos, el cambio de tendencia está vinculado a la salida de la mujer al mercado laboral, las dificultades de compatibilidad entre ese mundo del trabajo y la maternidad o paternidad, la salida más tardía de la casa de los padres y el aumento de los años de estudio que lleva a una postergación de la edad en la que se tiene el primer hijo, y, sobre todo, a que las personas empiezan a decidir cuántos hijos quieren tener y desde cuándo.
Para el caso uruguayo, a su vez, la veloz caída de los nacimientos en el último lustro estuvo marcada por un descenso de los embarazos en adolescentes. Según el Programa de Población de la Universidad de la República, el 52% de la baja se explica por el descenso de la fecundidad en adolescentes (de los 15 a los 19 años) y jóvenes tempranas (20 a 24 años). En esas edades se registraban cifras altas de embarazos no intencionales, a veces similares a países africanos, lo que había llevado al gobierno anterior a la creación de una estrategia de reducción de esos embarazos en adolescentes que continúa hoy.
Según los datos preliminares del MSP, el año acabará con 26 nacimientos cada 1.000 madres adolescentes, cuando el año pasado fueron 28 cada 1.000.
Salinas coincidió con que la caída de los embarazos en adolescentes es una “buena noticia”. Pero insistió con que la caída en general de la natalidad “traerá dificultades” y que, a su entender, se requiere una comisión de expertos que analice el tema. ¿Son necesarias medidas concretas? Esto dice una voz del oficialismo, otra de la oposición, una de la academia, otra de la Seguridad Social y una quinta de Naciones Unidas que vienen estudiando el asunto.
¿Qué medidas puede o debe adoptar Uruguay a raíz de la baja de nacimientos?

“La caída de la natalidad es un problema que debe tener una mirada transversal, ya que abarca no solo cuestiones sanitarias, sino sociales, demográficas y previsionales. De acuerdo a lo planteado por el ministro de Salud Pública en la reciente presentación en la comisión de Presupuesto integrada con Hacienda de la Cámara de Diputados, este tema debe tener un abordaje país.
Desde el MSP se han tomado acciones concretas para incentivar la natalidad. Un ejemplo es la reducción de la barrera económica mediante la eliminación del aumento progresivo del copago para los tratamientos de fertilización asistida (de baja y alta complejidad) que financia el Fondo Nacional de Recursos.
Otro ejemplo es el acuerdo alcanzado en el ámbito del Consejo de Salarios: las trabajadoras médicas tienen licencia por maternidad paga por seis meses. Eso ya está vigente desde el 1° de julio. Un problema que observábamos era que muchas trabajadoras médicas eran madres recién cuando terminaban una larga carrera universitaria. Y en el poco tiempo que les quedaba de vida fértil, se les hacía difícil compatibilizar el trabajo y la maternidad.
No estamos pensando en recortar derechos adquiridos, pero sí en dar incentivos para que aquellos que quieran tener hijos lo puedan hacer. Eso sí: la solución de fondo no pasa por el MSP solo, es una política de Estado”.

“No es a través de metas cuantitativas de aumento de natalidad que vamos a lograr un mayor desarrollo social y una mejor calidad de vida de la población, sino a través de que cada persona esté satisfecha con el número de hijos que tiene y que existan condiciones de crianza y cuidados adecuadas. Ha sido un objetivo de política pública el que las personas no tengan hijos cuando no desean tenerlos, que se eviten embarazos no intencionales, que las niñas y adolescentes los eviten, las que además suelen concentrarse en los quintiles de ingresos más bajos. La experiencia internacional indica que las experiencias de ’bonos’ por hijo no han funcionado, no han logrado aumentar la natalidad. Además de que son prácticas reñidas con respetar los derechos de las mujeres, a las que sólo se las concibe en su función reproductiva. El número de hijos por mujer no es malo ni bueno en sí mismo, depende de cómo se vincula con el ejercicio de todos sus derechos y cómo se garantizan los derechos de esos niños. La articulación de los cuidados y la vida laboral es muy costosa en Uruguay, las mujeres suelen verse relegadas ante el nacimiento de un hijo. No obstante, detrás de la medidas ´pro-natalistas’ está la concepción de que las mujeres tienen como rol fundamental el parir hijos y poblar la nación”.

“No creo que haya que incentivar la natalidad. La evidencia concluye algo de apariencia paradójica. Por un lado, los incentivos pronatalistas pueden lograr algunos repuntes episódicos, pero no logran su objetivo de sostener aumentos importantes de la fecundidad. Por otro, hay políticas que pretenden redistribuir el costo de los cuidados infantiles, entre las familias y el Estado, ‘desfamiliarizando’ la crianza. Y esas políticas, que no incentivan nuevos nacimientos sino que apuntan a mejorar las condiciones de los adultos y los niños ya nacidos, sí pueden generar un contexto más amigable para tener hijos. Los servicios de cuidado infantil de calidad, de horarios extendidos y desde los primeros meses de vida de los niños pueden resultar caros, pero son esas las medidas que han demostrado generar condiciones favorables a las familias con hijos en un mundo en el que hombres y mujeres participan del trabajo productivo y reproductivo. Cuando las carreras laborales de las mujeres sufren la ‘penalización por hijo’, no es sorprendente que la variable de ajuste sea resignar un nacimiento que quizá se deseaba. Del lado de las medidas que no tienen asidero, incluiría los ‘premios’ económicos pronatalistas y las campañas publicitarias en las que se quiere convencer a las personas de tener más hijos”.

“Uruguay debería implementar políticas que eviten que avance el desplome de la natalidad. Hay medidas que se pueden ensayar, sin garantía ninguna de éxito. La diferencia entre la fecundidad deseada y la efectiva es una ventana de oportunidades para algunas políticas, que puedan superar las barreras, los obstáculos que impidan tener los hijos deseados. Gran parte de eso corre por prácticas laborales y regímenes de trabajo que permitan compatibilizar, a ambos sexos, la vida familiar con la laboral. ¿Qué tienen de común los países desarrollados en los que no se ha desplomado la natalidad? Básicamente son países con licencias parentales generosas, avances y facilidades en la cobertura del cuidado infantil y las políticas de estímulo a la equidad de género. Francia, podría ser un ejemplo. Es uno de los países que ha logrado sostener una tasa de fecundidad de 1,9 hijos por mujer, por medio de una política familiar integral, orientada a lograr la conciliación entre vida familiar y laboral, con un fuerte componente de provisión de cuidados infantiles, con una fuerte dosis de corresponsabilidad del Estado. Suecia también tiene similares tasas de fecundidad con una combinación de políticas y de pautas culturales. Estoy pensando en medidas de apoyo económico, de cuidados y de compatibilización de la vida familiar y laboral. No parece que fueran viables otros tipos de políticas”.

“Una caída abrupta de la natalidad, en un país que está envejeciendo, no contribuye al desarrollo. Una clave a abordar es el pleno aprovechamiento de los recién nacidos que sí tenemos. La pobreza infantil hace que de los 35.000 que nacerán este año, unos 7.000 van a estar debajo de la línea de pobreza, van a ver afectada su productividad futura. Luego, en el sistema educativo perdés gente que no termina el liceo y eso también te baja la productividad. Y, para peor, el desempleo juvenil es tan alto que el mercado laboral no aprovecha a los pocos jóvenes que tiene.
La otra clave es quitar los desincentivos a la fecundidad: que las mujeres puedan compatibilizar un proyecto de vida con autonomía laboral y la fecundidad. Eso se logra con un mejor sistema de licencias para madres y padres, para que distribuyan el cuidado de sus hijos. Ese sistema tiene que incluir a los que trabajan en la informalidad y hacer que los varones asuman su responsabilidad y hagan uso de esas licencias. Hay que universalizar los cuidados durante la primera infancia: eso es dar garantías a una mejor crianza. Y, por último, si la natalidad es un bien público, hay que ayudar a las familias con asignaciones universales. No es un incentivo de dinero para tener hijos, pero sí una transferencia monetaria que toma en cuenta que cada nuevo niño implica costos, necesidad de cuidados”.