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El médico rural: ¿una profesión que está en peligro de extinción?

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El médico Martín Olivera en uno de los consultorios de la policlínica de San Bautista. Foto: L. Mainé

Salud

Vázquez y la FEMI buscan resolver desinterés por la elección de los cargos.

Cada vez son menos los médicos que deciden trabajar en la zona rural del país. El éxodo hacia Montevideo no solo ocurre por la amplia oferta laboral que se ofrece en la capital, sino también por los atractivos y suculentos salarios.

Sin embargo, aún hay médicos que rompen con el “statu quo” y convierten su trabajo en todo un estilo de vida. Es el caso de Martín Olivera, de 35 años, uno de los 50 médicos de Familia que trabajan en la ruralidad. Lo hace desde que se graduó como profesional de la Medicina Familiar y Comunitaria, una opción que eligió tras una recomendación de un compañero de la Facultad. La tradición familiar lo llevó a elegir el camino de la salud: nieto de una curandera e hijo de una madre pediatra y un padre enfermero, Martín siente hoy a San Bautista y Castellanos como su lugar en el mundo.

Martín atiende entre unos 400 y 500 pacientes al mes entre el puesto de salud de Castellanos y la policlínica de San Bautista, centros en los que trabaja hace años. Por la mañana, cuando recibe consultas en Castellanos, no solo hace de médico, también es docente universitario y tutor de futuros colegas.

Martín Olivera. Foto: Leonardo Mainé
Martín Olivera. Foto: Leonardo Mainé

En Uruguay hay 550 médicos de familia y comunitarios. La especialización busca la prevención en la salud de todos los integrantes de una familia, desde los más pequeños hasta los más grandes. Sin embargo, un médico familiar y comunitario no necesariamente tiene que trabajar en el ámbito rural; de hecho, la mayor cantidad está empleado en la capital del país.

Según la Sociedad de Medicina Rural del Uruguay hay actualmente 300 médicos rurales, de los cuales 45 se encuentran trabajando al Norte del Río Negro. “Hay médicos que están en Tambores (entre Paysandú y Tacuarembó), por ejemplo, que es complicado, sobre todo cuando tienen una familia con niños en etapa escolar”, contó Martín a El País. Él vive en San Bautista -a una hora en auto de Montevideo- y si bien no tiene problemas de distancia, asegura que hay muchos colegas que sí los enfrentan.

La vocación y tradición familiar por la salud generaron que hoy Martín además de entender a la salud desde lo biológico, lo psíquico y lo social, también la conciba desde lo espiritual. “Esto no es lo mismo que la religión, es ver cuál es el sentido que tienen las personas en la vida”, reflexionó el médico. Contó que una de sus técnicas es practicar la acupuntura, una atención que brinda mismo en la policlínica tras su formación medicinal china. Hoy organiza “talleres del movimiento del cuerpo y del espíritu”, narró a El País en una entrevista que concedió en uno de los consultorios de la policlínica de Castellanos.

Además de haber atendido a generaciones enteras, a Martín le ha tocado más de una vez tener que realizar un Papanicolaou a una mujer y a los pocos minutos tener que salir corriendo a practicar los cuidados paliativos a un paciente con cáncer terminal. En definitiva, de eso se trata la Medicina Familiar y Comunitaria, prevenir, pero también cuidar.

Además, Martín, al igual que otros médicos de familia, son muchas veces la única opción a la que recurren las mujeres que sufrieron violencia de género o jóvenes adictos al alcohol, a la marihuana o a la cocaína.

Foto: Leonardo Mainé
Foto: Leonardo Mainé

Martín y Marcela Cuadrado, presidenta de la Sociedad Uruguaya de Medicina Familiar y Comunitaria (Sumefac) coinciden en que aún persisten inequidades entre el campo y la ciudad, entre lo rural y lo urbano y que hace falta definir una nueva política “para la inserción del médico en la zona rural”.

Los salarios de los médicos rurales no son nada buenos, más aún si los comparamos con los que percibe un pediatra o un cirujano en una mutualista. Muchas veces, las distancias, la falta de equipamiento y de recursos humanos vuelven casi imposible el cumplimiento de su deber.

A la vez, los médicos asumen gastos que no deberían: en el caso de Martín, tiene que utilizar su propio automóvil para realizar las visitas médicas y no solo recorrer largos caminos con pozos, sino que a fin de año, destinar dinero de su propio bolsillo para comprar nuevas cubiertas. La situación es tan preocupante que tanto en Sumefac como en la propia Sociedad de Medicina Rural del Uruguay, no está para nada claro el rumbo que tomará la profesión.

en emergencia

Intentan frenar el éxodo hacia Montevideo

El presidente de la Federación Médica del Interior (FEMI), Gustavo Fernández, mantuvo a mediados de noviembre una reunión con el presidente de la República, Tabaré Vázquez, en la que definieron avanzar en una serie de acciones para reactivar la elección de cargos de médicos en la zona rural. Básicamente, el proyecto busca poner nuevamente en agenda un programa de salud rural para frenar el éxodo de profesionales hacia Montevideo. El gobierno ya había aprobado un programa de salud rural en 2010, pero nunca llegó a implementarse. El presidente de la Sociedad de Medicina Rural del Uruguay, Ramón Soto, dijo a El País que es necesario crear cargos de alta dedicación. “Esto sería muy positivo porque se iría en camino a un marco regulatorio. La alerta de lo que sí está en extinción es el modelo de asistencia de salud”, indicó el médico que trabaja en Salto. No descartan también que se puedan otorgar beneficios o incentivos a médicos para que cada vez más, opten por trabajar en el campo. Soto señaló: “Reconozco las políticas públicas pero han trazado políticas para mitigar la migración y no se ha conseguido, no les seduce a los médicos ir a las zonas rurales”, señaló. Por otro lado, explicó que un médico que trabaja en la zona rural percibe un salario mensual que ronda entre los $ 30.000 a $ 50.000.

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