Quién es la primera mujer que consiguió dirigir el FMI

 20110726 645x600

Christine Lagarde

El 26 de mayo, en la cumbre de los países del G-8, en Deauville, alguien le preguntó a Nicolas Sarkozy qué opinaba de la por entonces ministra gala de Economía y aspirante a directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. Desde hacía 10 días, toda Francia vivía pendiente de la historia de Dominique Strauss-Kahn, posible rival de Sarkozy en las elecciones de 2012, que acababa de dimitir, por medio de una carta redactada en la celda, de su puesto al frente del FMI tras ser detenido, acusado de intento de violación a una empleada de un hotel de lujo en Manhattan. El presidente Sarkozy respondió: "Lagarde es una mujer muy inteligente...". Después compuso una sonrisita irónica y añadió: "... que además tiene una personalidad predecible y previsible".

A. JIMÉNEZ BARCA | EL PAIS MADRID

Christine Lagarde (55) no asistió en mayo a la cumbre de los países del G8 en Deauville. Acababa de arrancar su campaña para convencer al mundo de su valía, sacudirse la oposición de los países emergentes y convertirse en la nueva directora general del FMI. Lo logró un mes después, el 28 de junio, convirtiéndose en la primera mujer que lo conseguía. Eso que partía con una desventaja para un puesto como ese: Lagarde no es economista, y a los sabuesos del FMI no les gustan los jefes que no son economistas.

Lagarde Nació en París el 1 de enero de 1956 dentro de una familia burguesa en la que los dos padres eran profesores de idiomas. Vivió su infancia en Normandía. Perdió a su padre a los 17 años. Fue campeona de natación sincronizada con el equipo nacional francés, lo que, según ella, influyó en su carácter disciplinado y poco asustadizo ante los retos y las montañas de trabajo difíciles. A los 18 años ganó una beca para estudiar en Estados Unidos como asistente de un senador demócrata. La visita a ese país la cambió para siempre, otorgándole ese apego a lo anglosajón que jamás abandonaría.

Estudió derecho e inglés. Fracasó en su intento de entrar en la prestigiosa Escuela Nacional de Administración (ENA), donde se forman la mayoría de los políticos franceses. Volvió a poner rumbo a Estados Unidos.

En 1981 entró a trabajar en el despacho de abogados Baker & Makenzie, uno de los 10 más importantes del mundo. Se especializó en derecho social y asuntos de competencia. Escaló uno a uno los peldaños: en 1987 se convertía en uno de los socios del despacho, y en 1999, en la presidenta. Comenzó a salir en los periódicos económicos especializados franceses rebautizada como La Americana.

SOBRIA Y ELEGANTE. Ya entonces se vestía de traje y chaqueta simple, a veces adornado con un pañuelo, que le permitía subir y bajar escaleras a toda prisa y corretear por delante de sus subordinados. Ya entonces dio muestras de independencia y de fortaleza de carácter: aceptó el puesto de presidenta solo con la condición de regresar todos los fines de semana a París para ver a sus dos hijos, por entonces adolescentes, que vivían con su padre, del que Lagarde se había divorciado.

En 2005, cuando llevaba 10 años viviendo en Chicago, recibió la llamada del por entonces primer ministro Dominique de Villepin, que le propuso la cartera de Comercio Exterior y le dio un minuto y medio para responder. Renunció a unos beneficios de casi 600.000 euros al año en concepto de dividendos como socio y regresó a Francia.

Dos años después, Nicolas Sarkozy, tras un complicado ajuste ministerial, la nombró, tras dudar mucho, ministra de Economía. Vigilada de cerca por los prebostes de la Unión por un Movimiento Popular, la formación de centro-derecha de Sarkozy, que desconfiaban del aire advenedizo de esa abogada de impronta anglosajona, tomó un puesto peligroso.

MADAME LAGAFFE. Se equivocó al principio. Amiga de soltar ocurrencias un poco a lo loco, aconsejó a los franceses medio en broma medio en serio que usaran la bicicleta cuando subieron los precios del petróleo y se quejó de ciertas costumbres del sistema económico francés sin darse cuenta de que lanzaba piedras contra su propio tejado y contra el de Sarkozy, que comenzó a mirarla de reojo. Los de la UMP y muchos ministros le pusieron Madame Lagaffe (Señora Metepatas).

En 2008, con la crisis sacudiendo la economía mundial, llegó a sus oídos que algunos ministros pedían a Sarkozy a alguien consistente para sujetar el timón financiero del Gobierno. Harta, se citó con el presidente de la República y le ofreció su cabeza. "Sí, hombre, ahora, con la crisis que hay. Solo eso me faltaba", le respondió el pragmático jefe del Estado, señalándole de nuevo el lugar de combate.

Poco a poco se hizo con los mandos y con la crisis. Supo conducir a un país que naufragó menos que los otros. Aplicó su receta liberal con ciertas concesiones sociales muy a la francesa, su tranquilidad y su autocontrol a las turbulencias financieras y mes a mes fue ganando peso. Ya nadie le recordaba lo de Lagaffe.

Perfil

Nombre: Christine Lagarde

Nació: En París

Edad: 55 años

Profesión: abogada

Otros datos: Es vegetariana, jamás toma alcohol. Hace yoga, buceo y natación.

Cuidar rosas y cocinar

En su adolescencia, Lagarde fue miembro del equipo nacional de natación sincronizada. Ella está divorciada y tiene dos hijos, Pierre-Henri Lagarde (nacido en 1986) y Thomas Lagarde (nacido en 1988). Desde 2006, su pareja es el empresario Xavier Giocanti de Marsella. Sus hobbies son el yoga, el buceo, la natación y la jardinería. En febrero de este año, en entrevista con The Independent, Lagarde dijo que le gustaría pasar más tiempo en Normandía con su "preciosas rosas". Dijo también que añora no tener más tiempo para poder cocinar para su familia y hacer mermeladas caceras. Ella está convencida de que la presencia de mujeres en altos cargos ejecutivos es esencial.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar