Redacción El País
Las elecciones del 30 de noviembre de 1958 representaron el mayor giro en el curso de la política uruguaya del siglo XX, pues el Partido Nacional accedió al gobierno por primera vez en 93 años, desalojando al Partido Colorado. Además, el triunfo blanco fue rotundo: más de 120.000 votos de ventaja, mayoría parlamentaria y 18 de las 19 intendencias, incluyendo Montevideo por primera y hasta ahora única vez.
¿Cómo se llegó a ese resultado impactante? Los historiadores coinciden en que el gobierno colorado venía golpeado por una crisis económica inédita en muchos años. Además, por primera vez desde 1930 el Partido Nacional votó totalmente unido, al completarse el regreso al lema de los blancos independientes, que formaron la Unión Blanca Democrática (UBD). Pero se destaca, sobre todo, la astucia de Luis Alberto de Herrera, al propiciar un acuerdo electoral clave con una fuerza extrapartidaria e incluso ajena hasta entonces a la política: el movimiento ruralista.
Bajo el nombre Liga Federal de Acción Ruralista, se trataba de una organización gremial liderada por un antiguo periodista de origen colorado, Benito Nardone, que con el seudónimo “Chico Tazo” se hizo popular defendiendo en su programa por radio Rural los intereses de los productores agropecuarios. Ya para las elecciones de 1954 Nardone había recibido propuestas para integrarse a la política pero prefirió mantenerse neutral.
Finalmente, en 1957 Herrera lo convenció para sumarse al Herrerismo. El acuerdo giraba en principio en torno a un proyecto de reforma constitucional para regresar al presidencialismo, instaurar un parlamento unicameral y reducir los monopolios estatales; el viejo caudillo blanco logró además que Nardone y los suyos votaran junto a él.
En una entrevista publicada en 1993 por el semanario Búsqueda, el exsecretario de Herrera, Máximo Garrido, le contó al periodista César di Candia cómo se llegó al acuerdo. Desde su oficina en el Palacio Legislativo Garrido podía escuchar a través de un ducto de calefacción lo que se hablaba en una habitación donde se reunían dirigentes blancos antiherreristas. “Por ese tubo pude pescar algunas conversaciones que me hicieron sospechar que se estaba tramando algo contra el ‘viejo’”, recordó.
Garrido le avisó a Herrera y este decidió ofrecerle un acuerdo a Nardone. Lo invitó a conversar del tema en su casa quinta de la entonces avenida Larrañaga (ahora llamada Luis Alberto de Herrera), donde realizaba sus reuniones políticas. El secretario recordaría años después los pormenores singulares de aquel encuentro: “Cuando llegó Nardone, (Herrera) lo recibió con todos los honores (....) Si de algo estoy seguro es que Nardone no quería meterse en política (....) Yo estaba presente en la reunión y puedo afirmar que a cada planteo que hacía Herrera, Nardone le decía que no. Pero cada vez que le quería argumentar, Herrera se hacía el sordo y le seguía hablando de lo mismo (...) Le hablaba de la unión de las gentes del campo y de una gran reforma constitucional (...) El asunto fue que Nardone nunca dijo que aceptaba el acuerdo. Tampoco dijo que no de manera terminante. Pero al día siguiente Herrera hizo titular El Debate con grandes letras que decían: ‘Acuerdo nacional entre Herrera y Nardone. Habrá reforma’”. Y ya no se pudo dar marcha atrás”.
Bajo el régimen de Poder Ejecutivo colegiado, herreristas y ruralistas llevaron candidatos comunes al Consejo Nacional de Gobierno, además de impulsar la reforma constitucional. Herrera, sin embargo, no fue candidato, pues como había actuado como consejero de gobierno en el período iniciado en 1954 no podía ser reelegido. Y ya tenía 85 años de edad.
El Partido Nacional se impuso por amplio margen, y dentro del mismo ganó el “Eje herrero-ruralista” gracias a los votos del interior del país. “Cayó el régimen”, tituló en cuerpo catástrofe El Debate, que atribuyó la victoria a un “movimiento suprapartidario”. Curiosamente, la reforma electoral estuvo lejos de aprobarse.
El Consejo de Gobierno que asumió el 1° de marzo de 1959 tenía tres miembros herreristas (Martín Echegoyen, Eduardo Víctor Haedo y Justo M. Alonso) y tres ruralistas (Nardone, Faustino Harrison y Pedro Zabalza). Pero ya las relaciones entre Herrera y Nardone se habían deteriorado, con lo cual la gestión se inició con tensiones.