En Uruguay hay empresarios, médicos, docentes y abogados que son los máximos representantes de países de todos los rincones del mundo sin siquiera hablar su idioma o haber pisado el territorio. Representan desde potencias mundiales como India hasta países poco conocidos como Surinam, San Marino o Bielorrusia. Son los llamados cónsules honorarios, uruguayos alejados del ámbito diplomático que eligen ser la cara visible de otros países, aunque sin recibir un centavo a cambio de la tarea.
Algunos montan su consulado dentro de su hogar, en algún escritorio con poco uso, y trabajan con la ayuda de su pareja e hijos. Otros integran la oficina consular a su empresa y al discar el número de contacto del consulado que está en la página web del Ministerio de Relaciones Exteriores, puede llegar a sonar, por ejemplo, el jingle de “El Mundo de las Mangueras”, porque la familia Aprahamian lleva adelante el consulado de Armenia hace muchos años.
Si bien algunas de estas oficinas tienen mucho flujo de trabajo con tramitación de visas y renovación de pasaportes, dado que son muchas las personas que viajan a esos países o que llegan desde ellos a Uruguay, como sucede con Australia o Países Bajos, otros consulados desempeñan más que nada actividades protocolares porque casi no hay un intercambio de personas con estas naciones, como es el caso de Islandia o Estonia.
Lo que asegura Eduardo Antonich, cónsul de Croacia desde hace 20 años, es que lo más importante de este puesto honorario es “asistir a los ciudadanos de estos países en el momento en que más lo necesiten, sobre todo en casos de urgencia”. Unos de los cónsules que más juega este papel es Anna María Zosa, cónsul honoraria de Filipinas, que en tan solo 18 meses de servicio visitó a seis marineros filipinos, que llegaron en los buques de carga y tuvieron que ser hospitalizados por emergencias de salud.
La mujer asiática es una de las dos cónsules, junto con la representante de Namibia, Mechtild Antje Schleicher, que nacieron en el país al que representan y ahora residen en Uruguay. Zosa debe actuar muchas veces como traductora y de puente entre dos culturas que tienen muchas diferencias, tanto para ayudar a realizar trámites públicos como para hablar con médicos, si llega a ser necesario. Son 23 los filipinos que viven en Uruguay y la cónsul también destina tiempo para reunir a su comunidad abriendo las puertas de su hogar. Allí prepara platos típicos como el adobo (un tipo de estofado).
Más allá de cada caso particular, surge la interrogante de por qué estas 40 personas que se desempeñan como cónsules honorarios querrían dedicar su tiempo libre a atender llamadas varias veces al día, realizar trámites o asistir a reuniones protocolares. Los motivos son diversos, pero lo que todos repiten es la palabra “honor”: se sienten afortunados porque les hayan confiado esta responsabilidad.
Vínculos comerciales
Muchos obtuvieron este privilegio por ser empresarios que tienen relaciones comerciales con estos países, como fue el caso de Juan Carlos López Mena (fundador de Buquebus) que se desempeñó como cónsul honorario de Marruecos por 10 años dado que algunos de sus barcos estuvieron en este país. Fue sucedido por Juan Pedro Damiani, expresidente de Peñarol y empresario de servicios de consultoría y auditoría, que en la actualidad retomó el cargo consular. Damiani conoció al canciller del país africano en la Copa del Mundo de 1998, que se disputó en Francia, y el diplomático luego lo recomendó para asumir el cargo en Uruguay.
Al caminar por el Centro o Ciudad Vieja uno se puede topar con banderas de distintos países del mundo, como Suecia, en las puertas de oficinas de empresas uruguayas. Pero otros tienen estos distintivos diplomáticos puertas adentro. En el despacho del director de J. R. Williams, empresa de servicios y logística portuaria, hay una gran fotografía del presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, colgada en la pared.
El CEO Andrew Cooper asumió la tarea de cónsul honorario del país nórdico en 1992 y este título también lo han llevado su padre y su abuelo. Es uno entre los 400 cónsules honorarios finlandeses que hay alrededor del mundo. Al día de hoy, es el uruguayo con más trayectoria desempeñando esta actividad honoraria.
Debajo del retrato de Niinistö está la foto de Cooper estrechando la mano del primer mandatario, aunque su relación no se limitó a un simple apretón de manos, sino que el finlandés -presidente desde 2012- también visitó la casa del cónsul cuando estuvo en Uruguay en 2017 y el empresario lo visitó cuando viajó a Finlandia.
Desde el momento en que la compañía finlandesa UPM comenzó a construir su primera planta en Fray Bentos, la actividad del cónsul aumentó en gran medida y, aún más, con la decisión de crear la segunda planta en Paso de los Toros.
La inversión industrial también dio pie a una mayor cercanía de las dos naciones en otros planos: cooperación entre universidades finlandesas y uruguayas, estudios interconectados con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), e intercam- bios del Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) con su par europeo.
Para ocupar este cargo uno se ofrece o es invitado, pero siempre hay un análisis del currículum laboral y financiero del candidato; tampoco puede tener antecedentes penales, la reputación debe ser intachable y también se evalúan sus conexiones en la sociedad.
Lazos sanguíneos
Algunos cónsules eligen asumir el puesto para mantenerse fiel a sus raíces, como sucede en los consulados de Croacia, Hungría, Lituania, Bielorrusia, Armenia y Montenegro, cuyos titulares tienen esa ascendencia. Sus apellidos lo evidencian: Antonich, Mártony, Svoba, Andrzejuk, Aprahamian y Klisich.
El abogado Antonich habla croata, escribió un libro sobre esta comunidad instalada en Uruguay (Croacia y los croatas en Uruguay) y siempre se reúne con sus compatriotas para celebrar las fiestas típicas del país. Nunca buscó el puesto de cónsul. El embajador de Argentina fue quien le pidió que asumiera el cargo dado que tenía ascendencia croata y sabía el idioma, además de trabajar como abogado, algo que le pareció muy positivo. Antonich ya fue 12 veces al país europeo ubicado en los Balcanes.
Su trabajo diplomático cambió por completo desde que Croacia se integró a la Unión Europea en 2013, lo que provocó un aluvión de consultas y solicitudes de tramitación de pasaportes de las casi 4.000 personas con ascendencia croata que viven en Uruguay. A partir de ese momento, el representante ha recibido 170 solicitudes por año.
Las embajadas cierran sus puertas
En Uruguay existen 44 embajadas, entre las que se encuentran la mayoría de los países del continente americano, las potencias europeas y algunos otros países de Medio Oriente y Asia como Qatar, Corea, Palestina y Líbano. Sin embargo, dada la cercanía con Argentina y Brasil y por el hecho de ser un país de tres millones y medio de habitantes, las cancillerías de varias naciones han decidido no tener una sede en nuestro país y que los embajadores instalados en los dos países fronterizos realicen visitas mensuales.
En países con mayor territorio y población, los cónsules honorarios se nombran para tener una mayor representación a lo largo y ancho del país. Esto sucede en Argentina (que cuenta con 85 embajadas) donde, por ejemplo, el embajador se encuentra en Buenos Aires y luego hay oficinas consulares honorarias distribuidos en el territorio. En el caso de Finlandia, además del embajador hay cónsules honorarios en Rosario, Mendoza, Córdoba, Salta, Misiones y Ushuaia.
Si bien muchos cónsules en Uruguay tienen pocas horas de trabajo porque sus consulados no reciben tantas consultas, algunas oficinas casi no dan abasto. Este es el caso de Australia, que no tiene embajada oficial, pero hay muchos uruguayos que viajan al país. Alfredo Taullard, cónsul honorario de este país, tiene una asistente de su empresa que también dedica horas del día a resolver estos asuntos.
El abogado socio del estudio Hughes & Hughes se mudó a Sydney en 2009 junto con su esposa para realizar una maestría y cuando retornó a Uruguay dos años después decidió establecer una cámara de comercio bilateral. A partir de esto, generó clientes y contactos con la embajada en Argentina y en 2016 el embajador le consultó si le interesaba asumir el cargo, aunque también entrevistaron a otros postulantes.
De todos modos, Taullard subrayó que no tomó el puesto para obtener “contactos políticos”, porque si fuera así, cree que hay “caminos menos costosos para llegar a esos contactos”.