Desde el martes, en un galpón en el barrio Bella Vista funcionarios de la Corte Electoral junto a los delegados partidarios realizan el escrutinio departamental de Montevideo, lugar donde las manos se mueven rápido, los conteos en voz alta son constantes, y las miradas de los delegados están fijas en los sobres que se abren delante de ellos. Nadie quiere perder un solo voto, sobre todo por las alcaldías, algunas más disputadas que otras.
Uno de los municipios es clave: en el F ganó el Frente Amplio a la Coalición Republicana por 564 votos y, además de los votos que se puedan corregir —porque se catalogaron mal en la mesa el día de las elecciones—, hay 833 observados. Las primeras urnas para esta alcaldía se empezaron a abrir sobre las 16:00 y se continuará el viernes. Más o menos a la misma hora en la que apareció el diputado blanco Juan Martín Rodríguez —que supo ser funcionario de carrera de la Corte Electoral e integró la Junta Electoral— para ser delegado. Rápidamente, se sentó en una de las mesas para ser el rol de contralor de un municipio que los nacionalistas no quieren perder.
Claro que no eran los únicos con los ojos puestos en las urnas del F. Minutos antes, en la otra punta del galpón —que tenía el pabellón nacional, la bandera de los Treinta y Tres Orientales y la de Artigas a media asta por la muerte del expresidente José Mujica—, un delegado del Frente Amplio le había dicho a otro de su mismo partido: “En el F hay que estar. Es como en Lavalleja”.

La revisión voto a voto.
El comentario era que hubo confusión en los ciudadanos —a la hora de votar, por ejemplo, al poner una hoja de un municipio al que no pertenecen— y en las mesas receptoras de votos —dado que había sufragios anulados que, en realidad, sí eran válidos o al menos el departamental. Lo segundo, se subsanó al abrir sobre por sobre, al contar lista por lista, al revisar de manera minuciosa lo que se hizo el domingo a la noche cuando se abrieron las urnas por primera vez.
Por momentos, la clave estuvo en cuán rota estaba una lista como para anular el voto. Y se ingresaba en la dificultosa tarea de meterse en la cabeza del ciudadano: ¿habrá sido a propósito para que no sea válido?, ¿o quería votar a este candidato pero se le rompió un poco la hoja? O se evaluaba si se quebró el papel cuando se abrió el sobre o en la manipulación posterior.
La mayor parte de las urnas venían sin complicaciones, con la misma cantidad de votos anulados y en blanco que en las planillas, con grampas lo que tenía que tener grampas y con banda elástica lo que tenía que tener banda elástica.
Pero hubo excepciones. En momento, uno de los funcionarios de la Corte Electoral se agarró la cabeza mientras trataba de entender lo que tenía delante. Movía las hojas de votación de un lado hacia el otro como si, de alguna manera, eso la ayudara a descifrar el enigma. Al igual que siempre, se solucionó, se explicó a los delegados lo que sucedió, y se escuchó el golpe metálico del cierre de la urna, que significó una menos por revisar de las 2.542.
Se corta la monotonía.
El escrutinio departamental puede ser agotador: es una secuencia que se vive una y otra vez con cada urna. Un sistema, sin duda, aceitado pero con cierta monotonía, la que se corta de a momentos con la irrupción de risas y sorpresa por la creatividad de algunos ciudadanos a la hora de poner un objeto extraño en el sobre.

Hubo un objeto que se repitió porque previamente se generó un cierto plan entre los inversores: una falsa hoja de votación de Conexión Ganadera, con el número 4300. En el cabezal, tenía las fotos de los integrantes de la lista, entre los que estaban Gustavo Basso —que falleció en noviembre de 2024—, Pablo Carrasco, Daniela Cabral, Ana Iewdiukow, entre otros. Al pie del papel, decía: “Estafados, pero no silenciados. Anulamos el voto, gritamos por justicia. Que el Estado actúe, y que lo haga ya”.
Otro ciudadano pegó stickers en listas de la Coalición Republicana y Frente Amplio con el estilo de los octógonos —de fondo negro y letras blancas— que exige el Ministerio de Salud para el exceso de azúcares, grasas, sodio y grasas saturadas en los alimentos. Los pegotines decían “esto provoca daño cerebral”, “exceso de mentiras”, “libre de ética”, “exceso de nepotismo”, “fuente de pobreza”, “exceso de ñoquis”, “alto en humo” y “asesinos de esperanzas”.
También hubo quien le dedicó la canción “One more light” de Linkin Park en una carta al “querido ser en la mesa de votación”; quien cerró una nota diciendo —y recuadrándolo con la lapicera azul—: “No voto a ningún ladrón”; y quien puso una foto de Ashley Tisdale interpretando al personaje Sharpay Evans de la película High School Musical.

Sucedió un hecho excepcional el martes: al no encontrarse las hojas de votación válidas en la urna, se pidió la valija pero, para sorpresa de todos, tampoco estaban ahí.
El presidente de la Junta Electoral, Martín Pratto, explicó a El País que tenían el respaldo del acta en papel y la tableta dado que en ambas aparecía la información de los votos del circuito. Además, el frenteamplista aclaró que sí tenían los sobres azules de los observados. Entonces, a partir de los datos sobre esa mesa de votación, se hizo la “reconstrucción del escrutinio”.
También hubo situaciones puntuales —como se mencionó anteriormente— donde los votos vinieron en la valija cuando tienen que estar en la urna. Pratto indicó a El País que “son errores que están previstos que a veces se cometen en las comisiones receptoras de votos”. En esos casos, la Junta Electoral toma nota de cuál es el circuito para después convocar a los miembros “para tomar las decisiones que, según la normativa”, tienen la “competencia”.
“Estamos siendo muy estrictos. Ocurre en todas las elecciones. Por suerte, contamos con un cuerpo de profesionales electorales que, ante esa situación, saben cómo corregirlo. Tenemos un sistema que es muy seguro”, añadió.