En estas últimas semanas, en el oficialismo hay un especial esfuerzo por conectar el partido con el gobierno. La experiencia del “Frente Amplio te escucha” que se llevó adelante en el período pasado quedó marcada en filas de la izquierda, y ese ejercicio de conexión con la ciudadanía se está intentando repetir ahora con giras semanales que hacen por el país los legisladores -en particular los senadores, que están más libres- para explicar los lineamientos del Presupuesto Nacional de la administración de Yamandú Orsi, mientras los diputados ya comenzaron a discutir, recibir delegaciones y negociar.
En paralelo, en la coalición de izquierda comenzó a hacerse el diagnóstico de un problema que no figura entre las principales inquietudes del gobierno, pero que sí ha preocupado a técnicos del oficialismo, y que tiene que ver con la alta desconexión que se percibe en la sociedad con los asuntos de la política, algo sobre lo cual algunos dirigentes han conversado con especialistas en la opinión pública en los últimos días.
Lo que se visualiza, en concreto, y en base tanto a sondeos de encuestadoras como en estudios de la conversación “digital” e interacciones en redes sociales, es que a mediados de este año el interés general por los asuntos de la actualidad política ha alcanzado niveles similares a los que suelen verse en los meses de verano, donde la gente, en su mayoría, busca olvidar las preocupaciones diarias. Y esto, en ámbitos del gobierno y el Frente Amplio, es interpretado como un “descreimiento” en la actividad política.
Es algo que bien puede asociarse al cansancio general y esperable de una ciudadanía que recién está saliendo del último ciclo electoral -las últimas elecciones, las departamentales, fueron el 11 de mayo-, pero también forma parte de un “fenómeno” que está llamando la atención de los expertos y que inquieta a varios dirigentes políticos.
“Hay una preocupación general que tiene que ver con cómo la población, de alguna manera, está valorando, analizando y decodificando los mensajes que envía el sistema político”, reconoció en diálogo con El País el diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) Sebastián Valdomir, quien se refirió, como primera asociación a esta problemática, a “ejemplos que están dando algunos actores, que producen una muy mala imagen” del rol de la política.
“Que en la primera interpelación en el Senado termine en un escándalo y con disculpas”, dijo en referencia al enfrentamiento que protagonizaron a mediados de agosto los senadores Sebastián Da Silva (Partido Nacional) y Nicolás Viera (Frente Amplio), es una “señal terrible”. Y más lo es, lamentó el presidente de la Cámara de Representantes, “que el Parlamento se haya agarrado para decir cualquier disparate; eso es algo preocupante”.
“Tenemos que hacer un esfuerzo los políticos para no menospreciar la inteligencia de la ciudadanía”, agregó.
Indicadores de falta de interés político
Este desinterés por lo que ocurre día a día entre parlamentarios, jerarcas y ministros, y que se relata en los medios de comunicación, no significa, de por sí solo, una mala señal para el sistema, pero sí lo es si se trata del “paso previo” de una dañina etapa, en la que puede llegar el “descreimiento” con la política, que es lo que se ve en países como Argentina y en varios de Europa, dijo a El País la politóloga Mariana Pomiés, de la consultora Cifra.
De cualquier manera, sí es un problema que las consultoras observan en crecimiento desde hace un tiempo, y en el que “efectivamente se está viendo cada vez más un alejamiento entre la gente a la política, y viceversa”, señaló por su parte el politólogo Eduardo Bottinelli, de Factum.
Incluso, hay estudios que están indicando que este año hubo una acentuación del fenómeno. Porque si bien es cierto que el sistema ha dado señales de expresiones electorales que buscan canalizar reclamos insatisfechos por la dirigencia tradicional -y por eso la irrupción del empresario Edgardo Novick en las departamentales de 2015, o la del también empresario Juan Sartori en las nacionales de 2019, o incluso la aparición de figuras como el ex comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, o el hoy diputado Gustavo Salle- esto no debería explicar tampoco “el enfriamiento que se está viendo ahora”, advirtió el director de Factum, en línea con lo valoración que también hacen ciertos técnicos en el Poder Ejecutivo.
Algo de esto quedó reflejado en la encuesta de la consultora Opción, divulgada este mes, que midió la evaluación de la gestión del gobierno, y en la que los encuestados respondieron, en un 43%, que no consideraban “ni buena ni mala” la nueva administración frenteamplista, a más de seis meses de iniciado el gobierno de Orsi.
“El hecho de que los motivos predominantes de la evaluación neutra sean el poco tiempo transcurrido y la no percepción de cambios significativos, es consistente con un comienzo de gestión que no se caracterizó por grandes iniciativas legislativas o decretos gubernamentales que suscitaran un alto debate en la opinión pública”, señala el informe, que contrasta con lo sucedido, por ejemplo, en “la primera administración frenteamplista o del anterior gobierno nacionalista, ambas caracterizadas por inicios enérgicos y propuestas de alto impacto como el Plan de Emergencia en el primer caso o la Ley de Urgente Consideración en el segundo”.
Para Bottinelli, y en la misma línea con lo anterior, el “enfriamiento” que manifiestan los uruguayos en este momento responde en gran parte al contraste con lo que, muchas veces, sucede cuando inician los gobiernos, y la población se divide entre quienes “renuevan las esperanzas”, que son los votantes de la nueva administración, y los que sienten “miedo” o están alerta ante un cambio de signo político que no es de su agrado.
Y esto, por las características del actual gobierno frenteamplista, que es coherente con lo formulado en campaña electoral -y que se resume en un espíritu que “no es refundacional”, como ha subrayado Orsi y han repetido otros integrantes de su gobierno- no “se generó en forma importante”. “La gente no votó al Frente Amplio porque le ofrecieran un gran cambio, sino para sustituir al gobierno que estaba; y tampoco es que los que no votaron al Frente Amplio tuvieran un gran temor por lo que podría ser un gobierno frenteamplista”, sostuvo Bottinelli. Y añadió: “Hay una desilusión con la política, un desinterés por ella, que está atravesando este momento bisagra, cuando debería generarse, por lo menos, un llamado de atención de la gente por saber qué está pasando en la política. Y no está ocurriendo en los niveles como se venía visualizando”, tal como ha quedado registrado no solo en las mediciones de opinión pública, sino también en el análisis de las redes sociales o en “la cobertura periodísticas”.
“Y en el medio se introducen lo que entre comillas podemos definir como peleas de los políticos, escándalos entre los políticos, lo que para los que están alejados o no están siguiendo los temas en el día a día, los aleja más”, concluyó el politólogo.
Pomiés, que entiende que las disputas radicales y la polarización apuntan a satisfacer a un “grupo pequeño” de la sociedad, coincide: “La mayoría, del sistema político espera seriedad y negociación; si no, nacen los cuestionamientos”.
Pomiés: “La gente pregunta quién es María Dolores”
La Ley de Presupuesto Nacional, cuyo proyecto es por estos días intensamente discutido en Diputados, no es ni cerca una preocupación importante para la mayoría de los uruguayos. Porque aunque allí se están debatiendo asuntos relevantes que impactarán en la vida cotidiana, como los cambios tributarios propuestos por el ministro de Economía, Gabriel Oddone, o la creación de organismo nuevos -como la Agencia de Vigilancia Sanitaria que propuso la ministra de Salud Pública, Cristina Lustemberg-, lo cierto es que todo eso integra un conjunto de temas que no interesa al grueso de la población.
“La gente no tiene ni idea de lo que se está hablando”, dijo Mariana Pomiés. Lo mismo ocurre con otros asuntos que generan apasionados debates, como ocurrió con la compra de la estancia María Dolores -que terminó en una denuncia penal presentada estos días por casi todos los partidos de la oposición-, y que, según bromeó la directora de Cifra, el eco generado por este tema en la gente es preguntarse “quién es esa señora llamada María Dolores”.
“Es que a la mayoría de los ciudadanos les interesa su trabajo, su familia, llegar a fin de mes y vivir medianamente bien -agregó Pomiés-. Todo lo demás lo deja en mano de los políticos”.
Eso último no es algo “necesariamente” malo, pues la democracia implica también un acuerdo entre ciudadanos y políticos en que los primeros delegan a los segundos gran parte de las discusiones diarias. Pero “el problema” surge cuando la indiferencia es tal que da paso al “descreimiento”. Y esto, que todavía no llegó a Uruguay de una forma como sí ocurre en otros países, pero que ya cuenta con hay indicadores de su presencia, es lo que provoca ese desánimo que se traduce en frases como que “todo funciona mal” o que “hay que buscar las soluciones por fuera de lo que ofrece el sistema”. “No somos ajenos a que esas posturas crezcan”, advirtió la politóloga.