Investigadores policiales tienen el convencimiento de que, luego de desarticular organizaciones criminales que actuaban en barrios periféricos, ahora enfrentan “pandillas espontáneas”. Estas bandas se integran por tres o cuatro adolescentes que se conocen del barrio y que se juntan para cometer un delito y luego se diluyen. En ocasiones siguientes, algunos integrantes de los grupos cambian. Se juntan en una esquina y protagonizan un asesinato, una rapiña o trafican drogas.
Estas “bandas espontáneas o desorganizadas”, como las bautizó un veterano investigador policial, están constituidas por jóvenes, algunos menores y otros que apenas sobrepasan la mayoría de edad.
Sus integrantes tienen varias características en común: se conocen del barrio o de la cuadra y se criaron viendo lo que sucede fuera del sistema. Es decir, crecieron viendo cómo sus referentes masculinos delinquieron todas sus vidas.
Los investigadores también detectaron que algunos de esos jóvenes integraron en el pasado bandas piramidales conformadas por un líder, lugartenientes y “perros” (soldados sin jerarquía) que ya fueron desarticuladas por la Policía. Al perder esos lugares, se unieron con amigos del barrio.
Un caso paradigmático fue lo que ocurrió en la masacre de Maracaná Norte. La “banda espontánea” se conformó con dos individuos de Piedras Blancas y otros dos del barrio donde ocurrió el crimen. Sus integrantes tienen entre 17 y 21 años. Un adulto -la Policía supone que se trata de un traficante de drogas del barrio- los regenteó para que realizaran la matanza disparando 120 tiros con pistolas Glock modificadas. En el ataque fallecieron cuatro personas -dos de ellas con antecedentes penales- y un niño de 11 años. Un joven de 17 años, dueño de la casa, se encuentra internado en el CTI. Al menos dos personas salieron ilesas de la casa baleada.
En ocasiones, estas pequeñas bandas “espontáneas” se juntan, como ya se dijo, para cometer un ilícito puntual. A veces chocan con un grupo similar de un barrio cercano y así surgen los enfrentamientos. Hay casos, dijeron fuentes policiales, que las diferencias entre ellas fueron causadas por problemas amorosos.
Pero también se involucran en el tráfico de drogas con el propósito de obtener ganancias en forma rápida. Ello genera choques con narcos de las distintas zonas, los que se dirimen a los balazos.
Ese fenómeno explica -según las fuentes- los tres incidentes ocurridos en las últimas 72 horas en los barrios Jardines del Hipódromo y Flor de Maroñas. El jueves 13, dos jóvenes de 16 y 17 años fueron atacados a tiros en la esquina de Zúrich y Pontevedra (Jardines del Hipódromo). El de 16 tenía varias indagatorias por receptación y rapiña, mientras que su cómplice había sido detenido en el pasado por cometer los mismos delitos.
Investigadores de la Zona III encontraron en el lugar 25 casquillos de pistolas calibre 9 milímetros y ocho vainas de un arma calibre 38.
Según manifestaron testigos a la Policía, los autores de los disparos fueron dos desconocidos que, sin mediar palabra, dispararon a los dos menores desde un auto blanco y luego se dieron a la fuga. El adolescente de 17 años falleció por los disparos que recibió en el tórax, abdomen, pelvis y en las dos piernas. Mientras que su compañero fue herido en ambas piernas.
El día anterior, también en Jardines, un hombre que había dejado a su hijo en la escuela N° 330 fue atacado a tiros. Cuando iba a arrancar su camioneta, un auto negro le cortó el paso. Un individuo, vestido con ropas oscuras, descendió y le realizó seis disparos. El hombre logró agacharse y aceleró. Luego impactó contra un árbol. No lograron balearlo, pero sufrió lesiones por el choque.
El martes, un hombre de 27 años, requerido por homicidio, fue ultimado en el barrio Flor de Maroñas. En Rubén Darío y Eusebio Vidal, la víctima fue interceptada por desconocidos. Lo balearon en la espalda.
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