Las Grutas: playa cara pero exclusiva

Tiene un paisaje privilegiado y un parador, El Chiringo

Resguardada del bullicio y alejada del centro de Punta del Este, la playa del parador El Chiringo es encantadora y tiene un paisaje singular: junto a Las Grutas en la falda rocosa y desolada de la Ballena.

Ahora acude más público que en otros años y perdió su tranquilidad característica, pero no deja de ser una playa elegida por las familias que buscan tener una jornada sosegada.

En el estacionamiento se pueden avizorar varios coches, pero en la arena las sombrillas están bastante apartadas y el silencio sólo es interrumpido por la música del parador.

Algunos se adentran en las grutas para encontrar mayor privacidad y se bañan entre las rocas, donde se escucha nada más que el ruido de las olas. Las alguna vez clásicas fiestas en las precarias y seductoras instalaciones de Las Grutas ya no son frecuentes.

Por las mañanas también van muchos pescadores, que regresan con bolsas llenas de corvina.

"Antes en esta playa vivía el Dios Verde, un señor que usaba muchos collares hechos con dientes de tiburón que era muy culto, pero falleció. También había otro pescador anciano que montó su casita entre las piedras, pero lo echaron de la playa y al año murió", le comentó un pescador a su compañero. Según contó, cree que lo sacaron de allí para montar una discoteca entre una cueva que no llegó a durar mucho tiempo. "El señor siempre nos conseguía carnada", se lamentó.

El parador El Chiringo es un referente de Punta del Este y propiedad de Beba Páez, hija del artista plástico Carlos Páez Vilaró. "Lo construimos nosotros hace 22 años", contó.

La impronta del padre se nota en las paredes, de donde cuelgan mandalas pintados por el.

Los cuidacoches también usan remeras que tienen impreso el nombre del parador y un mandala de Páez Vilaró.

Próximo al Chiringo hay una casa de madera donde funciona un taller de arte, y allí una vez por semana da clases de pintura la otra hija del artista, Agó Páez.

En febrero, según contó Beba, también habrá un concurso de castillos de arena.

El Chiringo tiene un amplio deck de madera pintado en blanco, con sillas y mesas del mismo color.

Allí se realiza desde hace algunos años una fiesta de Año Nuevo que es muy concurrida por los jóvenes. Pero salvo en esa oportunidad, cuando el público desborda el parador, es un lugar tranquilo donde la gente puede disfrutar de una vista única. Los precios son más caros que en paradores como el de la revista Caras, en la playa Bikini, y similares al de Personal Beach, en José Ignacio.

Por ejemplo, los refrescos salen $ 60, un licuado $ 125, un chivito $ 135, un tostado o una hamburguesa $ 125, los panchos están a $ 55 y una milanesa sin guarnición $ 110. En cuanto a mariscos, se pueden comer rabas a $ 325, mejillones a $ 225, calamares al ajillo a $ 480 y chipirones a $ 295.

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