Redacción El País.
La mayoría de las víctimas que viajaban en el ómnibus 121 de Cutcsa y se estrellaron contra el muro de la Rambla Pocitos llegaron a un acuerdo reparatorio con la empresa. Sin embargo, hay al menos dos pasajeros que también iban a bordo del vehículo el 26 de octubre de 2024 que rechazaron acordar e insisten con que se indague la eventual responsabilidad del chofer.
El conductor, al momento del accidente no fue "cabalmente capaz de comprender el carácter de sus acciones”, según la pericia psiquiatra practicada, cuyo contenido divulgó El País en enero. Pese a eso, la nueva fiscal del caso, Silvia Porteiro, pidió una ampliación de esa pericia para conocer más detalles, dijeron fuentes judiciales.
El hecho de que la pericia inicial, firmada por los peritos psiquiatras del Instituto Técnico Forense Gabriel Barreiro y Álvaro Trindade, señalara que el chofer no pudo comprender el carácter de sus actos desembocaría en que fuera declarado inimputable por la Justicia. Los técnicos coincidieron en que “en el cambio de senda en el tramo final del trayecto, (el chofer) se duerme, no logrando un estado de plena vigilia al despertar”.
Este concepto fue muy cuestionado por los damnificados. "No estaba perdido ni dormido. Lo veíamos muy consciente", contó Daniela Barros, de 55 años, una de las pasajeras del ómnibus, cuando se cumplió un año del episodio. "Dormido no estaba. Iba rápido y, en lugar de parar en las paradas, lo hacía más adelante, como a ocho metros, y la gente tenía que caminar", dijo Sandro Méndez, de 47 años, sobre el chofer en una nota con El País. "Se quiso matar y nos quiso matar a todos", añadió.
A más de un año del accidente, tomó el caso una nueva fiscal, Porteiro —antes estuvieron Leonardo Morales y Sandra Fleitas— y ordenó una ampliación de esa pericia psiquiátrica para obtener más detalles, explicaron fuentes judiciales a El País. Su resultado puede llegar a condicionar la viabilidad penal del caso, dado que con la pericia original el chofer solo podría ser inculpado en calidad de inimputable. Ello, siempre y cuando un juez entendiera que cometió una conducta que puede ser reprochada penalmente.
Según supo El País, también se habría hecho una consulta a la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.
El chofer, que al momento de lo ocurrido tenía 65 años, dejó de conducir en ese momento y luego se jubiló.
El accidente
Cuando pidió imponerle medidas limitativas al chofer, el entonces fiscal del caso, Leonardo Morales, describió cómo fue el accidente. Según el fiscal, sobre las 07:30 horas del 26 de octubre, el ómnibus de la línea 121 se dirigía por la calle Avenida Brasil, cuando al cruzar Libertad "sin ningún motivo concreto" continuó en dirección a contramano.
"Siguió circulando sin que la antireglamentariedad manifiesta de la situación; ni los vehículos de frente en sentido contrario al suyo; ni las señalizaciones viales (...); así como tampoco el pedido desesperado de los pasajeros de que frenara, consiguieron que el imputado detuviera o atinara a realizar alguna maniobra", indicó en el documento. Además, confirmó que "la velocidad iba en aumento".
En esas condiciones, el ómnibus continuó hasta la rambla, donde atravesó el cantero, chocó contra un gazebo, subió la vereda e impactó contra un muro, llegando a la playa.
"Le gritábamos: “pará, pará, nos vas a matar”. Íbamos cuesta abajo. Él aceleraba y aceleraba. Es una sensación horrible, porque no sabés cómo, pero sabés que te vas a terminar dando contra algo. Miraba para adelante y veía el agua. Y, más cerca, los autos que venían de frente. Fueron ocho cuadras que las transitamos rapidísimo, pero al mismo tiempo fueron eternas. El ruido era como el de una turbina de avión. Veía los edificios desaparecer. Todo estaba fuera de control. Le agarré la mano a Sandro y esperé lo peor", contó Barros, una de las pasajeras que aún no llegó a un arreglo con la empresa y reclama justicia.
Y añadió: "Subir a un ómnibus me cuesta horrores. En este tiempo debo haber hecho seis o siete viajes. No quisiera depender de un ómnibus, pero lamentablemente eso pasa. Si lo puedo evitar, lo evito. Un día volví a subir a un 121 y me dio una crisis de pánico, de llanto. Me entra una presión en el pecho que me desestabiliza. No lo puedo controlar. Genera angustia, también, que haya una movida para que no haya justicia. Me da bronca. Yo no quiero pensar que a la justicia la podés arreglar con plata. Porque esto no se arregla con plata. Sí, nos van a tener que indemnizar, pero eso no va a cambiar lo que tuvimos que vivir, no nos va a sacar de la cabeza la locura de esas ocho cuadras. No puede ser que el chofer quede inimputable. Tiene que haber una condena. Eso es lo justo".