"¡Imberbe, guacho oligarca y p...!"

ANTONIO MERCADER

Mientras las crónicas sobre la batahola en Diputados realzan los datos boxísticos de la velada conviene registrar el intercambio de golpes verbales que no llegó al K.O. Todo empezó insulto va, insulto viene, hasta que se fueron a las manos, o sea que las palabras fueron la piedra del escándalo. El herrerista Lacalle Pou tildó de mentiroso al emepepista Juan José Domínguez y éste le retrucó con los adjetivos "imberbe", "guacho", "oligarca" y "puto" que analizaremos.

Los dos primeros aluden a la tierna edad de Lacalle quien, con 34 años, es uno de los parlamentarios más jóvenes. "Imberbe", voz que en teoría no agravia pues indica ausencia de barba, tiene, sin embargo, una connotación peyorativa. Sabido es que la izquierda los prefiere barbudos, pero en boca de Domínguez, un hombre treinta y tantos años mayor que su oponente, "imberbe" equivale a descalificar al otro por su edad y no por lampiño. Lo que confirma con el "guacho" adjunto. Para Domínguez (y reconozcamos: para la mayoría de los uruguayos), un semejante de 34 años que en el mundo entero es un adulto hecho y derecho, acá es un "guacho", un "imberbe".

En el plano político, ese uruguayo prejuicio anti-jóvenes, sugiere preguntas. ¿Es lícito subestimar al adversario por su edad? ¿Corresponde hacerlo desde el Frente Amplio que se ufana en reclutar la mayor porción del voto juvenil? ¿Ser joven es un defecto? Si la respuesta es no, sabremos que Domínguez seleccionó mal sus epítetos preliminares.

Miremos ahora los siguientes: "oligarca" y "puto". El primero resalta la condición de miembro de la oligarquía, "gobierno de pocos", según la Real Academia. Ese dicterio afilia a Domínguez a la tesis de los que dicen que, pese a ganar las elecciones, la izquierda no empuña las riendas del gobierno que siguen en otras manos. Sobre el segundo adjetivo, más osado -y homofóbico-, se aguardan reacciones de los grupos de homosexuales que en casos similares denunciaron por discriminatoria y ofensiva esa palabra de cuatro letras.

Al elegirla, Domínguez no estuvo a la altura de las circunstancias y ni siquiera a la altura de la izquierda que tenía en esas cuatro letras un festejado precedente. En efecto, medio siglo atrás, en esa misma cámara, el diputado socialista Arturo Dubra, trenzado con un rival, procesó la misma idea que Domínguez pero de manera más elegante. Fue así que Dubra citó la célebre frase del romano Terencio, "Nada de lo humano me es ajeno", la que después, letra por letra, devolvió a su latín original mirando fijamente a su contradictor y modulando pausado y sonoro: "Humani nihil a me alienum puto".

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