"En el barrio hay bronca y dolor", dice el cura párroco de la Gruta de Lourdes

Un mazazo para una población ya carenciada. Así calificó el padre Gaetano Testa (37), de la Parroquia El Salvador, del Santuario de la Gruta de Lourdes, la situación que viven los habitantes de ese barrio y alrededores debido a la decisión de la Unott de no ingresar a las denominadas "zonas rojas".

Testa hace seis años que está en la zona y uno que es el párroco del Santuario. Pertenece a la orden de los de los Dehonianos, instalados en el barrio desde hace más de seis décadas. Permanentemente está en contacto con los vecinos, incluso con conocidos de los implicados en la muerte del conductor de Ucot, y conoce a fondo la realidad de ellos y de los alrededores.

En estos días, comenta, los vecinos le cuentan que han tenido que caminar hasta dos kilómetros para volver a sus casas. "La situación aquí es de bronca y dolor. Porque la población es la primera víctima. Lo es sin duda el obrero del transporte y su familia. Pero fueron los vecinos los primeros en sentir la inseguridad, la discriminación y el temor".

Temor. Esta es una de las cosas que sienten los vecinos y no solamente por el asesinato del chofer de Ucot, Antonio Javier Silvera. "Tiene que terminar es la sensación de impunidad", dice Testa. Denuncia que los residentes de esas zona están acostumbrados a que cada vez que son testigos de algún delito, como éste, "algo les pasa a ellos o a sus familias".

Para el párroco, las conversaciones que están realizando la Unott, la Intendencia de Montevideo, las compañías de ómnibus y la Policía no pueden finalizar en "dos reuniones y una solución alternativa, como ha pasado antes". "Hacen falta conclusiones profundas, ni fáciles ni electoralistas". Reclama, sobre todo, que se planifiquen políticas de vivienda, trabajo y educación para esta zona. "Hay que bajar la pelota al piso y llegar a soluciones de fondo".

REALIDAD. Testa admite que la población de los barrios Borro, Municipal, Casavalle y Gruta de Lourdes está "muy cercana" a la delincuencia. "Pero sobre todas las cosas, convive con la pobreza y la necesidad inmediata". Aun así, rescata a varias familias que tratan de salir adelante, esfuerzo que muchas veces es inútil: "son muy pocos los que pueden progresar".

El sacerdote asegura haber estado en contacto con los amigos del asesino de Silvera. "Ellos dicen que no tienen otra posibilidad de vivir que no sea robando. Más allá que es una respuesta totalmente cuestionable, no deja de ser un reflejo de su realidad".

Pese a esta situación, rechaza enfáticamente el término "zonas rojas". Para él, éste connota "un lugar cercado, al cual hay que tener vigilado y no preocuparse por lo que pasa adentro. Un lugar al que solo pueden entrar fuerzas de choque para que caiga quien caiga. Es una forma muy fácil que tiene la sociedad de lavarse las manos". En su lugar, resume con amargura que "acá hay un 40% de desocupación y el resto está subocupado, vive en base a changas. Son contados los jóvenes que llegan a la facultad. Eso sí que es una verdadera ‘zona roja’".

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