El gran enredo del "Nunca más"

ANTONIO MERCADER

Elegir el 19 de junio como la principal fecha patria y anexarle el tema de los desaparecidos fue una mala idea del presidente de la República. Para empezar, nació de un decreto de fines de 2006 cuando debió fijarse por ley, algo que, aparte de cuidar aspectos formales -vivimos en un Estado de Derecho ¿o no?-, habría ambientado un debate sereno sobre asunto tan sensible como polémico. Empero, primó el regusto presidencial por los decretos en perjuicio de las leyes.

A la caprichosa selección de ese día como "la única fecha conmemorativa por parte del gobierno nacional", se le colgó el rótulo del "Nunca más" para que "el país pueda mirar el futuro y encontrar caminos de reconciliación nacional", según reza el decreto. Demasiadas cosas y demasiado picante el tema de la dictadura y sus estragos como para entreverarlo en actos patrióticos cuyo eje debiera girar sobre episodios históricos que conciten la unidad y no la discordia.

Esto de centralizar conmemoraciones el 19 de junio, fue resistido desde el inicio por políticos e historiadores que mentaron el arraigo del 25 de agosto, consolidado como día de la independencia nacional, así como el 18 de julio, aniversario de la primera Constitución. Aunque ambas fechas sean discutibles y cada una reclute sus adictos, las respalda una tradición de siglo y medio de festejos. Ignorar de golpe las dos efemérides y optar por una distinta irritó a unos cuantos.

Otras inquietudes se atizaron al mezclar el nacimiento de Artigas con los lacerantes sucesos del pasado reciente, en especial después que Tabaré Vázquez anunció que esa jornada canalizaría "un festejo que una el civil con el militar". Lo inoportuno del enredo quedó en evidencia -discurso de Rosales mediante- en estos días de tensión entre Fuerzas Armadas y fuerzas de izquierda, incluidos en esta última fracciones frentistas, docentes, familiares de desaparecidos y el Pit-Cnt, quienes avisaron que faltarán a la cita.

Ante ese panorama, Vázquez instará el lunes a la cúpula progresista a sumarse en bloque al festejo. Es seguro que la mayoría acatará en la línea de Marina Arismendi quien, al anunciar que irá, renovó públicamente sus votos de fe comunista "hasta el último día de mi vida". (Frase oportuna esta última como que la acuñó un experto en montar colosales actos oficiales: Fidel Castro).

Refundar signos y fastos republicanos, luz de una nueva era, parece ser el plan de Vázquez quien canjeó el escudo nacional por ese sol afrancesado de llameante cabellera que nos propinan a diario. Ahora nos promete esta gran-única-fiesta-patriótica-nacional que más que razón de concordia amenaza convertirse en un amasijo de líos.

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