El domingo 1º de diciembre de 1912, poco antes de las 8 de la mañana, un pequeño avión monoplano sobrevoló Montevideo dos veces, en amplios círculos, y luego aterrizó en un campo en las inmediaciones de Camino Carrasco y Cambay.
Por entonces un avión era una rareza en Uruguay. "Solo de la otra orilla podía haber llegado un aviador, ya que ninguno había en nuestro territorio", escribió un cronista.
Efectivamente: se trataba de Teodoro Fels, un joven nacido en 1891 en Conchillas, Colonia, pero argentino por adopción, quien voló sin aviso entre Buenos Aires y la capital uruguaya.
Su trayecto, de unos 220 kilómetros, fue el más largo realizado hasta entonces sobre el agua y despertó un gran entusiasmo en el Río de la Plata. "De tarde en tarde la raza humana vuelve por sus fueros y los hombres justifican el título de rey de la creación", afirmó un periodista del diario El Día.
TIEMPO DE PIONEROS. Teodoro Fels, hijo de una familia acaudalada, estudiaba Ingeniería en Buenos Aires cuando ingresó al Ejército argentino a realizar el servicio militar obligatorio. El 23 de mayo de 1912, con 21 años recién cumplidos, obtuvo la licencia de aviador o brevet Nº 11 emitido por el Aero Club porteño y adquirió un monoplano Blériot, uno de los aparatos más probados y confiables de entonces.
La leyenda dice que en la noche del sábado 30 de noviembre de 1912 el soldado conscripto Fels, al iniciar su franco de fin de semana, bebía junto a un puñado de amigos en el bar La Helvética, de Corrientes y San Martín. Entonces se le ocurrió cruzar el Río de la Plata en su máquina.
Pocos años antes, en diciembre de 1903, los hermanos Orville y Wilbur Wright habían hecho volar el primer avión controlable en Kitty Hawk, Carolina del Norte, Estados Unidos. Entonces un puñado de pioneros excéntricos y valientes, entre ellos el brasileño Alberto Santos Dumont y el francés Henri Farman, se lanzó al fabricar y volar toda suerte de aparatos con motor.
El 25 de julio de 1909 el ingeniero francés Louis Blériot atravesó el canal de la Mancha entre Calais y Dover, un viaje de unos 40 kilómetros. Utilizó su modelo número once, conocido como Blériot XI, que diseñó en colaboración con Raymond Saulnier. Esa máquina, eficaz y confiable, aunque hoy parezca una cruza de cometa con bicicleta, se popularizó con rapidez. Primero fue equipada con un motor Anzani de tres cilindros y 25 caballos de fuerza, y luego con un Gnôme rotativo de siete cilindros en estrella y 50 caballos.
El primer avión voló en territorio uruguayo el 7 y 8 de diciembre de 1910, cuando el francés Armand Prevost despegó con su Blériot XI con motor Anzani desde la pista del hipódromo de Paysandú. Pocos días después, el 16 de diciembre, el italiano Bartolomé Cattáneo voló entre Buenos Aires y Colonia en otro Blériot XI, con el más potente motor Gnôme, similar al que utilizaría Teodoro Fels dos años después.
EL VUELO. Cuando Fels se reunió con sus amigos en el bar La Helvética estaba muy fresca la proeza realizada pocos días antes, el 24 de noviembre de 1912, por el pionero de la aviación argentina Jorge Newbery, quien voló su Blériot ida y vuelta, en el mismo día, entre Buenos Aires y la estancia de su amigo Aarón de Anchorena, en San Juan, Colonia. Newbery conocía el camino: en diciembre de 1907, acompañado por Anchorena, había cruzado el Río de la Plata en el globo El Pampero, desde Buenos Aires a Conchillas.
En la madrugada del domingo 1º de diciembre Teodoro Fels recogió combustible en su hogar de Flores, entonces una zona de casas quintas de la clase alta porteña, y luego llegó como pudo hasta el aeroclub de El Palomar, en el oeste de Buenos Aires, sede de la recién creada Escuela Militar de Aviación. Lo acompañaron tres amigos.
Fels revisó su Blériot y despegó a las 5:25. Ascendió hasta 1.500 metros de altura y luego mantuvo su aparato a 110 kilómetros por hora, la velocidad máxima. Voló sobre el Río de la Plata directo a Montevideo, según narró después: "Pasé muy cerca del Cerro. Entonces descendí hasta los 1.000 metros, atravesé la bahía y bajé a 600 metros. Ya a esa altura, bien visible para todos, di dos vueltas largas sobre la ciudad. Luego paré el motor, realizando un vuelo planeado hasta ponerme a 150 metros del agua, cerca de Pocitos. Pero allí me encontré casi a merced de una serie de remolinos formidables. Las cuerdas se torcían… Entonces apareció ante mis ojos un campo despejado y allí aterricé".
Eran las 7:55, el "campo despejado" era un terreno de maniobras del Regimiento 1º de Artillería, ubicado en las inmediaciones de Camino Carrasco y Cambay, y Teodoro Fels había batido el récord mundial de vuelo sobre el agua.
UNA CELEBRIDAD. Teodoro Fels fue recibido por un asombrado grupo de militares y vecinos de las chacras cercanas. Luego arribaron los periodistas. Sorprendía la juventud del piloto, hasta entonces un completo desconocido. "Es de estatura mediana, delgado y fuerte, rubio y con ojos azules, sin bigote, si los tiene", escribió un cronista.
Fels trató de regresar a Buenos Aires antes de que venciera su día franco de conscripto. Lo intentó sobre las tres de la tarde pero el motor no respondió bien. Esa noche fue agasajado en Montevideo y al día siguiente, reconocido en una oficina de Correos de la Ciudad Vieja, fue llevado en andas hasta el Bar de la Bolsa de Comercio, donde se le ofreció una colecta que rechazó con amabilidad. No necesitaba dinero. Ese lunes 2 de diciembre emprendió el vuelo de regreso. Aterrizó en La Ensenada, al sur de Buenos Aires, pues se quedó corto de combustible.
Fue puesto bajo arresto por realizar el viaje sin permiso y presentarse tarde a su unidad de Ingenieros y, a la vez, felicitado y ascendido a cabo. Se hizo célebre.
La vida de Fels no estaría en el Ejército sino en la aviación civil argentina.
Jorge Newbery murió el el 1º de marzo de 1914 en un campo de Mendoza al estrellarse mientras realizaba una demostración en un Morane-Saulnier que pidió prestado a Fels, de quien era amigo.
Fels realizó el 2 de septiembre de 1917 el primer correo aéreo entre Buenos Aires y Montevideo y luego desempeñó cargos de dirección en la aeronáutica civil argentina. Falleció en Buenos Aires el 22 de julio de 1969, con 78 años.
Varias calles de la provincia de Buenos Aires y una en el barrio Manga de Montevideo llevan su nombre.
Primeros uruguayos voladores
Los primeros uruguayos en volar lo hicieron en Europa. Mario García Cames, nacido en San José, obtuvo su licencia en Francia en noviembre de 1910. Atilio Frigerio, un oficial de la Armada, fue el primer uruguayo que consiguió un brevet de aviador militar: debió hacerlo en Aviano, Italia, en 1912.
Cesáreo Berisso, oficial del Ejército y uno de los primeros alumnos de la Escuela de Aviación Militar, el 22 de junio de 1913 pilotó un primitivo biplano Farman durante 105 minutos entre Los Cerrillos y Malvín. Fue el primer uruguayo en volar en solitario en su país y terminar bien. Pero fue otro el uruguayo que voló por primera vez en su tierra.
El joven Enrique Martínez Velazco, ayudado económicamente por los hermanos Rodolfo, Carlos, Julio y Armando Escofet, construyó un pequeño biplano impulsado por un motor Anzani en su casa de la calle Sierra (actual Fernández Crespo) y Asunción, Montevideo. Lo llamaron Escofet II. En la mañana del 26 de agosto de 1910, pilotado por Martínez Velazco, estudiante de Ingeniería de 21 años, el Escofet II despegó del campo del Regimiento de Artillería Nº 1, en Camino Carrasco y Cambay. Tras volar unos 50 o 100 metros y a dos de altura el motor se paró y el aparato se estrelló. Enrique Martínez Velazco sobrevivió con una costilla quebrada y traumatismo de cráneo.