Fue maestra de aula en diferentes escuelas desde 1999 a 2012. Dos años después asesoró en planeamiento educativo al por entonces director de Primaria Héctor Florit, y en 2020 volvió full time a un cargo que tenía en la División de Investigación, Evaluación y Estadística (DIEE). La también magíster en Educación, Sociedad y Política fue la elegida por el gobierno de Yamandú Orsi para ser la directora de Primaria. En entrevista con El País, Gabriela Salsamendi habló de sus tres principales prioridades, entre las cuales destacó la mejora en la asistencia escolar, y apuntó a la llamada Transformación Educativa, que impulsó el gobierno pasado.
-¿Cómo le llegó la propuesta de ser directora de Primaria?
-A mitad de enero me llamó Pablo (Caggiani) y me preguntó si estaba disponible para aportar desde algún lugar. Le dije que sí, y me terminó ofreciendo la dirección de Primaria. Será porque conozco en qué baile me meto (risas).
-¿Cuáles serán sus principales prioridades?
-La clave está en la ampliación del tiempo pedagógico. Es preciso tender a mayores ofertas de tiempo extendido. Eso no siempre está ligado a escuelas de tiempo completo o tiempo extendido. Hay que ser muy creativos y pensar nuevas modalidades.
-¿Cuáles serían esas nuevas modalidades?
-Puede ser, por ejemplo, con maestros comunitarios que vayan a contraturno. Es preciso poner el centro en el niño y en ese sentido más tiempo pedagógico es necesario.
-¿Cuáles serían las otras prioridades de su gestión?
-En segundo lugar coloco a tender a universalizar el nivel 3. Estoy convencida de que cuanto antes empiezan, las bases educativas de esos niños son más sólidas. Hay muchos estudios que muestran las ventajas de empezar antes. Esto de que muchas familias creen que a Inicial se va a jugar es un mito absoluto.
-¿Es posible llegar a ello?
-Sí, es posible. Según la Ley de Educación, la obligatoriedad empieza en cuatro años y no en tres. Es muy alta igual, debo decirlo. Pero hay un margen todavía de crecimiento de niños que no están escolarizados y tienen tres años.
-¿Llegar a esa cobertura implica hacerlo obligatorio?
-No necesariamente. En principio, hay que ofrecer una silla, un espacio para que las familias puedan elegirlo.
-¿Hay una tercera prioridad que se haya trazado?
-Sí, la más importante: mi preocupación mayor es el tema de la asistencia. Si no tenemos a los chiquilines en las escuelas, todo lo otro cae en saco roto. No hay mucha cosa que se pueda hacer si los chiquilines no están yendo a la escuela, y lo que es peor, hay más riesgos cuando están en la casa. Se va a tener que atacar este problema con muchas medidas, porque no existe un remedio contra las inasistencias. Hay que generar una batería de cosas. Si un niño falta tres veces en el mes a la escuela, a lo largo de los 10 meses escolares son 30 días, y a lo largo de los seis años de escolaridad son 180 días, un año lectivo. Hay que generar una conciencia en las familias acerca de la responsabilidad de que el niño vaya.
-Pero cuáles medidas se tomarían?
-No hay un remedio único, pero sí una serie de cosas que uno puede ir generando para volver a ese acuerdo, que debería ser primario con las familias, acerca de la importancia de que los niños estén en la escuela todos los días. Tiene que haber un acuerdo social al respecto y medidas de comunicación, que parece sencillo, pero no está en el imaginario la cantidad de asistencias.
-¿Se seguirán enviando cartas a las familias, como aplicó ANEP el año pasado?
-Hay que hacerle algún ajuste a ese sistema porque lo que pasó con las cartas también es que los docentes muchas veces no estaban enterados del envío, y eso generó algunos ruidos en algunos lugares.
-¿Qué otros puntos analiza?
-Hay una amplia batería de cosas. Desde el envío de una carta como para que se tome conciencia, generar campañas masivas de comunicación acerca de la importancia de la escuela y hasta medidas más fuertes.
-¿Se continuará con el corte de la asignaciones familiares para quienes no vayan a la escuela?
-Es una más de las medidas que podemos llegar a manejar en esta batería.
-¿Por qué le parece que está instalado no ir a la escuela o faltar varias veces por mes?
-El autor argentino Claudio Suasnábar analizó los ciclos de las reformas educativas y habla de la promesa incumplida de la escuela. Esto de que en algún momento cumplía el rol de la promesa de ascenso social. La escuela tiene un rol que recuperar. Esto es la transmisión cultural a las próximas generaciones. Es el rol para el cual fue inventada, pero para que esto suceda es necesario generar confianza en actores escolares, docentes y no docentes.
-¿Está faltando esa confianza a la que hace mención?
-Creo que fue muy vapuleada en estos últimos años la confianza en los docentes.
-¿A partir de la llamada Transformación Educativa?
-Sí, a partir de allí hubo una serie de desencuentros. Los docentes no participaron de manera activa en los procesos y eso fue generando un relato, un discurso social que hace a la desconfianza en la escuela por la promesa incumplida, y en los docentes. Venimos de las pruebas Aristas en donde los resultados siguen estancados, lo mismo en PISA y ERCE...
-¿Por qué ocurre ese estancamiento?
-Hay países que empiezan muy de abajo y que crecen en la evaluación siguiente. Uruguay no tiene quizás tanto margen para subir. Desde 1996 prácticamente todas las pruebas de Primaria han mostrado una gran desigualdad, según el quintil de la escuela. Eso me preocupa mucho más que subir el puntaje promedio.
-¿Cómo se puede prometer un cambio si todo parece determinado por el contexto?
-Todos los que somos maestros tenemos la firme convicción de que hay destinos que se pueden torcer. Que no depende sólo de la escuela, seguro. Pero que la escuela puede hacer la diferencia en las vidas de las infancias, también lo doy firmado.