El primer ministro, ruso Dmitri Medvedev, puso en evidencia las disensiones dentro del poder al calificar de "imbéciles" a las fuerzas de seguridad olvidando que estaba delante de un micrófono abierto. "No se preocupe, todo irá bien. Son unos imbéciles por venir a las ocho de la mañana", dijo.