Como sobrevivir a los calores de la menopausia

| Mientras continúa la discusión sobre los riesgos y beneficios del uso de hormonas en la menopausia, muchas mujeres que sufren sus síntomas buscan otras alternativas

DR. EDUARDO CASANOVA

Médico internista de UCM

En las últimas décadas del siglo pasado se conformó el concepto médico de "salud de la mujer" contemplando ámbitos más extensos al de la ginecología y endocrinología.

Estas especialidades fueron trascendidas por problemáticas que afectan específicamente a la mujer, como alteraciones cardiovasculares, oncológicas, de obesidad y diabetes, osteoporosis, trastornos psicológicos y otras patologías vinculadas a las hormonas femeninas.

El conocimiento de la "salud de la mujer", en parte, lo pautó el estudio y tratamiento de los trastornos menopáusicos que abarcan un amplio espectro clínico, aunque se encuentre centrado en los sofocos de calor como signo más frecuente y fácil de determinar.

Antes de publicarse en el año 2002 los resultados recogidos por la Iniciativa para la Salud de la Mujer (WHI, Womens Health Iniciative), se estimaba que el tratamiento hormonal utilizado hasta entonces en la menopausia ofrecía beneficios con escasos riesgos. Sin embargo, luego de realizar un seguimiento a 16.608 mujeres durante algo más de cinco años, el estudio debió suspenderse al comprobar que la administración combinada de estrógenos y progesterona no era inocua: el riesgo en relación al beneficio superaba el límite prefijado.

En Estados Unidos se estimaba que alrededor de 6 millones de mujeres de más de 50 años de edad trataban sus trastornos menopáusicos con productos hormonales. En esa población se podía predecir que cada año habría un incremento (causado por la hormonoterapia) de 4.200 infartos de miocardio, 4.800 embolias pulmonares y 4.800 cánceres invasores de mama. Si bien la proporción de estos riesgos era pequeña en relación al número global de usuarias, constituía un daño real que llevó a restringir el tratamiento sólo para casos determinados.

ESTROGENOS Y SOFOCOS. Aunque no es bien conocido el mecanismo por el que en la menopausia se produce la rubefacción facial (cara colorada) y con calores (tuforadas), no hay duda que se relaciona con la disminución de los estrógenos en la circulación sanguínea. Al disminuir la secreción de esta hormona por el ovario, se instala el síndrome clínico de la menopausia natural (por encima de los 50 años), de la quirúrgica (por extracción de ambos ovarios), o el de la menopausia inducida por administración de hormonas antagonistas. Los sofocos de calor pueden comenzar hasta dos años antes de la última menstruación (llamada menopausia), lo que ocurre en el 75% de las mujeres. La etapa de los sofocos puede prolongarse por un año en el 85% de los casos, y hasta cinco años en 25 a 50% de ellos.

La tuforada dura de 30 segundos a cuatro minutos afectando la mitad superior del cuerpo, pudiendo asociarse a sudoración, palpitaciones, mareos o entorpecimiento, y sensación de debilidad. No se interrumpen durante la noche, alterando el sueño para coadyuvar así a la sensación de fatiga crónica y a trastornos del psiquismo, con irritabilidad, déficit de memoria y concentración que dificulta las tareas.

Se estima que las tuforadas se relacionan con una disfunción de los centros nerviosos termorreguladores causada por la caída de estrógenos, aunque no haya sido posible establecer un claro vínculo con los niveles sanguíneos de las fracciones bioquímicas de esa hormona. Parecería existir alguna relación con la LH (hormona luteinizante).

Los centros termorreguladores mantienen la temperatura corporal a través de mecanismos de vasodilatación-vasoconstricción que abre y cierra respectivamente la emisión de calor del medio interno a la atmósfera. Diversas sustancias, llamadas neurotransmisores, estimulan o inhiben dichos centros.

De esos neurotransmisores, la noradrenalina es de los más importantes y pudo demostrarse que su síntesis por las células nerviosas es estimulada por los estrógenos. Además, la hormona femenina también actúa demorando la degradación de la noradrenalina, prolongando su efecto.

Este hecho fue tenido en cuenta para el tratamiento de las tuforadas con opciones diferentes a la administración de estrógenos, mediante sustancias que permitan modular los centros termorreguladores directamente a través de los neurotransmisores.

Además de la noradrenalina, otra sustancia vinculada a los sofocos es la serotonina, habiéndose demostrado que disminuye con la caída de estrógenos. También en estos casos, puede mejorarse la sintomatología mediante la administración de sustancias que prolonguen y potencien la actividad de la serotonina.

OTROS RECURSOS. La apreciación objetiva de los resultados del manejo de los trastornos menopáusicos se dificultó al centrarse en el síntoma del sofoco, dado lo subjetivo de la sensación.

De hecho, en algunos estudios se comprobó que utilizando un placebo (una sustancia inerte), las pacientes llegaban a experimentar mejoría en la sensación de acaloramiento hasta en un 75% de los casos. Por ello debió mejorarse la metodología de evaluación precisando el número (frecuencia) de episodios, junto a un sistema de puntuación (scorers) que asignaba uno, dos, tres o cuatro puntos, según la intensidad del sofoco: leve, moderado, severo o muy severo.

Con los datos recogidos por diversas tablas se pudo establecer una correlación aceptable que permitía superponer estudios diversos. Por ejemplo, en todos ellos se comprobó que los sofocos disminuían en la población que consumía antidepresivos. Luego pudo comprobarse que ello se debía a los efectos que esos psicofármacos causaban a nivel de los centros de termorregulación a través de la serotonina.

Debido a los efectos indeseables, comprobados con la hormonoterapia clásica, la atención se volcó sobre los estrógenos de origen vegetal (fitoestrógenos) como una opción más segura. Ello hizo que algunas mujeres que mostraban reservas para el consumo de estrógenos, no las tuvieron para utilizar altas dosis de esta nueva fuente. Sin embargo debería recordarse que éstos operan por mecanismo similar a los otros, además, su aparente inocuidad aún no está suficientemente estudiada.

Fuente: La Salud de la Mujer. Clínicas Médicas de Norteamérica Vol. 5/2003.

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