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Convivencia emocional: Pistas para detener discusiones estériles

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Pareja discutiendo

Relaciones

Fanny Berger nos propone algunos mecanismos para evitar que las discusiones alcancen niveles álgidos o de violencia

Para que las relaciones funcionen de manera equilibrada es necesario establecer una complementariedad vincular. Dicho en otras palabras: hay que establecer una relación en la que una persona explica y otra escucha. Por ejemplo: alguien que manda y otro que obedece, alguien que pregunta y otro que responde.

En estas relaciones la dinámica no es fija, puesto que el que preguntaba también puede responder y el que respondía, preguntar. Tales fluctuaciones son parte de la comunicación funcional y saludable.

El equilibrio también se puede observar en las funciones y los roles: un jefe y un empleado, un padre y un hijo, un director y un asistente, un profesor y un estudiante.

En las relaciones de pareja o vínculo familiares en general existen roles complementarios pero que no son fijos, varían según la situación. Cuando se vuelven rígidos pueden traer problemas vinculares- existen roles complementarios como sometido sometedor, activo-pasivo, dominador-dominado donde se necesitan ambos. A veces, los interlocutores se simetrizan puesto que ambos se hallan en igualdad de poder. 

Por ejemplo, dos personas que quieren mandar, que quieren tener la razón o que disputan la verdad de un punto de vista. Cuando se desarrolla este tipo de diálogos, la relación se transforma en una lucha por el poder en el intento de dominar al interlocutor. A este tipo de dinámica se le llama escalada. Este interjuego relacional hace que las personas se coloquen en igualdad, o sea se simetricen en las relaciones y se anule la complementariedad que posibilita el equilibrio

Escalada: ¿una forma de violencia?

Una escalada es eso mismo. Trepar o más bien trepar más alto que el compañero, pero no en un juego limpio. La base de estos juegos tiene que ver con la descalificación, la denigración del otro, la envidia y el intento de destruir al otro. Consiste en un efecto arrollador como una bola de nieve que se agiganta en la medida que los integrantes de la contienda continúan intercambiando agresiones sutiles y alevosas.

En estos juegos de escalada, los participantes intentan golpear en el talón de Aquiles del otro, en sus costados vulnerables, en esos puntos de debilidad. Anulan el compartir propio de las relaciones complementarias, por el competir típico de las relaciones simétricas.

El interlocutor se ha convertido en el enemigo y la relación se transforma en disputa, que de no primar cierta inteligencia emocional termina en escalada con el riesgo de terminar ambos integrantes colgados de una araña tal cual el memorable filme La guerra de los Rose (The War of the Roses).

Uno de los mecanismos que se utiliza en las escaladas, para inclinar la balanza a favor en la pelea, consiste en buscar la alianza con un tercero para coalicionarse con la persona oponente, como también erigirlo como juez y remar el agua para el propio molino.

No son pocas las letras que diferencian ambos términos –compartir y competir-, pero las acciones que implican cambian diametralmente el sentido del vínculo. Se permuta estar al lado de por estar por delante de, casi o totalmente en actitud de vencedor, sometiendo a la relación al mejor estilo comunicacional de una contienda de dos bandos que enfrentados van venciendo en la medida que roban (léase poseen) los territorios del interlocutor.

Si existe un vencedor, existe un vencido. En este caso, lo que se pierde es el terreno personal: el vencido se llena de angustia que a veces se traduce en bronca, la que descargará inmediata o posteriormente en el afán de venganza o simplemente en duplicar la apuesta competitiva.

La rivalidad y la competencia llevan indefectiblemente a un sentido especulador de la relación. Él o ella se sumergen en un ensortijado mar de racionalizaciones, negaciones y proyecciones, que provocan una contaminación del vínculo en el que el uno deja de ser él/ella para convertirse en una prolongación, pantalla o blanco del otro. Así, se conforma uno de los clásicos estereotipos de relación a que se someten los integrantes de la pareja.

Parte de estos mecanismos de escaladas en simetría relacional muestran la imposibilidad de acoplarse de forma complementaria. Alguien le dice al compañero una crítica o simplemente algo que le disgustó y en lugar de encontrarse con una actitud reflexiva, se constituye el puntapié inicial de una guerra.

Los partenaires se desoyen, saltan permanentemente de niveles cambiando de temas en la conversación. Están más preocupados en imputarle al otro que en escuchar: el otro dice algo y en el momento que habla, el interlocutor está pensando en cómo derribar a su oponente. Cuando A le critica algo a B, B crítica algo de A, entonces la complementariedad necesaria para una relación equilibrada no existe.

Una prototípica escalada puede iniciarse por un detalle irrelevante que una persona le menciona a su interlocutor y este, en lugar de aceptarlo, responde señalándole aquellas cosas que le disgustan de él en tono crítico. Replica con otras críticas y el interlocutor le retruca marcándole los aspectos negativos de él. Más tarde, además de atacarse de manera personal, continuarán con los entornos afectivos de cada uno. Pasarán diversos protagonistas: padres, familia en general, compañeros de trabajo, amigos, etc.

Se realizarán entramados complejos, urdimbres palaciegas, estructuras fantásticas, fantasmas celotípicos, etc. Rápidamente, las críticas se transforman en descalificaciones.

Las descalificaciones suben de tonalidad y se convierten en agresiones verbales que, de seguir escalando, continúan en violencia verbal con el riesgo de terminar en un caos de violencia física

Claves para encontrar la complementariedad

La pregunta es: ¿cómo alcanzar la complementariedad? ¿qué hacer para lograr el equilibrio y librarse de las luchas de poder? Las siguientes claves pueden ayudar.

Hacer cambios: no se trata de que “yo cambio si tú cambias”, pues eso es continuar la escalada. Eso evidencia el quedar ligado al otro en la disputa. Cada uno debe hacer cambios por sí mismo en el intento de salir de la rivalidad del juego competitivo. Asimismo, cada parte puede hacer sus modificaciones sin especular y sin esperar que el otro modifique antes su conducta.

Promover el diálogo: estratégicamente se trata de colocar una pauta complementaria para romper la escalada. Escuchar no significa estar de acuerdo y no se requiere una respuesta inmediata. Simplemente diciendo: “lo voy a pensar”, frente a lo que el otro nos dice, ya es una forma de frenar el contrapunto.

Controlar la ira: las escaladas llevan a activar el enojo, las agresiones y la violencia. Hay que aprender a manejar la ira, saliendo rápidamente del juego, ¿cómo?, saliendo literalmente de la contienda. Por ejemplo: “discúlpame, no me siento bien (nos retiramos al baño, al cuarto)”; “¿salimos a dar una vuelta para cambiar el aire?”.

conocé a nuestra columnista
Fanny Berger
Fanny Berger

Es psicoterapeuta gestáltica. Se dedica niños, adolescentes y adultos, y trabaja en el apoyo de padres. Implementó “terapia de alcance breve”, que en cinco sesiones trata temas concretos. Es conferencista y escribió varios libros.

Podés contactarla en su web,página de facebook o a través del teléfono celular 099 289 282.

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