¿Qué tienen en común los sistemas de transporte público en ciudades como Malmö (Suecia), Reykjavik (Islandia), el emirato de Dubái, París y Madrid? Que todas utilizan la tecnología de la empresa estadounidense Swiftly para mejorar el funcionamiento de ese servicio.
Pero hay un detalle más. Cada uno de esos casos tiene al uruguayo Joaquín Pena como protagonista. Ingeniero industrial por la Universidad de Montevideo, emigró a Madrid en 2018 desde donde dirige la expansión de la tecnológica para los mercados de Europa y Medio Oriente. «Me contrataron cuando eran una startup en EE.UU. con 30 empleados. Fui la primera persona en Europa para expandir el negocio aquí. Hoy dirijo la empresa en Europa y Medio Oriente con un equipo de cinco personas», comentó desde la capital española.
De hecho, una de las características que más destaca de la compañía es su rápido crecimiento. «Fue creada en 2016 y hoy es una empresa rentable donde trabajamos 100 personas. Estamos en más de 180 ciudades, entre las que se destacan París, Malmö, Reykjavik (Islandia), Los Ángeles, Boston, Miami, Washington, Adelaide (Australia) y la última que sumé, Dubái, donde acabo de cerrar acuerdo con el gobierno y ahora en Google Maps se ve el transporte en tiempo real con nuestra tecnología», relató Pena.
Swiftly desarrolla un software exclusivo para transporte público que permite optimizar el servicio a la población y mejorar los costos operativos, resumió Pena. Según explicó, sus herramientas permiten el seguimiento en tiempo real de autobuses, tranvías, metros, o cualquier medio de transporte con un horario establecido.
«El valor agregado de Swiftly es que compara los (datos de) GPS en tiempo real con los horarios que se le prometen a los viajeros. En base a eso, hacemos tres cosas: con algoritmos que miden el nivel de tráfico actual, el histórico y distintas perturbaciones de la red, se determina a qué hora exacta llegará el autobús a la parada. Lo segundo es que, con millones de datos de GPS que analizamos, sacamos tendencias históricas de en qué parada consistentemente se llega tarde, en qué segmento de la red hay atascos, y con esa información se replanifica la operación para reducir costos operativos. Y el tercer valor es más interno, de gestión diaria de la flota. O sea, en el centro de control se puede ver si (los autobuses) van con retraso o adelanto, si hay un problema en la red, o si tienen que crear una desviación en el servicio porque hay un problema».
Llamada en la playa
El camino de Pena hasta Madrid comenzó en enero de 2018, cuando, a punto de terminar su carrera, recibió una llamada mientras estaba en la playa. «Un día, en verano, me llamó una empresa española. Estaba en la playa y me dijeron: ‘¿Te puedo entrevistar?’. Dije que sí y me comentaron: ‘Vimos tu perfil en LinkedIn y nos interesa’. Además de estudiar ingeniería, hablo inglés, español y francés, y buscaban un consultor de negocio para transporte público que hablara los tres idiomas y tuviera algo de perfil comercial. Luego de ocho entrevistas más, me ofrecieron el trabajo. Como tengo a mis padrinos en Madrid (uno de ellos es José Emilio Santamaría, histórico jugador de Nacional), dije: ‘Pruebo y cualquier cosa vuelvo’. Acepté, fui y no volví más de Madrid», recordó.
El uruguayo estuvo casi dos años en esa empresa hasta que le llegó otra oferta inusual. «Un amigo que se fue a EE.UU. a trabajar en una startup de transporte público me comentó que su antiguo jefe se había ido a otra empresa y buscaba un perfil comercial que le abriera el mercado europeo. Esa persona me llamó, me entrevistó y quedé. Lo increíble fue que en la empresa donde yo estaba me ofrecieron el puesto de director comercial de Asia y Medio Oriente. Pero yo quería cambiar un poco de aire y me atrajo ser parte de una startup de Silicon Valley. Dije sí a esa propuesta, y a la semana se declaró la pandemia. Pensé lo peor, pero mi jefe me aseguró que seguiría».
Hoy, Pena vive en el barrio Alameda de Osuna, cerca del aeropuerto; se casó con Teresa, profesora madrileña, y disfruta de practicar fútbol en un equipo federado, del surf en ciudades cercanas y del gimnasio. También desarrolla una rica vida social entre salidas al teatro y con amigos, pero no se olvida de Uruguay. «Voy dos o tres veces por año y para mí sería un honor llevar lo que sé al país», cerró.