El vínculo con su jefe no era el mejor. Mariana lideraba un área de negocios de la empresa y la situación generada con Juan, a quien reportaba, afectaba los resultados del sector y la relación con su equipo.
Juan le marcaba algunas cuestiones a mejorar, aunque ella sentía que no siempre de la mejor manera. Al principio tenían un buen vínculo, trabajaban como un equipo, pero con el tiempo «se fue desgastando». Mariana rechazaba seguir sus directivas, tomaba los ajustes como «ataques» y su ego respondía con una contraofensiva, perdiendo el «norte» de dónde debía enfocar su energía para avanzar y arriesgando el negocio y su rol en la organización.
Juan, por otro lado, quería enfocarse en los resultados que no venían bien, no «perder tiempo» en otras cosas que no tuvieran que ver con eso, aunque estaba molesto con toda la situación. Sentía que Mariana, de quien tenía el mejor concepto desde el punto de vista técnico y personal, hacía ya un tiempo que no se enfocaba en lo importante y la veía «desencajada» emocionalmente y dispersa en su trabajo.
En los primeros encuentros con Mariana, aplicamos una herramienta de autoconocimiento, recorrimos su historia, experiencia en otras organizaciones y la proyección a futuro. Pudo observar ciertos patrones que la acompañaban desde su adolescencia y cómo la condicionaban en su etapa adulta, lo cual, avanzada en el proceso, la llevó a decidir retomar su terapia psicológica.
Este caso me permite reflexionar sobre algunos aspectos:
1. Hay que conversar sobre lo que sucede. La importancia de las conversaciones en los roles de liderazgo, cuando se necesita aclarar una situación, corregir y/o evitar problemas, es crucial.
En el caso planteado, ambos supieron tener un muy buen vínculo laboral, hasta que por alguna razón, lo «malo» dejó de hablarse, creyendo que era menos negativo. Las conversaciones se pueden preparar y es parte del trabajo de un líder diseñarlas y mantenerlas a tiempo.
2. Hay que conocerse más para lo cual hay que observarse, descubrirse y definir qué patrones de comportamientos nos impulsan y cuáles nos obstaculizan.
El autoconocimiento es el primer dominio y eslabón de la inteligencia emocional, ya que nos permite conectar con nuestras creencias, valores, con lo que hacemos bien y con lo que no se nos da tan fácil. Nos da información valiosa acerca de qué sucede en nuestro mundo emocional: qué nos enoja, frustra, entristece, alegra, motiva.
Sólo conociéndonos, estaremos en condiciones de hacer algo diferente a lo que veníamos haciendo y así lograr resultados que hasta el momento no eran posibles para nosotros. Nos será más fácil empatizar con los demás y comunicarnos desde un lugar más genuino y cómodo.
Hay muchas herramientas que ayudan en el camino del autoconocimiento a la vez que existen diversas corrientes profesionales para acompañarte en ese camino.
Algunas de las herramientas son de fácil aplicación y te pueden dar información primaria relevante: rueda de la vida, línea de tiempo, FODA personal, solicitar y recibir feedback, meditación, etc. Hay sitios en Internet que te brindan los modelos de aplicación sin necesidad de recurrir a un profesional, si así lo prefieres.
Hay otras, que son utilizadas con el acompañamiento de profesionales formados en la herramienta, como eneagrama, Belbin (fundamentalmente usado a nivel organizacional), entre otras, que requieren en algunos casos el uso de plataformas y en todos ellos conocer bien el instrumento, para que puedas sacarle provecho a la información valiosa que brinda.
Por otro lado, según tus características y necesidades, podrías recurrir a profesionales formados en psicología, coaching, etc.
Como sostiene Bob Dunham, fundador del Institute of Generative Leadership, «cada persona debe conocer su territorio, sus capacidades y las consecuencias de sus actos».
No hay otra forma de avanzar en nuestro camino evolutivo —y que repercutirá en nuestro liderazgo—, si no le dedicamos tiempo y energía.