Hace unas semanas, el Instituto Nacional de Estadística anunció que Presidencia le ha encargado implementar una Encuesta Nacional de Victimizacióncon reportes semestrales, que se implementará sobre la base de la Encuesta Continua de Hogares. Esto es una muy buena noticia. Desde este espacio, habíamos señalado la conveniencia de llevar a cabo esta iniciativa sobre victimización en una columna de enero de 2018y en otra de abril de 2022. En esta nota, replicaré las consideraciones realizadas en dichas columnas.
La criminalidad y la violencia son problemas persistentes que encabezan las preocupaciones ciudadanas. Las noticias policiales ocupan una parte significativa de los informativos televisivos. Más allá del morbo y las decisiones editoriales, es innegable que hablamos de algo que está en la cima de la atención social.
Medir este fenómeno es innegablemente complejo. Hasta la fecha los datos que tenemos son elaborados por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad que depende jerárquicamente del Ministerio del Interior. Obviamente que se generan suspicacias, y a quien no le toca estar en la gestión administrativa, mira con una mezcla de desconfianza y utilitarismo político los números. Los sucesivos ministros han presentado los datos de la manera más favorable para su gestión, mientras que la oposición los ha criticado. Tanto se aplica a los ministros de la presente administración como a los que hubo con el Frente Amplio. Tanto a la actual oposición cómo a la que hicieran blancos y colorados.
El problema no es este ministro o aquel otro. El problema es cómo medimos la criminalidad y la institucionalidad que está por detrás. La recolección original (en la denuncia), la tipificación primaria (valoración del agente policial) y el procesamiento posterior, dependen en última instancia del responsable por la seguridad pública nacional. Por lo tanto, las estadísticas que miden el éxito y fracaso en esta función pueden ser pasibles de manipulación a conveniencia de las autoridades de turno. El que tiene por misión luchar contra el fenómeno delictivo es a su vez quien lo mide.
No existe una solución mágica, pero la implementación de una Encuesta de Victimización por parte del INE contribuye a reducir desconfianzas y proporciona un enfoque complementario al del Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad.
En esto Uruguay recorre un camino para el que hay experiencia internacional. Al menos desde 2009, existe un Manual para Encuestas de Victimización elaborado por Naciones Unidas. Este manual señala que las fuentes administrativas, como las policiales o judiciales, no proporcionan "por sí mismas un análisis suficientemente confiable y exhaustivo del delito". Por lo tanto, recomienda la realización de encuestas en hogares, donde se pregunte directamente a la población si ha sido víctima de un delito. Estas encuestas de victimización buscan medir el fenómeno criminal desde una perspectiva diferente y es el camino que procura recorrer el INE.
No es la primera vez que el INE se embarca en esta tarea. En 2017, producto de un convenio con el Ministerio del Interior, ya había realizado una encuesta de victimización con un marco muestral propio, aunque esta se implementó por fuera de la Encuesta Continua de Hogares. Lamentablemente, el informe se publicó muy tarde, tuvo poca visibilidad y no se le dio continuidad. Sin embargo, arrojó resultados impactantes: más de un cuarto de los hogares uruguayos reportaron al menos un miembro victimizado y menos de un tercio de los incidentes fueron denunciados ante la policía. En definitiva, los datos administrativos que reporta el Observatorio Nacional de Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior son importantes, pero representan sólo una parte del fenómeno.
Es una noticia alentadora que el INE incorpore un capítulo referido a victimización en su Encuesta Continua de Hogares. Es de esperar que esto sea un aporte importante para entender el fenómeno de la criminalidad y la violencia. Y como señala la resolución del Ministerio del Interior, esta iniciativa debería ayudar a mejorar nuestra comprensión de la percepción de seguridad de la población, la prevalencia de ciertos delitos, la estimación de la cifra oculta de criminalidad, así como la disposición a denunciar y los motivos de no hacerlo.
Esto es particularmente valioso para los tipos de delitos que sufren de mayor invisibilidad, como las agresiones sexuales y casi todo lo relacionado con la violencia de género, donde la víctima experimenta vergüenza o estigmatización. También es crucial para comprender cuán desigual y regresiva es la violencia. En los barrios con mayor criminalidad, es probable que la tasa de denuncias policiales sea menor, lo que sugiere que las estadísticas actuales pueden ser más benignas de lo que revelará la información que producirá el INE.
Con estadísticas no se resolverán los problemas de la gente. Pero parafraseando al físico William Thomson Kelvin, lo que no se define no se puede medir y lo que no se mide no se puede mejorar.